sábado, 12 de diciembre de 2015

Juan Carlos Sosa Azpúrua: Reflexiones post electorales: ¿Jugada maestra de Fidel Castro?


Preludio
Los resultados electorales, más allá de todas las emociones que generan, obligan a realizar diversos análisis, buscando todas las alternativas posibles. Considero esencial que estos resultados se evalúen en el contexto real de lo que vivimos, más allá de las lecturas obvias que pueden desprenderse.
thumbnailjuancarlossosaPremisas: las elecciones se efectuaron en el marco de una dictadura comunista y con una entidad electoral completamente viciada, desde su esqueleto hasta cada órgano de su cuerpo.
Estos vicios son reales y es importante que esta perversión no se olvide. También es cierto que el régimen es una tiranía sostenida por una dictadura que tiene casi setenta años perfeccionando el arte de la mentira y la simulación.  Fidel Castro y su banda de malhechores se morirán en el poder y la astucia estratégica que se los permitió no debe nunca subestimarse o negarse.
Durante varios años hemos intentado explicar lo peligroso que es legitimar -dándole trato de gobierno –  a un régimen de estas características, máxime cuando se ha hecho evidente sus conexiones con los dos universos más tenebrosos: el narcotráfico y el terrorismo; haciendo de nuestro territorio paraíso para el escondite, lavado y tráfico de droga, incluyendo el control de sus rutas internacionales; y la guarida segura de terroristas y fundamentalistas islámicos.
La fuerza que sostiene a un régimen de esta naturaleza está alimentada por diversas matrices, incluyendo la ideológica, que se usa como instrumento para esconder los intereses de los “señores de la guerra” y las alianzas geopolíticas que se tejen para someter a pueblos enteros con ideas que les envilecen, hasta volverlos inertes y así dominarlos indefinidamente.
El difunto Chávez y sus herederos políticos son agentes de estos universos malignos y allí el fin de enquistarse eternamente en el poder siempre justificará cualquier medio, desde el asesinato hasta la manipulación de cualquier elemento institucional que sirva sus propósitos.
Durante diecisiete años, el equivalente a casi cuatro gobiernos anteriores a 1998, la agencia local de Fidel Castro, eso que llaman “chavismo”, ha tenido éxito en su estrategia de someter a Venezuela a su voluntad de poder, colonizándola con sus usos y costumbres, llegando hasta la libreta de racionamiento y la cultura del burdel.  Hoy la gente hace cola para comprar un papel higiénico que escasea y muchas de las jóvenes, con belleza suficiente, han sucumbido a la tentación de llevar una doble vida y así conseguir lo que un trabajo convencional-si es que lo tienen- no les permite.
Todo pueblo sometido a esta realidad experimenta diversos estadios involutivos. Primero se encandila con las promesas de un paraíso en la tierra, luego se desilusiona y reacciona; si las cosas salen bien se libera, pero si no, comienza a adaptarse y finalmente sucumbe a la resignación de una vida perdida.
Los venezolanos hemos mostrado resistencia elocuente, y hasta heroica.
Desde 2002, la ciudadanía ha venido reiteradamente rechazando al chavismo, demostrando que no estamos dispuestos a vivir como se “vive” en la Cuba de Fidel Castro. Esta resistencia se ha demostrado en todos los escenarios, en las calles y en las urnas electorales. Pero siempre el truco, la estrategia de Castro, se impuso, gracias en cierto modo a la insistencia de la mayoría de la dirigencia política en mantener la lucha en el terreno de unas instituciones írritas; y en el populismo.
Los altos precios del petróleo y el narcotráfico generaron una burbuja de ilusiones de prosperidad material, que adulteró la crudeza del tirano en las percepciones, volviéndole potable ante los ojos del mundo y de muchos integrantes de la sociedad.
Como las cúpulas cruzadas y los arbotantes de las catedrales góticas, el régimen multiplicó sus brazos y equilibró sus fuerzas, sosteniendo un aparato que logró poner presidentes en varios países y crear organismos multilaterales de influencia intercontinental.
Diversas elecciones se celebraron en Venezuela, y en todas se hizo fraude. El régimen volteó los resultados de 2004 y cuando las denuncias de fraude llegaron a su cénit, aflojó la tensión ascendente reconociendo su derrota en 2007, lo que tranquilizó al país y le dio confianza en la posibilidad de derrotarle por la vía electoral.
Esta confianza ciega y triunfalista de gran parte de la dirigencia política, costó la implantación de la reelección indefinida en 2009 -mutilando el significado de lo que es una Democracia-, y erosionó la verdad de la realidad del país en las parlamentarias de 2010 y las presidenciales de 2012 y 2013.
En 2012 existen indicios poderosos de que los resultados de Chávez se le atribuyeron a Capriles y los de éste a Chávez; pero no hubo mayor discusión ante la inminencia de otras elecciones, esta vez la de gobernadores dos meses después.
