sábado, 16 de febrero de 2013

Las fotos del milenio - Antonio Sánchez García


opinión

Las fotos del milenio

16 Febrero, 2013
Vivimos tiempos de farsas y tragedias, de payasos y mártires, de héroes y traidores. Pero qué duda cabe: como lo demuestran las fotos del milenio, el poder lo detentan las farsas, los payasos y los traidores. Y la siempre latente amenaza de una catástrofe apocalítica.
El premio World Press Photo a la mejor foto del 2012 le fue concedida a una conmovedora imagen de un cortejo fúnebre que avanza por una estrecha callejuela de Gaza con dos amortajados niños de 2 y 3 años en brazos de sus desesperados parientes. Una cruda imagen del cruento enfrentamiento entre palestinos e israelitas que refleja la realidad de un mundo enfrentado desde hace milenios en una tierra santa ensangrentada por el odio, el malentendido, la muerte.
Simultáneamente a esa escena de una realidad trágica que acongoja al mundo, otra imagen, muy posiblemente trucada y como propia de las carnestolendas que se celebran en un orgiástico país de pacotilla, pretende dar la vuelta al mundo y convencer a quienes no se han conmovido ni siquiera por el asesinato de doscientos mil de los suyos, pobres de misericordia y según parece carentes del sentido de realidad y la más elemental conciencia como para alzarse contra el principal responsable por esa solapada guerra civil de pobres contra pobres, de que ese responsable de la mayor vergüenza nacional – la entrega de la soberanía a un par de ancianos miserables disfrazados con las insignias de Max y Lenin, la devastación de su territorio y la corrupción de sus fuerzas armadas – no yace agonizante, entubado, carcomido por el cáncer, enmudecido y con 40 kilogramos de menos. Que agoniza, vamos. Sino que está vivo, rozagante y sonriendo. Como para cumplir las obligaciones constitucionales que según propia confesión está absolutamente incapacitado de satisfacer. A la hora de convencer a la peonada, poco importa tan escandalosa contradicción.
La otra, la foto galardonada, describe una dolorosa tragedia en pleno desarrollo. La trucada, un sainete que de circense y payasesco merecería el escarnio del planeta, desgraciadamente envilecido hasta la médula. Como quedara de manifiesto en Santiago de Chile, donde un presidente supuestamente de centroderecha, multimillonario y liberal recibiera con los brazos abiertos a un tirano sólo comparable con Hitler, Mussolini, Sadam Hussein, Gadaffi o Mugabe. Que ha empobrecido, envilecido y esquilmado a su pobre isla como si se tratara de una hacienda personal. Y que ha esclavizado a sus ciudadanos, como pretende hacerlo con el país de la foto trucada, que le fuera regalada por caprichos de un militar felón, sometido a una operación fotográfica luego de extirpársele tumores, intestinos y costillares. Y él, tan risueño. ¿Será obra de un experto en embalsamar cadáveres o de la magia del Photoshop?
Otras fotos andan dando la vuelta al mundo: un enigmático rayo que abre y rasga el cielo encapotado sobre la capital del imperio que decapitara hace dos milenios al fundador de la Iglesia vaticana – Pablo de Tarso -, exactamente a horas del anuncio – en latín, para que no quedaran dudas de la génesis – de la renuncia al Papado por parte de Benedicto XVI, Joseph Ratzinger. Y anoche nos sorprendimos con las imágenes de la explosión sobre suelo ruso – que cobijara durante 70 años al mayor reinado del mal conocido por la humanidad, el comunismo – de un trozo posiblemente del meteorito que rozara al planeta con una tarjeta de visita del apocalipsis perfectamente probable y previsible en tiempos no muy remotos.
Vivimos tiempos de farsas y tragedias, de payasos y mártires, de traidores y héroes. Pero qué duda cabe: el poder lo detentan las farsas, los payasos y los traidores. ¡Qué renuncia tan merecida, qué rayo tan elocuente, qué meteorito más eucarístico, qué foto tan despreciable!



Las fotos del milenio : Noticiero Digital

miércoles, 13 de febrero de 2013

ANÍBAL ROMERO El error de los Castro


El error de los Castro

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Por más de cinco décadas Fidel y Raúl Castro han ejercido un poder absoluto en Cuba. Desde una perspectiva pragmática ello podría considerarse un gran logro. Pero resulta obvia la pregunta: ¿Y todo para qué? La Revolución Cubana, a mi modo de ver, constituye el fracaso histórico más profundo de toda la historia moderna de América Latina. Con nuestro persistente atraso institucional y económico los latinoamericanos decepcionamos, pero con su “revolución” basada en el despotismo y la pobreza compartida los Castro mataron la utopía.
Durante cincuenta años de activismo internacional el proyecto revolucionario castrista intentó expandirse por medio mundo, con resultados igualmente lamentables. Y en este terreno su error tiene un nombre: la soberbia. Algunos lo calificarían de pecado y no de simple error, pero no incursionaré en discusiones teológicas. Ese error es una moneda de dos caras: por una lado la sobrestimación propia; por otro la subestimación de los demás.
Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Etiopía y Eritrea en África. El Salvador, Nicaragua, Panamá, Grenada, Colombia, Chile, Bolivia y Venezuela en América Latina, entre otros casos, experimentaron en su momento la intervención castro-comunista en sus asuntos internos, las más de las veces armada. Y repetidamente los esfuerzos por someter el destino de esos países a la vocación hegemónica de los hermanos Castro culminaron en rotundo fracaso.
Tal consecuencia se debió en buena medida a la fatal sobrestimación que Fidel Castro, en particular, ha puesto de manifiesto sobre su capacidad para imponerse con base en el voluntarismo y el mesianismo, ingredientes que llevan de manera inevitable a sobreextenderse y perder de vista el necesario sentido de las proporciones que exige la política.
La otra cara de la moneda ha sido la repetida subestimación y menosprecio con que los Castro han evaluado a quienes han pretendido subyugar. Pero la arrogancia del poder castrista ha generado siempre anticuerpos, y las aventuras imperialistas cubanas han suscitado el rechazo de pueblos humillados que han expulsado a los invasores, en ocasiones mediante la violencia.
En esa larga historia de despropósitos y reveses existe hasta ahora una excepción: se trata de la Venezuela de Chávez. Sobreponiéndose al retroceso estratégico de la derrota guerrillera en los años sesenta a manos de la democracia venezolana, los Castro han sido capaces de coronar su mayor éxito: someter a una Venezuela que se pretendía una especie de ejemplo de avance institucional en la región, con una Fuerza Armada moderna y una economía de inmenso potencial, a los designios de una Cuba postrada y miserable pero conducida con mano de hierro, ayudada por un mito que resuena en los corazones y mentes de muchos latinoamericanos: el mito revolucionario. Ese mito se convirtió en delirio en Chávez, delirio que ha generado costos quizás irreparables para Venezuela, dejando a su paso un legado de ruina y odio tan patentes como los de la tragedia que los Castro desataron en su propio país.
La pregunta pertinente es: ¿Han tenido razón los Castro al subestimarnos a los venezolanos de hoy? Quizás. ¿Pero pueden estar seguros? Empieza a percibirse en Venezuela el crecimiento de la indignación ante la soberbia de los Castro, quienes han mostrado de manera evidente hasta qué punto controlan los destinos de nuestro país. Imposible pronosticar los efectos finales de una ira que existe pero todavía no encuentra cauce. Sin embargo, la experiencia histórica indica que la soberbia castrista se hace insoportable.

