martes, 24 de noviembre de 2015

Diario de Leopoldo López: El día que llegué a Ramo Verde

Diario de Leopoldo López: El día que llegué a Ramo Verde: Me presenté ante una justicia injusta. Fui encerrado en la prisión de Ramo Verde el 18 de febrero a las once y media de la noch...

martes, 10 de noviembre de 2015

El espejo roto, Antonio Sánchez García

A José Rafael Herrera
En 2002 escribí Dictadura o democracia, Venezuela en la encrucijada. Tuve la soberbia presunción de que sería leído y tendría un mínimo efecto, por lo menos entre mis amigos políticos, con los cuales compartíamos preocupaciones en la Coordinadora Democrática.
Naturalmente me equivocaba: en Venezuela se lee, si es que se lee, pero no se reflexiona. El pensar no es uno de nuestros juegos preferidos. Uno de los ensayos que lo integraban se llamaba El espejo roto. Partía del supuesto que el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 había roto el espejo en que se veían los venezolanos. Y que, por efecto de las múltiples refracciones despedidas por los trozos esparcidos por los suelos, ya nada se vería como hasta entonces. Y lo que era infinitamente más grave: ya nada sería como antes. Pues creía, y lo sigo creyendo, que el espejo – una metáfora de la conciencia nacional – era parte de la esencia de la venezolanidad. Roto, rota la conciencia, roto el espejo del sustrato nacional, se harían visibles las costras de las viejas heridas y volverían a sangrar las viejas llagas aún no cicatrizadas.
Por esos mismos días reparé en los gravísimos efectos, si no el más grave de todos ellos ante una conciencia fracturada: la pulsión suicida, auto mutiladora a la que induce en los pueblos aventureros, irresponsables, tribales, impulsivos y carentes de esencia decantada, como el nuestro. Lo expresó en un breve e inolvidable ensayo Mario Briceño Iragorry, escrito y publicado en el umbral que, emergiendo de siglo y medio de dictaduras – corría el año de 1950 – anunciaba la alborada de la democracia : el nuestro era un pueblo sin conciencia histórica, la nuestra era muchísimo peor que una crisis de gobierno. La nuestra era – y sigue siendo – una crisis de pueblo.
Desde la publicación de ese primer libro dedicado a Venezuela me ha asombrado la casi absoluta ausencia de reflexión ontológica que aqueja a la práctica intelectual en Venezuela: la interrogante crucial sobre nuestro Ser. La fractura de la conciencia histórica prolifera en escritos de supervivencia. Libros de entrevistas a personajes de la farándula, recuentos históricos que rozan el anecdotario, literatura varia de entretenimiento anclada en alguno de los pedazos del espejo roto. Sin que, en general – y el casi y en general los enuncio en resguardo de errores involuntarios – nuestros académicos se pregunten en sus aulas, los filósofos en sus cátedras, los intelectuales en sus ocupaciones, los escritores en sus escritos: ¿qué es Venezuela? ¿Qué la diferencia de sus vecinos? ¿Cuál ha sido su aporte a la cultura universal? ¿En que específica región de las angustias existenciales de la humanidad se inserta?
Sería injusto desconocer el diagnóstico aportado por algunos de nuestros pensadores y el acento con que han denunciado nuestros males: el militarismo, el caudillismo, el estatismo, el clientelismo, el populismo, el rentismo y la escasa laboriosidad de sus gentes, entre otros. Como sería injusto desconocer el brutal rechazo con que los sectores dominantes en las distintas esferas de la opinión pública reaccionan ante las críticas y reiteran los errores en que vienen incurriendo desde que le abrieran los portones del Poder a la barbarie castrense, auspiciando salidas que no dan a ninguna parte. Una ludopatía electoralista y una disposición a la connivencia que antes que definir los males prefiere rechazar los remedios. Y convivir con la tragedia.
En un artículo reciente recordaba lo que bien podríamos denominar la crisis de la metafísica en Alemania: la dialéctica histórica entre autenticidad e inautenticidad como conflicto ontológico. Si entendemos por metafísica la máxima interrogante del pensar: ¿qué somos? Puesto en el tapete del cuestionamiento el rol jugado por Heidegger en la legitimación del Tercer Reich. Cuestionamiento que en el ámbito de la práctica social y del quehacer intelectual derivaba en la pregunta sobre la dificultad de decir NO. En esencia, sobre el sentido filosófico, profundamente humano y existencial de la protesta. Nada nuevo en la cultura de Occidente, pues se asienta en Parménides y sus dos vías del conocimiento: la que lleva a la verdad, al SER, a la autenticidad, y la que lleva a la no verdad, al NO SER, a la inautenticidad.
Navegamos a la deriva. En la liviana creencia de que el problema existencial que nos afecta se resuelve con el sencillo acto de depositar una papeleta de votación. Para elegir más de lo mismo. Propongo escarbar en esas honduras. Pues tras del espejo roto no encontraremos a Alicia en el país de las maravillas, sino el dantesco infierno de nuestras dictaduras.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Gulliver contra doce mil enanos, Carlos Alberto Montaner