En 2013 el fraude fue tan descomunal, que en un primer momento los dirigentes políticos decidieron denunciarlo, para muy pronto “olvidarlo” y meterse otra vez en una carrera electoral, ahora para lograr algunas alcaldías a ocho meses del fraude.
Observar a los alcaldes y gobernadores de la oposición cantando el himno nacional, coreando al fantasma de Chávez, frente al usurpador Maduro y en Miraflores; aunado a los fraudes acumulados, fue demasiado ácido para el estómago; y en 2014 la juventud venezolana decidió lanzarse a las calles en búsqueda de una libertad que se hacía evidente no podría lograrse por medios convencionales.
La comunidad internacional tomó nota; la DEA y el Departamento de Estado estadounidense denunciaron a altos jerarcas del régimen como narcotraficantes y se logró un influyente consenso respecto al carácter dictatorial de eso que funge de Gobierno en nuestra nación.
Pero la MUD optó por el diálogo con el dictador y rápidamente neutralizaron los efectos que estaba teniendo el rechazo popular evidente, terminal, a un régimen que perdió la legitimidad de ejercicio desde el año 2002 y formalmente la legitimidad de origen con el descarado robo electoral de 2013.
Ante la terrible realidad de seguir conviviendo con una narco tiranía que mueve los hilos más finos del destino venezolano, la MUD ignoró cualquier ruta constitucional y válida que fuera diferente a la exclusivamente electoral, fijada por esta entidad política como la única opción para resolver la tragedia del país.
Dilema ético
El dilema moral y ético de aceptar una convivencia con el mal, y cogobernar con el mismo, no ha sido nunca materia de discusión en el ámbito político. Sencillamente privó la visión exclusivamente pragmática y ésta de forma reduccionista, solo lo electoral, como ya hemos mencionado.
La MUD insistió en su estrategia, una que ha sido inmune al paso del tiempo, asumiendo que Venezuela puede soportar indefinidamente los efectos letales de la destrucción a que ha sido sometida deliberadamente por el chavismo.
Esta estrategia electoral, es importante recalcar, puso de lado las consideraciones éticas implícitas en la permisividad que se le sigue dando al régimen para que continúe su plan destructivo.  Algunos considerarán que es ridículo siquiera mencionar este aspecto del problema, pero considero que es quizás el más relevante de todos. Un país sometido al envilecimiento de su esencia, pide a gritos que en el ámbito político se rescate las razones superiores por las que se debe hacer política.
Ninguna sociedad puede erigirse pisando los valores que enaltecen al Ser Humano, y si no se plantea la ética como un ingrediente esencial del escenario público, algo muy carcomido está privando en las decisiones que se toman.  Convivir y cogobernar con un régimen aliado al narcotráfico y terrorismo internacional es éticamente inaceptable, y eso no tiene discusión.
Euforia post electoral y sus peligros
Pero al margen del argumento ético, igual debe someterse a la más profunda discusión y debate nacional la conveniencia práctica de tener a lo electoral como un dogma canónico de imposible cuestionamiento.
Parece extemporáneo e inoportuno presentar esta reflexión en un momento de éxtasis generalizado, en plena euforia post electoral, donde la MUD logró lo que ni ella misma jamás imaginó que alcanzaría: la mayoría calificada de la Asamblea Nacional, ni más ni menos.  Se trata de un resultado que en condiciones normales no sorprendería a nadie, pero, en esta pantomima que sufrimos, es en apariencia lo más parecido a un milagro.  No obstante, es ahora cuando más tenemos que reflexionar sobre este asunto.
 ¿Por qué “en apariencia” y no un milagro a secas? / Helada frialdad
Las emociones han de ponerse de lado. Se requiere en este momento analizar el panorama con la mayor frialdad posible. Cuando durante este 2015 me sentaba con mi equipo de trabajo a considerar escenarios sobre la realidad actual y las inminentes elecciones parlamentarias, siempre afirmé que si yo fuera Fidel Castro aceptaría concederle no la mayoría simple, sino toda la Asamblea Nacional a la MUD.
Públicamente lo sostuve a través de diversos medios, aunque lo que más afirmé fue la probabilidad de que el régimen cedería la mayoría simple y quizás ninguna mayoría, porque abrigaba el deseo que Maduro se equivocara y, desplegando las “luces” que le caracterizan, buscara robarse el proceso completo, “consolidando” así su liderazgo dentro de un ámbito cerrado de aliados que le desprecian; mofándose de la comunidad internacional, asumiendo la actitud de guapetón de barrio, que es tan típica en él, y que vemos manifestando en hechos como la kafkiana prisión de tantos presos políticos que hoy se pudren en la cárcel, y los ridículos ataques a los que somete obsesivamente al presidente de una empresa respetada y admirada por el mundo entero.