miércoles, 6 de febrero de 2013

El asalto al tren de El Encanto « Crónicas del Tanato

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El asalto al tren de El Encanto


El asalto al tren de El Encanto Guerrilla
La señora Margot Rodríguez y su hija Nelly se levantaron de madrugada a pesar de ser domingo. Estaban entusiasmadas por la excursión que harían en tren a la paradisíaca locación de El Encanto cercana a la ciudad de Los Teques en el estado Miranda. La noche anterior habían preparado todo cuidadosamente, esperaban poder disfrutar de un delicioso día de campo que les ayudara a reponer energías.
A esa misma hora en otro punto de la ciudad, el señor Martín Rojas; hombre bajo, de constitución fuerte, cabello ensortijado, nariz ancha y penetrante mirada de indio salía hacia su trabajo. Laboraba desde hacía 35 años como maquinista del Gran Ferrocarril de Venezuela. Aquel día conduciría una maquina con 10 vagones desde Caracas hasta El Encanto; para Martín aquel no era más que otro día de rutina.
En la Venezuela de 1963, un paseo en tren era una actividad lúdica con ribetes nostálgicos, hacía mucho tiempo que los vehículos automotores habían impuesto su primacía como medio de transporte. En nuestro país la presencia del ferrocarril fue corta y tormentosa, su origen se remonta al lejano 1826 cuando mister Robert Stephenson propone al gobierno republicano la creación de un camino de hierro que sustituyera al viejo sendero que los españoles dejaron entre el puerto de La Guaira y Caracas. Esta idea no se concreta sino hasta el 25 de julio de 1882, cuando luego de años de idiosincrásicos retardos burocráticos, el presidente Guzmán Blanco con un inmenso séquito hace el viaje inaugural.
Entre 1835 y 1925 se desarrolla una febril actividad en torno al tendido de vías férreas  que unieran a las principales ciudades del país, esto se hizo con el concurso de empresas extranjeras. A fines del siglo XIX se constituyó la Grosse Venezuela Eisenbahn, de capital alemán que tenía como fin administrar el Gran Ferrocarril de Venezuela, su funcionamiento estuvo marcado por numerosos impasses diplomáticos y continuos pleitos legales que concluyeron en 1945 cuando la Junta Revolucionaria de Gobierno procedió a su expropiación. En la década del 60 era esta compañía la que explotaba la ruta recreacional Caracas- El Encanto.
Guerrillas El asalto al tren de El Encanto
Pasadas las ocho de la mañana, numerosas familias aguardaban en el andén de la estación Caño Amarillo su turno de abordar. Un ambiente festivo rodeaba el trasegar de cajas, paquetes y cestos de comida. El tren se iba llenando poco a poco; en el vagón número 28 se instaló un grupo de chicas con un conjunto musical dispuestas a amenizar el viaje con simpáticas canciones de moda. En la locomotora, Martín Rojas y su ayudante Alfredo Lugo esperaban la orden de salida.
Entre los que abordaron en la estación Caño Amarillo, estaba un grupo de jóvenes circunspectos que llevaban lo que parecían ser inocentes cestas de picnic.
A las 8:30 de la mañana el guardia de la estación hizo sonar su silbato. Al escucharlo, Martín Rojas comenzó la marcha; se oyeron gritos de entusiasmo y la chiquillada trataba de ubicar los mejores puestos para mirar el paisaje. La primera parada del itinerario era la estación Palo Grande, luego seguía Las Adjuntas y de allí la vieja maquina subía hasta la estación de Los Teques en la que un nutrido grupo de alegres personas aguardaba.
En Los Teques el tren sería abordado por diez efectivos adscritos al Servicio Forestal de la Guardia Nacional. Estos agentes eran los encargados de vigilar y proteger a los visitantes de El Encanto. Horas después varios de los pasajeros recordarían que entre las personas que subieron en esa estación estaban dos damas con maletines de mano que al ingresar al vagón saludaron a los jóvenes que venían desde Caño Amarillo con las cestas de picnic.
Al salir de Los Teques rumbo a su destino final, el tren llevaba 500 pasajeros.
El viaje transcurrió con total normalidad hasta las 10:20 de la mañana cuando la maquina ingresó al túnel 10, de dos kilómetros de largo. En medio de la oscuridad un estruendo puso fin a las canciones del conjunto. La primera detonación dio paso a una sucesión de nuevos disparos. El terror se apoderó de los confusos pasajeros cuando alguien exclamó:
- ¡Un asalto, es un asalto!
Las mujeres y los niños comenzaron a gritar, y el aire dentro de los vagones se cargó con olor a pólvora. Cuando por fin el tren salía del túnel y de nuevo la luz comenzaba a inundarlo, los excursionistas vieron como los asaltantes se subían a los asientos para gritar arengas revolucionarias. Una de las mujeres que se había subido en Los Teques sacó un atomizador del maletín de mano y se dio a la tarea de pintar consignas. En cuestión de segundos el grupo armado había tomado el control del tren.  Los guerrilleros explicaban que pertenecían al comando César Augusto Ríos de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y que ejecutaban la Operación Italo Sardi, sin embargo en muchas de las pintas decían que se trataba de la Operación Olga Luzardo,durante todo el accionar los subversivos parecían estar muy nerviosos y desorientados.
Por las declaraciones posteriores se supo que todo comenzó en medio del túnel cuando los jóvenes que venían desde Caño Amarillo sacaron armas de las cestas para picnic, uno de ellos encañonó al sargento Saturnino Reyes Palma, quien estaba al mando del grupo de la Guardia Nacional. El sargento Reyes se negó a entregar su arma e hizo un disparo que no alcanzó a nadie, esto fue suficiente para que lo acribillaran; raudamente los irregulares fueron tomando cada uno de los vagones, el resto de los guardias que trató de enfrentárseles fueron igualmente baleados, 3 de ellos murieron inmediatamente y dos resultaron heridos de gravedad.
Guerrillas El asalto al tren de El Encanto
La balacera dejó varios civiles heridos, entre ellos la señora Carmen Aurora de Romana de 40 años, el púber Alberto Naranjo de 14, la señora Teresa de Rodríguez de 31 y su pequeña hija de 9 años, Eglé Rodríguez. Todos sobrevivieron.
Mientras en los carros había un pequeño infierno de sangre y pólvora, en la locomotora que los halaba montaña arriba Martín Rojas y su ayudante Alfredo Lugo se mantenían ignorantes de lo que sucedía, el ruido del viejo motor les impedía escuchar nada. Cuando llegaron a la estación de El Encanto, Martín volvió la cabeza y vio que de uno de los vagones descendían unos hombres armados que rápidamente subieron hasta donde él estaba. Le pusieron la pistola en la sien y de manera violenta le ordenaron que se quedara quieto, al ayudante lo pusieron a desenganchar nueve de los vagones, entretanto varios de los guerrilleros cortaron los hilos telefónicos y los cables de los telégrafos; cuando solo quedo el vagón número 28 unido a la locomotora, el jefe del grupo armado, un trigueño alto de lentes oscuros y boina negra, conminó a sus efectivos a que abordaran el vagón y a Martín le ordenó que pusiera marcha a toda maquina hacia Los Teques. Nervioso como estaba, el maquinista trató de decir algo, pero uno de los hombres le gritó que se callara. Cuando pasaban al lado de los vagones, Martín y su ayudante pudieron ver que había gente herida, llevó el tren lo más rápido que pudo a través del sinuoso camino y cuando llegaron nuevamente al túnel 10, el jefe de los insurrectos le ordenó detenerse.
Los guerrilleros se bajaron a toda velocidad para abordar unos vehículos que los esperaban en la orilla de la carretera. Al verlos ya lejos, Martín que venía pensando en los cuerpos que había visto tendidos en El Encanto le dijo a su ayudante:
- Allá hacemos falta, hay muertos y heridos
Y sin pensarlo dos veces tomó rumbo a la estación de Los Teques que era la más cercana; luego de avisar a las autoridades lo que había pasado se regresó a El Encanto para trasladar a los heridos.
A partir de ese momento un comando unificado de la Guardia Nacional, la DIGEPOL, la PTJ y la policía de Transito se dedicó a la caza de los subversivos con los datos aportados por el maquinista.