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Resultado de imagen de carlos alberto montanerCuba 191, Estados Unidos 2. Eso se llama una paliza diplomática. Ciento noventa y un países votaron en la ONU a favor de una resolución presentada por Cuba contra las restricciones comerciales y financieras impuestas por Estados Unidos al gobierno de los Castro desde 1961. Sólo dos naciones se opusieron: Estados Unidos e Israel.
Viene ocurriendo desde hace mucho tiempo. La novedad es que este añoel gobierno de Obama lo celebra secretamente, aunque la ley y el sentido común obliguen a la diplomacia norteamericana a rechazar la resolución. El propio presidente había urgido al Congreso a que derogara la medida.
En todo caso, Estados Unidos, realmente, no se defendió. Al fin y al cabo, estas resoluciones de la ONU no son vinculantes. Es pura propaganda dentro de una organización tan desprestigiada que eligió a Venezuela y a Ecuador para pertenecer al comité que vigila el cumplimiento de los derechos humanos, que es algo así como poner al zorro a cuidar el gallinero.
Lo interesante es cómo la dictadura de los Castro consigue desviar la atención sobre el verdadero corazón del asunto -la persistencia de una dictadura estalinista derivada del modelo soviético erradicado de Occidente hace un cuarto de siglo- y la coloca sobre una percepción fabricada: una pobre isla asediada por la mayor potencia del planeta.David contra Goliat.
¿Cómo lo logra? Para entenderlo hay que saber que esa pequeña isla, improductiva y maltratada, menesterosa y pedigüeña, que no le paga a nadie porque malgasta sus recursos, posee una proyección exterior de gran potencia aprendida del KGB: cuenta con unas doce mil personas dedicadas a la tarea de promover las causas elegidas por Fidel Castro y heredadas y seguidas por su hermano Raúl.
¿Cuáles son esas causas? Esencialmente, la denuncia de Estados Unidos y del malvado y explotador capitalismo. Todo lo que se oponga a ese común enemigo es bienvenido: el Irán de los ayatolás, la Libia de Gadafi en el pasado, hoy la Rusia de Putin, el "socialismo del siglo XXI". Todo. Cualquier cosa.
¿Quiénes son esos doce mil funcionarios, correa de transmisión de ladiplomacia faraónica de Fidel, un narcisista aquejado, como tantos, por la urgencia grandiosa de imponerle su voluntad al mundo?
En primer lugar, la Dirección General de Inteligencia, con sus 1.500 oficiales, muy bien formados, regados por el mundo. Cada uno de ellos seduce, recluta o maneja a una docena de contactos locales. Los miembros del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), otro brazo de la inteligencia, presente en todos los países y todos los organismos internacionales. Las 119 embajadas cubanas, con 140 sedes y 21 consulados generales, todos manejados por la Seguridad. Las instituciones académicas, literarias o artísticas que tienen contactos con el exterior y viajan o reciben viajeros. Cualquier pieza encaja en el rompecabezas: un concierto de Silvio Rodríguez, una conferencia en Panamá. Lo que sea.
Total: miles de personas directa o indirectamente vinculadas a la vida política y a las comunicaciones de la mayor parte de las naciones del mundo, y muy especialmente a las de los principales países de Occidente que acaban respondiendo a los dictados de La Habana.
No cuento, por supuesto, a la contrainteligencia. Ese aparato, forjado a imagen de la Stasi alemana, cuenta en sus filas con el 0,5% de la población, unas 60.000 personas consagradas a la tarea de infiltrar y controlar a los "grupos enemigos" dentro de la Isla, entre los que se incluyen no sólo los demócratas que piden libertades, sino masones, iglesias cristianas, colectivos sospechosos como el LGTB o loscuentapropistas, que intentan levantar pequeños negocios caseros parasobrevivir en medio de tanta represión y estupidez.
Tan pronto se da la consigna de sacar la resolución anual de la ONU, ese inmenso mecanismo se pone en movimiento para lograr el objetivo. Siempre hay lazos con las cancillerías y las casas de gobierno, aunque formalmente sean enemigas. Cuba cuida esas relaciones personales como oro en polvo.
Todo se utiliza: desde dar tratamiento médico gratis al pariente de un diputado, un general o un jefe de policía local, hasta mandar sumas importantes de dinero a los candidatos electorales afines, o puros a los jefes de gobierno, o conseguirle un donjuán que alivie sus querencias genitales a una espía cubana de origen puertorriqueño, como le sucedió aAna Belén Montes.
Esta señora, condenada a 25 años de cárcel por espionaje, y cuyo indulto hoy examina el presidente Obama, alcanzó un altísimo puesto en el Pentágono. Su función oficial era reunir todos los análisis de las diferentes agencias e informar a la Casa Blanca sobre la peligrosidad de la Isla, pero la real, la que secretamente ejercía en beneficio de La Habana, era revelar a los Castro las fuentes de la inteligencia norteamericana (lo que costó algunas vidas) y contar la dulce historia de un pequeño e indefenso país que no suponía ningún peligro para la seguridad de Estados Unidos.
Washington, que ya ha perdido los reflejos que alguna vez tuvo durante la Guerra Fría, no sabe, no puede o no quiere luchar contra ese enemigo. Jonathan Swift, en Los viajes de Gulliver, describe como, al naufragar en Liliput, el capitán Lemuel Gulliver es atado y apresado por una legión de enanitos de 15 centímetros de estatura. Eso le ocurre a Estados Unidos. No es David contra Goliat. Es Gulliver contra 12.000 enanos eficientes.