Ajedrez infernal
Abrigaba el deseo de que Maduro se equivocara porque si se robaba las elecciones, esta vez su suerte no sería la misma; había suficiente fuerza y convicción en factores clave del país y del planeta, que hubieran usado este nuevo vejamen para ponerle coto final – y constitucional- al régimen, llevar a sus cabecillas a las cortes internacionales de justicia y organizar a la nación en tiempo perentorio para unas elecciones presidenciales que le dieran la bienvenida a una democracia real, liberada del cáncer chavista.
Y pensaba entonces, y aún lo hago, que siendo el régimen de Castro un campeón de ajedrez sentado en uno de los frentes de la mesa, ese jugador infernal no dejaría pasar este momento sin hacer una jugada magistral, riesgosa, increíblemente audaz, pero necesaria ante la realidad presente de un país al borde de la explosión social.
Consideremos lo ocurrido en 2007.  El régimen retrocedió ante la presión recibida y aceptó su derrota, aunque para ese momento disimuló la brecha con cifra artificiales que no reflejaban la contundente victoria de las fuerzas que se le oponen; pero reconoció su fracaso y bajó la cabeza.
Apenas había pasado un año, y la misma consulta – inconstitucional por lo demás – esta vez sí le dio la victoria a Chávez, pero como en esta ocasión también se concedía la reelección indefinida a todos los demás cargos de elección popular, entonces no hubo mayor protesta de la dirigencia política del país, que aceptó silente este nuevo fraude electoral y constitucional.
Pero este triunfo de 2007, regresó la confianza perdida en un CNE que para entonces estaba completamente devaluado, siendo percibido como una cueva de tramposos. A partir de entonces, se repitió hasta el cansancio que el régimen sí era derrotable electoralmente y que no había otro camino que ese para confrontarlo.
Los ases bajos las mangas de Fidel Castro
Llegamos a 2015 y tras seis años de fraudes electorales consecutivos, otra vez se logra inculcar en el escenario público la suspicacia hacia el CNE, quedando claro ante el mundo que en Venezuela se irá a las elecciones parlamentarias sin condiciones elementales garantizadas.
Todos estábamos preparados para el fraude que se cometería, era vox populi en cualquier rincón del planeta. Sumándole el hecho de ser este el peor año económico de la historia del país, el régimen tenía que recurrir a acciones excepcionales y riesgosas para coger un respiro, hacer una suerte de huida hacia adelante y ganar tiempo.
Ahogándose como estaba, al régimen le urgía sujetarse a alguna tabla que tuviera una suerte de poderes mágicos de transformación de la realidad y lo salvara del hundimiento:
1) “Borrando” su naturaleza dictatorial al punto de que suene ridículo siquiera sospecharlo;
2) Imprimiéndole alguna imagen de estadista a los jerarcas del régimen, a través de discursos de altura democrática incuestionable;
3) Disipando las dudas y suspicacias respecto al CNE, blindándolo para el futuro;
4) Calmando la presión social;
5) Trasladando la culpa de sus males a las fuerzas opositoras;
6) Consolidando un precedente de reconocimiento de resultados electorales adversos, lo suficientemente poderoso y espectacular como para eliminar cualquier autoridad moral que pudiese esgrimir la oposición en futuras contiendas, cuando se decida volver a activar el aparato fraudulento.
Para que esta “magia” funcionase, no podía quedar dudas sobre su recto proceder en las parlamentarias.
Y más de uno se preguntará el por qué no se limitó a conceder una mayoría simple, un riesgo menos audaz que quizás hubiera sido aceptado por la MUD, a juzgar por algunas declaraciones dadas por sus dirigentes más connotados, que estaban preparados para aceptar esa victoria a medias.
La razón tiene que ver con la presión social y el hecho de que habíamos sembrado en la matriz de opinión nacional e internacional el consenso de que esa mayoría simple representaría un fraude inaceptable.
Y era eliminar ese tufo fraudulento una de las prioridades del régimen, para así dejar a todos paralizados con la sorpresa, generando tal nivel de triunfalismo esperanzador que provocara un descenso abrupto de la angustia colectiva que amenazaba con explotar en cualquier momento.
No es casual en la mitología que el peor espectro de la caja de Pandora se llame “esperanza”.
Obvio que Maduro no quería esta derrota, tampoco los guapetones de barrio que le acompañan, que no tienen prurito en demostrar lo “arrechos” que son, y lo “consolidada” que está su revolución.  Estaban dispuestos a ejecutar su fraude sin ningún pudor.
Pero aquí hay que recordar que estos personajes son peones de un tablero, cuyas fichas las mueve un maestro, que sabe jugar el ajedrez político con el mismo virtuosismo con que Bobby Fisher jugaba el ajedrez convencional.
Concediendo la mayoría calificada, Fidel Castro expuso su reina con la finalidad de salvar al rey. El hecho de que fuera una jugada desesperada – para el ojo despistado una jugada irracional- no significa que no fuera necesaria ante la cruda realidad que enfrentaba.
Pero para hacerlo, seguramente no esperó al último momento, sino que lo planificó con suficiente anticipación para garantizar una disminución considerable del riesgo que correría.
Al igual que yo pensé desde principios de este año que entregar toda la AN a la MUD sería una jugada maestra de los Castro, estoy convencido que también lo pensó el más fiel representante de Lucifer.
Y como este particular ajedrez no es precisamente jugado por un maestro honesto, cualquier trampa es factible, y pueden estar seguros que ese truco se planificó con esmero profesional. Ahora se está corriendo la bola, creando una especie de leyenda urbana, de que el alto mando militar, encabezado por el Ministro de Defensa, decidió acatar la Constitución y en un gesto patriota obligó a Maduro a reconocer su derrota. Hemos visto a personajes de la vida pública agradecer al general Vladimir Padrino López por su actuación.  Pero una revisión elemental, revela los lazos estrechos de este señor con Fidel Castro, a quien reiteradamente, en forma pública y notoria, ha dado muestras elocuentes de fidelidad y sumisión.  Lo que ocurrió fue lo que sospechábamos desde antes del proceso electoral. Llegado el momento de la verdad, Maduro intentó actuar como agente libre e imponer su voluntad; pero allí estaba su amo Fidel Castro preparado para frenarlo y exigirle la subordinación debida; y ese amo actuó a través de un alto mando militar que le es completamente fiel.