Al llegar al Policlínico de Los Teques, el sargento Saturnino Reyes ya estaba muerto, igual suerte corrieron Melecio Crespo y Cristóbal Velasco, antes de caer la noche fallecieron los distinguidos David Anzola y Carlos Santiago Noguera. El guardia Oscar Evaristo que fue encontrado al fondo de un barranco con una herida en la región frontal se salvó milagrosamente.
Lo único que los guerrilleros lograron llevarse de aquella extraña acción fueron diez sub ametralladoras Madsen y un par de revólveres. A los ojos de tirios y troyanos aquel fue el error más estúpido y criminal que cometió la guerrilla que operó en Venezuela en el primer lustro de la década de los 60. Todo el mundo se preguntaba qué sentido podía tener ejecutar aquella matanza en un tren que lo único que llevaba era excursionistas a un parque recreacional.
Guerrillas El asalto al tren de El Encanto
Rómulo Betancourt, entonces Presidente de la República y furioso anticomunista vio en esto la oportunidad de oro para deshacerse de la oposición izquierdista que hasta ese momento hacía vida legal. El lunes 30 de septiembre de 1963 en la noche, el ministro de Relaciones Interiores Manuel Mantilla anunció al país que el gobierno tomaría fuertes medidas para luchar contra el terrorismo. Ese mismo día en la mañana el alto mando militar se reunió de emergencia en el cuartel de La Planicie, en los días subsiguientes las detenciones se contaron por centenares; una de las medidas que anunció el gobierno fue la de solicitar el allanamiento de la inmunidad parlamentaria de los diputados al Congreso Nacional por el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)  y su detención para ser sometidos a juicios militares.
El primero de octubre, Gustavo Machado del PCV y Domingo Alberto Rángel del MIR suscribieron un comunicado de prensa en el que a título personal repudiaban la acción de El Encanto y eximían de toda culpa a sus partidos. Era, sin embargo, demasiado tarde pues el gobierno ya había tomado la decisión de impulsar los mecanismos estatales para ilegalizar a los partidos de izquierda.
Ya el mismo 30 de septiembre el Ministro de la Defensa, General Antonio Briceño Linares ordenó al juez militar tercero de primera instancia, Capitán (a) Rafael Ángel Chalbaud que iniciara juicio militar contra un grupo de diputados y senadores acusados de rebelión militar. Así que el mismo día que aparecía el comunicado de prensa de Machado y Rángel, comenzaban las detenciones, primero apresaron al mismo Gustavo y a su hermano Eduardo Machado junto a Jesús María Casal y Jesús Villavicencio. En las siguientes jornadas apresarían a Simón Sáez Mérida, Pedro Ortega Díaz, Guillermo García Ponce, Pompeyo Márquez y a Domingo Alberto Rángel.
Al mismo tiempo que esto se desarrollaba, el gobierno comenzó una inteligente campaña mediática destinada a ganarse el favor de la opinión pública, los diarios se vieron inundados de avisos en los que se llamaba a luchar contra el terrorismo “viniera de donde viniera” Todos empezaban con la frase: Venezuela dice NO a los terroristas.
Una semana después del asalto al tren de El Encanto, el presidente Rómulo Betancourt apareció ante las cámaras de televisión para un discurso; entre lo que dijo se destaca la siguiente frase: “han sido fría y cobardemente asesinados cinco miembros de la Guardia Nacional y heridos mujeres y niños en el tren que semanalmente lleva a personas de Caracas a pasar el fin de semana en Los Teques. Fue un asesinato insólito y extraño a toda la historia política del país […] Los victimarios pintaron consignas alardosamente retadoras, indicando que ese asesinato cobarde lo había realizado el partido comunista. En Venezuela la lucha contra los terroristas ha entrado en una etapa definitiva, el gobierno no dará ni pedirá cuartel”.
La izquierda como afirmarían más tarde los analistas políticos se le había brindado en bandeja de plata al gobierno con aquella estúpida acción.
Guerrillas El asalto al tren de El Encanto
Con el pasar de los años el asalto al Tren de Encanto se convirtió en un tema tabú para aquellos que en la década del 60 militaron en las filas de la izquierda revolucionaria. El fin de la guerra y la progresiva incorporación de los ex combatientes a la vida civil acentuaron el silencio en torno al tema. Nadie quería hablar de ello, lo de El Encanto había sido una acción absurda y vergonzosa. Como en todo tema prohibido las suposiciones y los rumores crearon un velo que ocultaba a la verdad histórica, las direcciones del PCV y del MIR negaron tercamente haber autorizado aquella operación y entre corredores se decía que el responsable de la misma había sido Teodoro Petkoff, otros aseguraban que en la misma había participado Máximo Canales, el hombre que unos meses atrás secuestrara al futbolista Di Stefano. Algunos afirmaron que aquello fue realmente orquestado por el gobierno para justificar la represión contra los revolucionarios.
Solo cuando habían pasado 34 años del asalto al tren, Luis Correa, ex guerrillero fundador del Comando César Augusto Ríos, se presento ante el periodista Albor Rodríguez para contar su versión de lo sucedido.
El 21 de julio de 1997, Luis Correa, ahora escritor y cineasta reveló que aquella operación fue organizada por una Unidad Táctica de Combate de la Brigada Nro. 1, de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional.
“Recibimos la información de que en ese tren iba a ser trasladado un parque de armas – comenzó Luis Correa – así que la brigada planificó la operación de forma tal que hubiese el menor número de lesionados. Para el efecto se colocaron hombres y mujeres combatientes en ambos extremos de los vagones, de manera de poder neutralizar la actividad de los guardias que también iban repartidos en los vagones. No teníamos previsto ningún enfrentamiento. Fue realmente un lamentable error.  Al final no hubo ningún traslado de armas. Fue una operación fallida se tomó algún armamento de los guardias, pero ese no era el objetivo. Ni tampoco el lamentable resultado de cinco guardias muertos; por nuestra parte no hubo ningún herido grave. Después vinieron las consecuencias: esta acción desencadenó una violenta ofensiva política por parte del gobierno”.
La operación, según Luis Correa, estaba plenamente autorizada por el alto mando de las FALN, en la misma no tuvieron nada que ver ni Teodoro Petkoff ni Máximo Canales. Como tampoco tuvieron nada que ver ninguna de las personas que fueron detenidas y acusadas de participar en el asalto al tren.
Guerrillas El asalto al tren de El Encanto
Para el ex comandante guerrillero aquella había sido otra de las muchas y rutinarias acciones de guerra que tuvieron lugar en aquellos años. Solo que aquella acción jugó un papel determinante en la perdida del apoyo que tenía la guerrilla en amplios sectores de la población.
“El Encanto – Afirmó finalmente Correa- impactó a la opinión pública y manejado con todos los medios que tenía el estado a su alcance causó una erosión. Uno de los problemas graves que tuvo la guerra que llevamos a cabo contra el gobierno fue que a la dirección política del PCV le faltó decisión de partido. Ellos jugaban a la guerra en un sentido, pero no tuvieron la decisión de enfrentar el problema en toda su magnitud. Era un juego dual entre la guerra y la paz. El buró político tenía unas ideas que tampoco transmitía; no estaba de acuerdo con la lucha armada pero a su vez la aupaba. Una contradicción flagrante que fue una de las causas fundamentales de la derrota. Nuestra derrota fue básicamente política. No quiero decir con esto que una derrota política sea más importante que una militar, sino que una vez que un movimiento esta derrotado políticamente, sobran los fusiles”.
Con el tiempo el bucólico paraje de El Encanto, escenario de aquellos sangrientos hechos fue cerrado al público. En la mente de los dirigentes políticos de la Venezuela Saudita los trenes no tenían cabida; hasta aquel lugar solo se aventuran grupos de osados excursionistas que suben a pie por la montaña corriendo el riesgo de ser atacados por peligrosas jaurías de perros salvajes.
En el año 2009 el actual gobierno anunció el rescate y reapertura del Parque El Encanto; hasta ahora y al parecer aquello sigue siendo un lugar de eterna maleza.