martes, 3 de noviembre de 2015

Ataques y débiles, Carlos Rodríguez Braun



Leí este titular en La Vanguardia: "Ataque conservador a los más débiles". No correspondía a un editorial ni a un artículo de opinión. En páginas de información, firmaba un artículo Rafael Ramos, corresponsal en Londres, con una colección de topicazos que me recordaron la histeria del pensamiento único con Margaret Thatcher, a quien los políticamente correctos jamás perdonaron que ganara las elecciones con el voto mayoritario de los trabajadores, que supuestamente debían ser sus enemigos porque ella supuestamente los hostigaba con sus políticas liberales.
Desde el principio se manifiesta una aversión a los conservadores. De hecho, desde el título: rara vez habrá visto usted un titular en la línea de "ataque progresista a los más débiles", ¿verdad que no? Pero la derecha sí, los conservadores sí que odian a los débiles. Ramos los acusa de "cálculo electoral", algo que, como es obvio, sólo acometen los de derechas…
Se trataba de una idea de Cameron, que, como suele suceder con los conservadores, en ningún caso proponía grandes reducciones de la coacción estatal, pero sí planteaba el copago o la disminución de algunos capítulos del gasto público, como las subvenciones a la vivienda o las ayudas a los parados. A eso llamó el periodista "una redistribución del pastel para que los ricos se atiborren y los pobres pasen hambre". En serio. "Recortar –ya se sabe– a lo bestia y sin contemplaciones". En serio. Aseguró el periodista que los conservadores dejarán el Estado de Bienestar en “niveles de hace ochenta años, antes de que Gran Bretaña desafiara al nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Ahora el peligro alemán es otro”. En serio.
Los malvados neoliberales no sólo empobrecen al pueblo, sino que además lo hacen gastar tontamente: "La idea es que los jubilados echen mano por adelantado de sus fondos de pensiones estatales y se pulan el dinero si quieren en un Ferrari, un yate… aunque luego se queden a dos velas". Típico del intervencionismo: la gente es boba, con lo cual no puede ser libre. De ahí la maldad de los conservadores, porque quieren ampliar la libertad de comercio: "Cuanto mayor sea la tentación, más gente caerá en ella".
La conclusión es: "La filosofía está clara: minimizar el Estado y su papel como agente igualitario de la redistribución de la riqueza, y paralelamente dar libertad a los ricos y a los afortunados que se ganan bien la vida o tienen una buena pensión para que dispongan del capital a su antojo. Ortodoxia neoliberal llevada hasta sus últimas consecuencias".
Todo este disparate, repito, en páginas de información, no de opinión. Y nos siguen contando el viejo camelo de que los hechos son sagrados y las opiniones libres…