Enseñanzas de la Grecia antigua
Cuenta Homero en la Ilíada y también Virgilio en la Eneida, que ya prácticamente derrotados los griegos por los troyanos, Odiseo le encargó al mejor de los carpinteros, Epeo el feocio, la construcción de un caballo de madera, colosal, hermoso, que luciera como una ofrenda de los dioses a los troyanos, para que se sintieran seguros de su victoria y fueran cegados por el triunfalismo.
Los troyanos bajaron la guardia y dejaron pasar al caballo, que colocaron en el centro de su ciudad como trofeo. Llegada la noche, descendieron de los compartimentos secretos los héroes griegos, que abrieron las puertas de la ciudad amurallada, para que entrara su ejército y destruyera a Troya. Así los troyanos fueron derrotados y los griegos se impusieron, logrando la hegemonía absoluta sobre su enemigo.
Este mito, cantado por los poetas para las generaciones de todos los tiempos, concentra enseñanzas que fueron materializadas con éxito en la realidad por genios consejeros de reyes y príncipes, como Sun Tzu y Nicolás Maquiavelo.
En el contexto que vivimos, es vital recordar esta mitología y asumir como un hecho que Fidel Castro usará ese caballo como una pieza esencial de su diabólico talento ajedrecista.  Conceder su régimen la mayoría calificada de la AN a las fuerzas que se le oponen, sin más ni más (y con una reacción tan pacífica del universo chavista), es prácticamente imposible de ser pensado por cualquiera que conozca el proceder de aquellos que se perpetúan en el poder, de cualquier período histórico que se considere.  Es sencillamente too good to be truth.
Me resulta difícil de creer que lo ocurrido el seis de diciembre no sea el plan B de Fidel Castro, al fin y al cabo, es una jugada perfecta. Castro mete en la MUD a varios agentes infiltrados (unos pocos le bastan), usándola de Caballo de Troya. Llega el seis de diciembre, y le quita el velo a la realidad, dejándole descubierta en todo su esplendor, sin trucos que la empañen; es una droga, la heroína inyectada en las venas del país.
Al desactivar su casa de los trucos, Fidel Castro permite que hable la verdad y la oposición conquiste totalmente la AN.
Los majunches en el poder
Valiéndose de las expectativas que la misma MUD le sembró a la población durante la campaña electoral, Castro sabe que ahora será la MUD el centro de atención de un pueblo desesperado y ansioso de soluciones mágicas a sus crueles problemas cotidianos.
Como la misma MUD promovió estas elecciones como un plebiscito, se le crea la ilusión al pueblo de que ha surgido un nuevo gobierno, un mandato de la oposición, “los majunches” sí volvieron, “regresó la cuarta República” al poder.
Ahora toca la realidad.  Los resultados electorales resucitan y empoderan a políticos devaluados, que el régimen tiene como necesarios para generalizar y perpetuar el discurso socialista y electoral en el espectro público. Se aniquila cualquier posibilidad en el corto plazo que surja una oposición que desee confrontarlo en un terreno diferente al que tradicionalmente el régimen ha controlado como si se tratase de su marioneta de circo. La izquierda conquista los espacios hegemónicamente.
Comienzan en enero 2016 las sesiones parlamentarias y sutilmente bajan del Caballo de Troya los agentes castristas infiltrados en la MUD. Las discusiones en la AN se complican. Los proyectos de leyes esperados, los diputados honestos de la MUD los ponen a debatir, pero de repente son saboteados con antagonismos ideológicos o meras inasistencias a las sesiones por parte de esos pocos diputados de la MUD (los infiltrados) que se “enferman” o “están considerando mejoras en las redacciones y contenidos de esos proyectos de ley”.