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El asalto al tren de El Encanto « Crónicas del Tanato

lunes, 4 de febrero de 2013

Manuel Malaver: Del chavismo sin Chávez, al chavismo con Raú


 
Opinión
Manuel Malaver 


La Razón / ND

Del chavismo sin Chávez, al chavismo con Raúl


El presidente de Cuba, Raúl Castro, debe sentirse en estos días como uno de los hombres más felices de la tierra, pues de ser un eficiente segundón de su hermano, Fidel, en el marco de la opaca y predecible política interna cubana, ágrafo, lacónico hasta el mutismo y decididamente aburrido, ha pasado a constituirse en un líder continental, si no por derecho propio, si por el que da el haber devenido en heredero de la primera monarquía colonial y dinástica conocida en el continente después del fin del colonialismo español hace 200 años. 

En otras palabras: que no solo trono, súbditos, países, enclaves, minas, mares, océanos, selvas, llanuras y cordilleras, sino el amor obsecuente de colonos que al parecer se han reconciliado con una condición y vocación que alguna vez pensaron removida y desarraigada de sus psicologías, le han sido traspasadas por su hermano mayor a este sucesor que pensó cualquier cosa, menos que alguna vez lo superaría en influencia y poder.

Para empezar, sojuzga a uno de los países más ricos del continente y del planeta, Venezuela, y desde la agonía de la economía cubana en ruinas, tarantín de miserias insondables e insuperables donde después de 54 años de experimento socialista jamás se le ha suministrado a los 10 millones de habitantes de la isla los bienes básicos que se requieren para sobrevivir, extiende su influencia a semicolonias como Nicaragua, Ecuador y Bolivia y hasta a países con presidentes de izquierda como Brasil, Uruguay y Argentina que, no obstante, no intercambiar nada con Cuba, o muy poco, caen rendidos bajo el embrujo y seducción de las otroras leyendas de la revolución cubana.