Comunismo: el dios que fracasó, Cristina Losada


Resultado de imagen de Cristina Losada
Este primero de noviembre, ocho días antes del aniversario de la caída del Muro de Berlín, fallecía allí, en la capital alemana, Günter Schabowski, el funcionario comunista que desencadenó el acontecimiento. En una rueda de prensa, a preguntas de los periodistas, Schabowski pronunció las palabras decisivas: "Ab sofort, unverzüglich" ("de inmediato, sin demora"), que condujeron a miles de habitantes de Berlín Oriental aquella noche hasta el Muro con la voluntad de pasar a la parte occidental.
No hubo ya manera de impedir aquel primer ejercicio de libertad de losossis, que hasta entonces sólo podían atravesar el Muro a riesgo de su vida, es decir, si conseguían burlar la vigilancia de los vopos y escapar de sus disparos. Porque el área que rodeaba al Muro en Berlín Este, que yo vi muchas veces en los primeros años 80 desde los miradores que había en el Oeste, era el que rodea una cárcel de alta seguridad o un campo de concentración.
El 9 de noviembre de hace veintiséis años los muros de aquella cárcel se vinieron abajo, pero el derrumbe del comunismo como fe revolucionaria a la que se convertían millones de personas en todo el mundo, dispuestas muchas de ellas a entregar su vida por la causa, se había producido décadas antes. En 1989 hacía tiempo que sólo había comunistas en los países no comunistas, y que el mundo comunista era una cáscara vacía, un mundo congelado que, tal vez por eso mismo, parecía capaz de mantenerse a perpetuidad por la pura inercia y por la impura eficacia de su extenso aparato de vigilancia y represión.
De ahí la sorpresa, el hecho de que apenas nadie contara con la caída del comunismo y menos aún con una caída que fue tan rápida como la de un castillo de naipes. Y de ahí, en parte, las interpretaciones que entonces se dieron, una vez más, para tratar de salvar la idea comunista de la realidadabominable que había gestado: aquellos regímenes que se llamaban a sí mismos comunistas no eran realmente comunistas, y lo que había caído, por tanto, no era el comunismo, sino una desviación, una distorsión, una errada versión del ideal.
Más aún, la desaparición de la horrenda realidad del comunismopermitiría trasladar de nuevo la idea al firmamento de las intenciones y dejarla allí perfectamente a salvo de incómodos encontronazos con sus consecuencias. Como escribió Revel en La gran mascarada (2000):
El socialismo encarnado daba pie a la crítica. Pero la utopía, por definición, es imposible de objetar. La firmeza de sus guardianes pudo volver, pues, a no tener límites desde el momento en que su modelo no era ya realidad en ninguna parte.
Como el comunismo era un cadáver en 1989, aunque ha de tenerse en cuenta que los cadáveres políticos también pueden matar y sojuzgar, es fácil que se olvide que esa ideología fue la religión secular más importante y duradera -y mortífera- del siglo XX. Es fácil que la imagen delapparatchik cínico y corrupto, del miembro de la Nomenklatura que disfrutaba de unos privilegios y un nivel de vida inimaginables para el común de los súbditos, relegue a la del idealista, el militante comunista convencido y entregado que de buena fe perseguía la realización del paraíso en la Tierra. Sin embargo, ambas figuras no sólo son las caras de la misma moneda, no sólo no hubiera existido la una sin la otra. Resulta que en la figura del idealista está la clave.
En 1949 un laborista de izquierdas, Richard Crossmann, tuvo la idea de hacer un libro con los testimonios de varios excomunistas que se habíandesconvertido y eran ya anticomunistas. El libro se llamó The God thatFailed (El dios que fracasó), y reunió textos de Arthur Koestler, Ignazio Silone, André Gide y Stephen Spender, entre otros. Podríamos decir que fue el primer libro de disidentes notables –y occidentales– del comunismo. En su introducción, Crossmann dice con gran lucidez:
El atractivo emocional del comunismo reside precisamente en los sacrificios –tanto materiales como espirituales– que requería del converso (…) El atractivo de un partido político corriente es lo que ofrece a sus miembros: el atractivo del comunismo era que no ofrecía nada y lo exigía todo, incluida la entrega de la libertad espiritual.
Esa entrega absoluta al ideal es la clave del poderoso atractivo que ejerció el comunismo, como es la clave de que siga gozando de prestigio aún a día de hoy. Pero justo el hecho de que unos idealistas que querían liberar a la Humanidad engendraran unos regímenes que esclavizaron y mataron a millones de seres humanos debería servir de advertencia. La historia del comunismo, en fin, tendría que ser el antídoto para el idealismo que, en esta o aquella forma, intoxica y embriaga cada tanto, más bien cada poco, a personas y a sociedades.