El régimen sigue destruyendo al país, pero esta vez sus incumplimientos con el pueblo son achacados al saboteo que le tienen orquestado desde la AN.  Ahora las casitas para el pueblo no se entregan por culpa de la MUD; las pensiones de los viejitos se retrasan por culpa de la MUD; tampoco aparecen los pollos y las medicinas por culpa de la MUD; la situación económica empeora por culpa de la MUD; los robos y secuestros no se controlan por culpa de la MUD; las colas para comprar cualquier cosa inexistente son culpa de la MUD; y así ad infinitumVieron ustedes, volvieron los de la cuarta y allí los tienen, no sirven para nada, solo para buscar implantar un modelo neoliberal que destruye las reivindicaciones que el chavismo le permitió al pueblo, están matando el legado de Chávez
Pasan los meses, la rabia del pueblo aumenta, sus expectativas, sembradas por la MUD durante esta campaña electoral, no se cumplen, ninguna, o casi ninguna.
Y no solo el saboteo de los infiltrados en la AN constituye la carta bajo la manga de Fidel Castro; también tiene bajo la otra manga el hecho de que el resto de los poderes públicos están secuestrados por su régimen y para que las leyes se promulguen y ejecuten, requieren de una intervención de los mismos que le será negada, y que la MUD, fiel a su “conducta institucional y apegada la constitución”, deberá acatar, so pena de ser tildada de “golpista” por el propio régimen al que han insistido en legitimar con el trillado argumento de la institucionalidad democrática que siempre respetarán. (Cambiar a los integrantes de esos poderes públicos, gracias a la mayoría calificada, resultará en la práctica mucho más complejo de lo que parecía durante la campaña electoral y durante la fiesta triunfalista que hoy está en su apogeo).
Y  ese “incumplimiento” de la MUD será el combustible para que el régimen ponga en marcha otra vez su aparato fraudulento, monte el teatro para su acto final, la consolidación de su proceso revolucionario a través de referéndum revocatorio tardío (que los infiltrados dentro de la MUD, en la AN, buscarán evitar o postergar al máximo) y/o elecciones presidenciales, que por supuesto “ganará” la ficha que decida el dueño del circo, que ante las denuncias de fraude que surgiesen, le bastará decir: lo que vale para el pavo, vale para la pava… vieron, cuando ganan los majunches, los revolucionarios lo reconocen, pero cuando pierden, entonces cantan fraude
El teatro se erigirá sobre falacias creíbles y creo que la más efectiva será el uso del argumento -hoy tan usado por casi todos los opinadores de oficio y políticos, incluyendo a connotados dirigentes de la MUD- de que el pueblo chavista votó por la oposición en estas parlamentarias para castigar al gobierno y hacerlo recapacitar, no porque le gustara esa oposición.
Para darle credibilidad al fraude que cometerá en el futuro y explicar cómo se pudo voltear a su favor un universo tan vasto de electores que hoy le repudió, al régimen le bastará afirmar: el pueblo chavista recapacitó al ver a los “majunches” gobernar desde la AN; regresó el amor hacia la revolución y el odio a los zombis de la “cuarta”, que ahora sí es verdad que no volverán más nunca a gobernar este país.