Y si hay que intercambiar, pues ahí está la inmensamente rica Venezuela con sus reservas energéticas abiertas a los socios de club, y cantidades copiosas de petrodólares con las que se subsidian la agroganadería, la industria liviana y pesada, el comercio y las manufacturas y el acceso a los mercados financieros internacionales de países con cuentas poco claras con sus acreedores como Argentina.

Y como centro del tinglado, de tamaña anomalía o excrecencia histórica, una dictadura, la de los hermanos Castro, que en medio siglo solo conoció dos presidentes (Fidel y su hermano), un partido y una ideología y que ha retrocedido el desarrollo de la que fue una de las economías más robustas de la región, a 50, 100 años de atraso.

Es la última dictadura comunista y stalinista del mundo occidental y la segunda de todo el globo al lado de la de Corea del Norte y de la que se predecía era inevitable que evolucionara hacia la democracia y el capitalismo una vez que se habían impuesto al Imperio Soviético después de 40 años del fenómeno que se llamó la “Guerra Fría”, hasta que en Venezuela surgió un partido y un movimiento político en busca de una potencia ideológica que los colonizara, y ahí, no muy lejos, a 2 horas y media de un vuelo normal en avión, estaba la Cuba de los Castro.

Fue una amistad, conexión o fascinación que comenzó con el primer encuentro entre Hugo Chávez, el teniente coronel líder de los revolucionarios venezolanos, y Fidel Castro, el caudillo de los burócratas cubanos, el primero nacido a la vida política en un golpe de Estado fracasado, pero aventado a la presidencia del país a través de unas elecciones constitucionales y burguesas; el segundo, alumbrado al calor de una guerra de guerrillas en una sierra de la isla, en la cual, forjó, además, el prototipo del revolucionario tercermundista de las últimas 4 décadas del siglo XX.

De modo que, de un lado, una leyenda de la siempre doliente revolución de América latina tan hambrienta de héroes, dioses, santos; y del otro, un insurgente como tantos otros, salido de un cuartel, e impaciente de ser tomado en cuenta, admirado y estimado por aquel caudillo que con unas solas palmadas daba lustre, prestigio y legitimidad.

Lo básico, sin embargo, en la amistad de hierro entre los dos caudillos o comandantes en jefe, es que, lo que faltaba a uno lo tenía otro, pues si la Cuba castrista era un proyecto en disolución por el colapso de la Unión Soviética que lo subsidiaba, Chávez estaba ahí con toda la riqueza venezolana para sustituir a los rusos como país nutriz de Cuba.

En cuanto a la Venezuela chavista, necesitaba aliarse con uno de los últimos países totalitarios del globo que le suministrara la experiencia, los cuadros, los expertos en inteligencia y control de la población, en represión y destrucción de las instituciones para que surgiera, como surgió Castro en la Cuba de los 60, un único e indiscutido jefe en la Venezuela de los 2000: Chávez.

Hoy toda esta zaga yace en dos camas clínicas en La Habana donde, de un lado, un Fidel cuasi nonanegario, achacoso, y con síntomas de demencia senil solo sobrevive como una foto ajada, borrosa y en sepia de la gloria que alguna vez fue; y del otro, Chávez libra una batalla desesperada al parecer perdida contra un cáncer, como si, ante una inescrutable decisión del destino, maestro y discípulo temieran presentarse por separado en el juicio que, según la religión de sus padres, los esperaba en el más allá.

O quizá porque juntos estén mejor confortados para aceptar la inevitable fatalidad de que, en el más acá, terminaron siendo víctimas de herederos segundones que jamás calzaron sus puntos, pero dado que fueron ungidos por monarcas absolutos, fueron acatados sin objeciones por las maquinarias políticas y burocráticas que les crearon, y, aparentemente, sin que se divisen en el horizonte las voces que tendrían que tronar contra un derecho de sucesión arbitrario, anacrónico, ilegítimo e inconstitucional.

Más atornillado Raúl, con apenas 5 años menos que Fidel, su compañero en la gesta de la Sierra Maestra, y si bien a años luz de su carisma, inteligencia, olfato y audacia política, responsable del establecimiento de la maquinaria militar y represiva que con la ayuda soviética es todavía una de las más temibles del planeta.

Los herederos de Chávez, por el contrario, el señor Nicolás Maduro y el teniente, Diosdado Cabello, no le deben su poder a Chávez sino a Raúl Castro, quien convenció al líder bolivariano que, dado que era muy probable su separación absoluta de la presidencia de Venezuela, dejara las riendas del gobierno en manos de estas figuras jóvenes que, por sus pocas luces, tendrían que solicitarlas en Cuba, una vez que la del “Centauro de Sabaneta” se apagaran.

Figuras absolutamente irrelevantes y desangeladas comparadas con Chávez, dependientes del brillo y prestigio que aun conserva en amplios sectores populares del país, pero por eso mismo ideales para ser manejadas y monitoreados por el político inescrupuloso que terminó siendo el confiscador, administrador y usufructuario del poder político de Chávez: Raúl Castro.

No se sabe qué es lo qué pasa con el presidente Chávez en La Habana, porque, con un Fidel fuera de juego y un Raúl que es el dueño de Cuba, no se permite otro acceso a su presencia que no sea el de Raúl, o los cuerpos de seguridad cubanos, que actúan como una suerte de médiums que bajan las órdenes del dios enfermo o moribundo.

Son generalmente instrucciones para reforzar el coloniaje y la dictadura cubana en Venezuela, pero auspiciada, no por procónsules o virreyes extranjeros, sino por estos funcionarios de destartalada categoría que no tienen el coraje de pedirle al sátrapa caribeño que le den una fe de vida de su otrora jefe el presidente Chávez.

Se prestan así al establecimiento en Venezuela de una dictadura malhumorada, rapaz, ágrafa, lacónica, decididamente aburrida y al margen del rescate de los derechos humanos que ellos saben mejor que nadie llevan 14 años pisoteados en Venezuela.

Ni un gesto de piedad, debilidad, ni humanismo por los presos políticos que sufren en las cárceles venezolanas y esa no es una característica venezolana, sino de la Cuba de Raúl Castro.