Conclusión
Para evitar que este escenario dantesco se materialice, la única salida que veo consiste en aprovechar al máximo la jugada desesperada que tuvo que hacer Fidel Castro para extenderle la vida (y quizás salvar) al régimen que estaba a punto de colapsar antes de las elecciones parlamentarias del seis de diciembre.
Y este aprovechamiento no puede delegársele todo a la MUD, eso sería mortal. El país entero debe activarse para exigir que la MUD ponga en marcha cuanto antes el referéndum revocatorio del mandato que hoy usurpa el ciudadano colombiano Nicolás Maduro Moros.  No puede esperarse ni un minuto una vez instalada la nueva Asamblea Nacional.
La prioridad número uno, junto con la liberación de todos los presos políticos, tiene que ser la revocatoria de Maduro a más tardar para el mes de abril y la convocatoria a unas elecciones presidenciales abiertas, donde participen todos aquellos que lo deseen, incluyendo a los liberados presos políticos (si para ese momento ya han sido liberados).
Cada mes que pase, es mes que aprovechará el régimen para hacer creíble la falacia de voltear al pueblo chavista y hacerlo recapacitar.
A partir de la farsa electoral de 2006, nunca creí en las elecciones como vía para derrotar a un régimen tan nefasto; son diecisiete años donde se han dejado pasar muchas oportunidades de oro para defenestrarlo. Pero por efecto paradójico de la misma destrucción a la que hemos sido sometidos, las circunstancias actuales han cambiado, haciendo que un referéndum revocatorio sea conveniente, pero solo en el corto plazo, en el muy pero muy corto plazo.
No puede haber otra agenda en la vida del país y tampoco en la AN, es quizás la única esperanza que nos queda de hacer que la estrategia de Fidel Castro le explote en la cara y nuestra Venezuela gane finalmente la partida de ajedrez, abriéndole la ventana a la libertad; renaciendo mucho más fuerte y sabia, lista para coger vuelo y alcanzar sus infinitas posibilidades de grandeza.
@jcsosazpurua / venezuelafenix@gmail.com

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Discurso de Stalin sobre Lenin (1924)

Discurso pronunciado en una velada de los alumnos de la escuela militar del Kremlin


28 de enero de 1924

Camaradas: Me comunicaron que habíais organizado una velada en memoria de Lenin y que estaba invitado como uno de los informantes. Considero que no es preciso hacer una exposición sistematizada de las actividades de Lenin. Creo quesería mejor circunscribirse a relatar varios hechos que subrayan ciertas particularidades de Lenin como hombre y como político. Quizás no haya relación interna entre estos hechos, pero eso no puede ser óbice para que os hagáis una idea general de Lenin. Sea como fuere, en este momento no puedo daros más de lo que acabo de prometer.

El águila de las montañas

Conocí a Lenin en 1903. Por cierto, este conocimiento no fue personal. Nos conocimos por correspondencia. Pero ello me produjo una impresión indeleble, que no se ha desvanecido en todo el tiempo que llevo trabajando en el Partido. Me encontraba entonces en Siberia, deportado. Al conocer la actuación revolucionaria de Lenin en los últimos años del siglo XIX y, sobre todo, después de 1901, después de la publicación de «Iskra», me convencí de que teníamos en él a un hombre extraordinario. No era entonces, a mis ojos un simple jefe del Partido; era su verdadero creador, porque sólo él comprendía la naturaleza interna y las necesidades imperiosas de nuestro Partido. Cuando lo comparaba con los demás dirigentes de nuestro Partido, me parecía siempre que los compañeros de lucha de Lenin -Plejánov, Mártov, Axelrod y otros-estaban a cien codos por debajo de él; que Lenin, en comparación con ellos, no era simplemente un dirigente, sino un dirigente de tipo superior, un águila de las montañas, al que era ajeno el miedo en la lucha y que llevaba audazmente el Partido hacia adelante, por los caminos inexplorados del movimiento revolucionario ruso. Esta impresión había calado tan hondo en mi alma, que sentí la necesidad de escribir de ello a un amigo íntimo, emigrado entonces en el extranjero, pidiéndole su opinión. Al cabo de algún tiempo, cuando ya me encontraba deportado enSiberia -era a fines de 1903-, recibí una contestación entusiasta de mi amigo y, acompañándola, una carta sencilla, pero de profundo contenido, escrita por Lenin, a quien mi amigo había dado a conocer mi carta. La esquela de Lenin era relativamente corta,pero contenía una crítica audaz, una crítica valiente de la labor práctica de nuestro Partido, así como una exposición magníficamente clara y concisa de todo el plan de trabajo del Partido para el período próximo.Sólo Lenin sabía escribir sobre las cuestiones más complejas con tanta sencillez y claridad, con tanta concisión y audacia; en él, cada palabra, más que palabra, es un disparo. Esta esquela sencilla y audaz me reafirmó en el convencimiento de que en Lenin tenía nuestro Partido un águila de las montañas. No puedo perdonarme el haber quemado aquella carta de Lenin, lo mismo que muchas otras, siguiendo mi costumbre de viejo revolucionario clandestino.

De entonces datan mis relaciones con Lenin.

La modestia
Vi por primera vez a Lenin en diciembre de 1905,en la Conferencia bolchevique de Tammerfors (Finlandia). Esperaba ver al águila de las montañas, al gran hombre de nuestro Partido, a un hombre no sólo grande desde el punto de vista político, sino también, si queréis, desde el punto de vista físico,porque me imaginaba a Lenin como a un gigante apuesto e imponente. Cuál no sería mi decepción,cuando vi a un hombre de lo más corriente, de talla inferior a la media y que no se diferenciaba en nada,absolutamente en nada, de los demás mortales...

Es costumbre que los «grandes hombres» lleguen tarde a las reuniones, para que los asistentes esperen su aparición con el corazón en suspenso; además,cuando va a aparecer el «gran hombre», los reunidos se advierten: - «¡Chist…, silencio..., ahí viene!». Este ceremonial no me parecía superfluo, pues impone, inspira respeto. Cuál no sería mi decepción, cuando supe que Lenin había llegado a la reunión antes que los delegados y que, metido en un rincón, platicaba del modo más sencillo y natural con los delegados más sencillos de la Conferencia. No oculto que esto me pareció entonces una infracción de ciertas normas imprescindibles.