Por eso ya corre por la calles de Caracas la conseja de que Maduro y Cabello no son hijos de Chávez ni de Fidel, sino de Raúl.                                                           
    
                                                                                                                                                                     


viernes, 1 de febrero de 2013

Renny el Liberal número uno




AQUELLA VENEZUELA....



                                 

Santiago de Chile: La claudicación de las democracias


Opinión
Antonio Sánchez García
ND



La exhibición de obsecuencia, de oportunismo, de mercantilismo y falta de dignidad institucional de todos los participantes, con la ya mencionada única y honorable excepción de la canciller alemana Angela Merkel, no deja de provocar náuseas. Malos, muy malos tiempos para el honor y la dignidad de una región que merecería mejor suerte.

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En un ensayo titulado FIDEL EN CHILE, publicado en mi libro LA IZQUIERDA REAL Y LA NUEVA IZQUIERDA EN AMÉRICA LATINA (Libros de El Nacional, Caracas, 2008), narro el profundo impacto que causó en la sociedad chilena la llegada de Fidel Castro en noviembre de 1971, invitado a una breve visita de Estado por el gobierno de Salvador Allende. Todavía entonces, a un año de haber asumido el mando de la Nación, contaba con un sólido respaldo popular, que incluía a amplios sectores de las clases medias y parecía ir in crescendo. El país seguía respirando una cierta atmósfera festiva ante un hecho tan novedoso como ser gobernado por primera vez en 160 años por un gobernante marxista, ser protagonista de cambios aparentemente revolucionarios y no haber disparado una sola bala, sufrido una sola herida ni derramado una sola gota de sangre en el intento. Era lo que Salvador Allende, un patricio de clase media alta, sesentón, culto, elegante y bon vivant llamaba “el socialismo con rostro humano”. Consciente, sin duda, de que desde Octubre de 1917 el rostro del socialismo eran tan monstruoso e inhumano como lo retratara Alexander Solzhenitsin en su novela Un día en la vida de Iván Denisovich (1962) y terminara de denunciar en su conmover Archipiélago Gulag, publicado en Occidente en 1974, cuando ya era demasiado tarde para que Allende alcanzara a disfrutarlo. Una ráfaga disparada por su propia mano con el AK 47 de fabricación soviética que el visitante pusiera fraternalmente en sus manos, especialmente dedicado por Castro durante esa tempestuosa visita, le destrozaría el cráneo poco después del mediodía de un frío, invernal e inolvidable martes 11 de septiembre de 1973.

El regalo, un auténtico “presente griego”, tenía un sesgo trágico, premonitorio. Simbolizaba el único mensaje que el Deus ex Machina de la revolución cubana podía transmitirle al experimentado tribuno chileno: la revolución socialista y la implantación del comunismo y su sospechosa utopía sólo eran posibles por medio del fusil. Pocos años antes, se lo había expresado el Ché Guevara, su segundo de a bordo, en presencia del guerrillero venezolano Héctor Pérez Marcano a una pequeña delegación de comunistas que lo visitaban en La Habana y aún conmovidos y asombrados por el éxito fulminante de la victoria revolucionaria le preguntaron si llevaba en su mochila de miliciano la varita mágica de la revolución. Respondió con su clásico sarcasmo tan porteño: “la varita mágica es hueca, tiene una mira y un gatillo y dispara a matar.” Era un fusil.

El más inescrupuloso, manipulador y cruel político latinoamericano de todos los tiempos tenía que saber que su regalo, más que un obsequio era un desafío: con este fusil o matas a tus enemigos o te vuelas la cabeza, parecía insinuarle. Tras la tragedia que él contribuyera a desatar con la visita más impertinente y grosera imaginable – se extendió por casi un mes, con sus días y sus noches, sin que nadie se la hubiera extendido - antes de convertirse en lo que el secretario del Partido Comunista chileno Luis Corbalán describiera acertadamente como “un pescado”, terminó sirviendo para ponerle fin a su vida. Fue una tragedia anunciada.

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Desde esa visita, nada en Chile sería como antes. Las andanzas gansteriles de la escolta del prócer cubano, que se enfrentara a tiros contra la oposición de un país que no era el suyo, sin la menor consideración del profundo daño que le causaba a un proceso que tenía como principal objetivo hacer un estratégico rodeo por los temibles aledaños de la violencia y avanzar pacífica, constitucionalmente, desataron la radicalización del proceso. La oposición comprendió que las posibilidades de un eventual entendimiento eran muy precarias y la hora de la verdad se haría insoslayable. La ultra izquierda del PS y del MIR recibirían el espaldarazo de Fidel Castro y la consigna con la que Carlos Altamirano conquistara la Secretaría General del Partido Socialista un año antes: “Socialismo o Fascismo, el enfrentamiento es inevitable” se convirtió en la loza que sepultó las esperanzas de “un socialismo con rostro humano”. El monstruo de la guerra civil aparecía en el escenario nacional. A los mil días de Unidad Popular, el Parlamento, la Corte Suprema de Justicia y las Fuerzas Armadas comprenderían que si no intervenían definiendo el conflicto de manera radical, profunda y definitiva – sin importar los medios - la República se les iría de la mano. A ellos, garantes de una tradición republicana de 160 años, y a la sociedad entera, hasta entonces ejemplo de estabilidad democrática en una región atenazada por las sublevaciones.

Todos los esfuerzos emprendidos por los sectores radicalizados de la izquierda chilena para precipitar un enfrentamiento definitorio, para el que no obstante jamás estuvieron preparados, contribuyeron objetivamente a la derrota del proyecto socialista: fueron aislando al gobierno y sus débiles intentos conciliatorios, mientras fortalecían a los sectores oposicionistas que reclamaban un golpe de Estado implementado por la última válvula de seguridad del sistema: sus poderosas, cohesionadas e implacables Fuerzas Armadas. La prepotencia fidelista había logrado los efectos contrarios a sus propósitos iniciales: había mostrado cuan frágiles, cuan inconsistentes y cuan improvisados eran los designios revolucionarios. Y, por el contrario: cuan medulares, cuan sólidos y cuan avasallantes podían ser las instituciones a cargo de la defensa del establecimiento chileno. Particularmente su empresariado – emprendedor, ambicioso y consciente de su autonomía -, su judicatura – de un rigor extremo - y sus fuerzas armadas, altamente profesionales, corporativas, incorruptibles y, por ello, ajenas a la penetración del mensaje castrista. Que agotara todas sus artes disuasivas – regalos, invitaciones, coqueteos y promesas – sin encontrar un solo resquicio por el que penetrar la sólida coraza de su patriotismo nacionalista.

A Fidel Castro le esperaba una derrota tan descomunal como sus ambiciones. Jamás se recuperaría de la lección del 11 de septiembre de 1973. Hasta la súbita irrupción de un soldado sediento de paternidad, vanidoso, golpista y de izquierdas en el país que Castro pretendiera conquistar desde años antes del proceso de la Unidad Popular: la Venezuela petrolera.

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Han pasado exactamente 42 años desde esa imprudente visita y 40 desde el brutal golpe de Estado que contribuyera a propiciar. El poder del olvido, mayor que el del recuerdo, dejó transcurrir los Idus al extremo que, a pesar de la vejez y la inminencia de muerte que bate sus alas sobre aquellos protagonistas que sobreviven a esos hechos, Fidel y su todopoderoso heredero – tan siniestro, tan asesino, tan astuto y tan inescrupuloso, si no más que su hermano mayor, aunque sin su demoníaco talento – el tirano cubano puede volver a pisar las calles de la que fue Santiago ensangrentada, ser recibido en gloria y majestad por un lejano heredero del general que sellara la suerte del proyecto de Salvador Allende y sin remover una sola hoja de ese árbol caído sentarse a presidir el primer encuentro de la Comisión que pretende suplantar en un próximo futuro a la Organización de Estados Americanos de la que su hermano se viera obligado a retirarse con la cola entre las piernas, a poco tiempo de ser ominosamente derrotado en los campos de batalla por los soldados institucionalistas de la recién inaugurada democracia venezolana.

Muchos de los participantes en ese aséptico y banal aquelarre no habrán caído en cuenta del trágico sino que unía en bambalinas a Salvador Allende, a Fidel Castro, a Augusto Pinochet y a Rómulo Betancourt. Los personajes que definieron el destino de América Latina antes de despeñarse por los abismos de esta infamia. Mientras todos los mandatarios presentes se derretían en saludos a quien ha preferido ir a agonizar a La Habana y entregarle a su tiranía la tuición política del país antes que afrontar con virilidad la devastación causada por su mandato y morir en la tierra que lo viera nacer – una abyección política inolvidable - sólo una mujer, nacida y crecida a la sombra de la odiosa dictadura estalinista de la Alemania del Este y perfectamente consciente de la maldad infinita de la que es capaz esa sabandija que hoy preside una dictadura de 54 años, tuvo la lealtad y el coraje de despreciarlo pública y ostensiblemente. El presidente de Chile en representación de sus fuerzas liberales y conservadoras no mostró mayor incomodidad por la presencia rectora (sic) del tirano marxista. Tampoco tuvo urgencia alguna en mencionar en su discurso de inauguración las palabras libertad, democracia, institucionalidad, ley, iniciativa privada, tan caras a su amigo, el Nobel Mario Vargas Llosa.

De allí que a nadie incomodara la presencia de dos usurpadores, carentes de la más mínima legitimidad: los impresentables Nicolás Maduro y Elías Jaua, que fungían de representantes del Estado venezolano, verdaderamente representado por su Protector in partibus, Raúl Castro. Que lo haría ver con insolencia y desparpajo cuando en su discurso protocolar y en el mismo espacio osara amenazar con la brutal represión policial de que sólo él puede ser capaz a la oposición democrática de la sufriente Venezuela. Convertida por la traición de un soldado, la complicidad de sus ejércitos, la alcahuetería de sus jueces y la apatía de sus élites en una satrapía de la última de las miserables sociedades comunistas del planeta.

La exhibición de obsecuencia, de oportunismo, de mercantilismo y falta de dignidad institucional de todos los participantes, con la ya mencionada única y honorable excepción de la canciller alemana Angela Merkel, no deja de provocar náuseas. El desprecio mostrado por todos ellos, incluido el anfitrión, por la dolorosa circunstancia porque atraviesa nuestro país no tiene otros calificativos que los de claudicante, miope y mezquino. Que la Patria a la que gran parte de los Estados suramericanos presentes deben su existencia esté al borde de desaparecer consumida por el cáncer del oportunismo, la ambición, la deslealtad y la traición de sus peores hijos, arrodillados ante el miserable invasor cubano, no pareció ni siquiera incomodar a quien preside el país que hace cuarenta años tuvo el coraje de enviarle un mensaje sin medias tintas a la canalla invasora.

Malos, muy malos tiempos para el honor y la dignidad de una región que merece mejor suerte.




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Carta abierta a la MUD y a los partidos políticos


DE UN GRUPO IMPORTANTE DE CIUDADANOS A LA DIRIGENCIA POLÍTICO PARTIDISTA Y A LA MUD.
No perderemos tiempo con diagnósticos que todos conocemos de sobra. Cada venezolano que vive el día a día, dentro y fuera del país, siente en carne propia el deterioro y la pérdida de su calidad de vida. No seguiremos trillando sobre ese particular. Lo que si no obviaremos será el recordatorio de cuales seguirán siendo las repercusiones no solo para los venezolanos sino para el resto del América Latina y la responsabilidad que por ello recae sobre nosotros.
Lo que nos preocupa desde hace años, es cómo salir y revertir esta situación y sus consecuencias, la cual pareciera no tener ni salida ni retorno. La pregunta es por qué tan diferentes visiones de lo que ocurre en el país y por ende, por qué tan distantes las fórmulas que unos y otros proponen para resolverlo?
En el único punto en el que la gran mayoría coincide es que quienes han dirigido hasta ahora las acciones del sector opositor del país, no han acertado en casi ninguna de las tácticas aplicadas y menos aún en los planteamientos y argumentos usados para convencer a independientes, no alineados y pro-oficialistas, de que ellos lo harían muchísimo mejor que este régimen delincuente y traidor a la patria.
En días pasados vimos con estupor como luego de una brillante y elocuente exposición del Embajador Guillermo Cochez (Panamá) ante el Consejo Permanente de la OEA, sobre la situación que hoy atravesamos los venezolanos, éste fue premiado por su gobierno con una sorpresiva y polémica destitución por lo cual muchos se preguntan si realmente estamos solos frente a este régimen violador de derechos y frente al dominio cubano que hoy decide nuestros destinos.
Pues lamentablemente la respuesta es SI. Independientemente de lo que supone la relación de intereses entre los países, en este caso tenemos mucho que cuestionar a la ineficiente acción de los líderes políticos opositores que hoy pretenden que el resto del mundo crea, como en efecto ocurre, que nuestros poderes públicos están secuestrados por el ejecutivo (violador de la constitución) y por el régimen cubano, cuando ellos mismos han pasado años declarando a la prensa internacional y a cuanta conferencia son invitados, que con solo con votos saldremos de esta situación porque estamos en democracia, que en Venezuela no existe una dictadura (Petkoff, Borges, Rosales, Zambrano), afirmando que contamos con un sistema electoral transparente y que quienes lo cuestionan no son más que un reducido grupo de radicales en busca de salidas violentas (Teresa Albanez) y aceptando resultados electorales fraudulentos aun antes de concluir el proceso de votación (Henrique Capriles)… Esto por nombrar algunos ejemplos.
Cómo pretender contar con la tan necesaria presión internacional que al menos coloque en tela de juicio las pasadas y recientes acciones de este régimen ilegal e ilegítimo cuando el mismo liderazgo político partidista opositor se inhibe y desconoce cualquier otro método, por constitucional que este sea, distinto al electoral? Para muestra, las recientes manifestaciones de protesta pacífica estudiantiles que no han recibido ningún tipo de apoyo ni de la MUD ni de los partidos políticos de forma independiente.
Lo mismo deberíamos decir a nuestra sociedad civil que lamentablemente se deja llevar por el chantaje tanto de oficialistas como de los líderes opositores y no ven por un instante que el país no es solo de los estudiantes y que por ende no podemos dejar sobre sus espaldas todo el peso de esta lucha.
Al liderazgo partidista opositor y a la MUD hacemos llegar nuestras posiciones al respecto:
  1. - Reconozcan frente a los ciudadanos que no han sabido interpretar al enemigo que tenemos infiltrado en la patria por tanto deben comenzar a llamar las cosas por su nombre y sin miedos. Dejar de lado las ambiciones partidistas y mostrar con hechos que el país está por encima de estos intereses y los particulares
  2. - Es indispensable el diseño de una estrategia más acorde con la realidad que enfrentamos y para ello se impone la creación de una sala situacional hasta hoy inexistente que anticipe las acciones del régimen e informe y prepare a la sociedad para enfrentarlas.
  3. - Se impone la renovación de los cuadros de liderazgos partidistas y sus voceros pues los sempiternos líderes actuales ya no convencen a nadie que son mejores que Chávez cuando algunos tienen lustros dirigiendo sus partidos. Para muchos venezolanos ellos son los responsables de la existencia de este régimen.
  4. - Es imperativo rectificar en la política de difusión internacional sobre el problema de ausencia de democracia en Venezuela para lo que sugerimos una comisión conformada por diplomáticos de carrera capaces de explicar en términos comprensibles para los gobiernos de los países sobre la tragedia que vive el nuestro y desmontar así la historia contada por este régimen al resto del mundo.
  5. - Exigimos que las organizaciones civiles existentes y en vías de creación sean tomadas en consideración con mismo peso y rango de los partidos políticos en las decisiones por tomarse en adelante dentro de la MUD.
  6. - Es urgente resolver el tema concerniente al inminente proceso electoral presidencial que se avecina e iniciar de inmediato la lucha por condiciones electorales, buscar mecanismos nacionales e internacionales que obliguen al régimen a realizar elecciones auténticas e implementar los mecanismos más eficientes y expeditos para la elección del candidato que enfrentará al rival oficialista.
Sobre este particular, consideramos que es una tremenda irresponsabilidad y un acto de soberbia afirmar que el candidato Henrique Capriles fue el único responsable de los más de 6 millones de votos obtenidos (según el CNE) en las elecciones del 07OCT12. Si bien en lo físico no podemos restar méritos a su campaña, también entendemos que su mensaje solo logró reforzar las fórmulas implementadas por el oficialismo y en otro orden de ideas, muy por el contrario a lo que analistas y políticos afirman, las voluntades que se sumaron a este proceso electoral motivados por la necesidad de terminar con este régimen delincuente, han desertado como bien pudimos apreciarlo en las pasadas elecciones del 16DIC12, decepcionados por la falta de firmeza y consecuencia del candidato opositor.
La entrega sumisa y anticipada ante los resultados electorales (por demás fraudulentos), sus posteriores declaraciones al respecto y las más recientes frente a la usurpación de Nicolás Maduro, propiciada por el poder legislativo y judicial en franca violación constitucional, no lo convierten precisamente en el candidato ideal que nos represente y enfrente una nueva elección frente a la maquinaria roja que controla todo el poder. Así que no aceptamos como argumento el que “no queda más remedio que ir con lo que tenemos”.
Los ciudadanos no estamos dispuestos a seguir dando concesiones al liderazgo político opositor que sigue demostrando falta de voluntad, carácter, entendimiento y creatividad para enfrentar los duros momentos que se nos vienen encima.
No aceptaremos el monopolio en la dirección de las acciones por venir so pena de desconocer al liderazgo actual y declararnos en total desobediencia hacia ellos antes de hacerlo con este régimen. Así como el chavismo ha violado la constitución en miles de ocasiones durante estos 14 años, nosotros no estamos dispuestos a ser una vez más, cómplices de otra violación ignorando el deber patrio que tenemos de restituir la constitucionalidad y la democracia en el país, por complacer a unos partidos políticos que han puesto a la nación y a sus ciudadanos en segundo plano por debajo de sus propias ambiciones.
No subestimen el poder de las redes sociales como vehículo de transmisión de ideas, conceptos y directrices, así como tampoco deben subestimar la indignación e impotencia de los venezolanos cansados de un liderazgo pusilánime y complaciente con quienes atropellan a los ciudadanos. Queda poco tiempo para ver decisiones que cambien la apreciación que hoy tenemos sobre la real voluntad política de nuestros partidos por salir adelante y acabar con el totalitarismo implantado en el país.
No hay vuelta atrás. Es ahora o mejor renuncien y que seamos los ciudadanos quienes tomemos nuestras propias decisiones, quizá de esta forma terminemos de organizarnos de una vez por todas.



Carta abierta a la MUD y a los partidos políticos