Sólo más tarde comprendí que esta sencillez y esta modestia de Lenin, este deseo de pasarin advertido o, en todo caso, de no llamar la atención,de no subrayar su alta posición, que este rasgo constituía una de las mayores virtudes de Lenin como jefe nuevo de las masas nuevas, de las sencillas y corrientes masas de las «capas bajas» más profundas de la humanidad.

La fuerza de la lógica
Admirables fueron los dos discursos que Lenin pronunció en esta Conferencia: sobre el momento y sobre la cuestión agraria. Por desgracia no se han conservado. Fueron unos discursos inspirados, que arrebataron de clamoroso entusiasmo a toda la Conferencia. La extraordinaria fuerza de convicción,la sencillez y la claridad de los argumentos, las frases breves e inteligibles para todos, la falta de afectación,de gestos aparatosos y de frases efectistas, dichas para producir impresión, todo ello distinguía favorablemente los discursos de Lenin de los discursos de los oradores «parlamentarios»habituales.

Pero no fue este aspecto de los discursos de Lenin lo que me cautivó entonces. Me subyugó la fuerza invencible de su lógica, que, si bien era algo seca, dominaba al auditorio, lo electrizaba poco apoco y después, como suele decirse, hacía que se le rindiera incondicionalmente. Recuerdo que muchos de los delegados decían: «La lógica en los discursos de Lenin es como unos tentáculos irresistibles que le atenazan a uno por todos lados y de los que no hay modo de zafarse: hay que rendirse o disponerse a sufrir un fracaso rotundo».

Creo que esta particularidad de los discursos deLenin es el lado más fuerte de su arte oratorio.

Sin lloriqueos
Vi a Lenin por segunda vez en 1906, en el Congreso de Estocolmo de nuestro Partido. Es sabido que en este Congreso los bolcheviques quedaron en minoría y sufrieron una derrota. Por vez primera vi a Lenin en el papel de vencido. No se parecía ni en un ápice a esos jefes que, después de una derrota, lloriquean y se desaniman. Al contrario, la derrota convirtió a Lenin en la personificación dela energía, que impulsaba a sus partidarios a nuevos combates, a la victoria futura. He dicho la derrota de Lenin. Pero ¿qué derrota fue aquélla? Había que vera los adversarios de Lenin, a los vencedores del Congreso de Estocolmo, a Plejánov, a Axelrod, aMártov y a los demás: se parecían muy poco a verdaderos vencedores, porque Lenin, con su crítica implacable del menchevismo, no les dejó, como suele decirse, hueso sano. Me acuerdo de que nosotros, los delegados bolcheviques, agrupándonos
en torno suyo, mirábamos a Lenin, pidiéndole consejo. Los discursos de algunos delegados dejaban traslucir el cansancio, el desaliento. Me acuerdo que Lenin, contestando a aquellos discursos, dijo mordaz, entre dientes:
«No lloriqueéis, camaradas; venceremos sin duda alguna, porque tenemos razón». Del odio a los intelectuales llorones, de la fe en las fuerzas propias, de la fe en la victoria: de esto nos habló entonces Lenin. Se advertía que la derrota de los bolcheviques era pasajera, que los bolcheviques habían de vencer en un porvenir próximo.

«No lloriquear en caso de derrota»: éste es el rasgo peculiar de la actividad de Lenin que le ayudó a agrupar en torno suyo un ejército incondicionalmente fiel a la causa y con fe en sus propias fuerzas.

Sin presunción
En el Congreso siguiente, celebrado en Londres en 1907, fueron los bolcheviques quienes salieron vencedores. Entonces vi por primera vez a Lenin en el papel de vencedor. Generalmente, la victoria embriaga a cierta clase de jefes, los llena de vanidad,los hace presuntuosos. En tales casos, se ponen las más de las veces a cantar victoria y se duermen en los laureles. Pero Lenin no se parecía ni en un ápice a esta clase de jefes. Al contrario, precisamente después de la victoria ponía de manifiesto una vigilancia y una prudencia particulares. Recuerdo que Lenin repetía entonces con insistencia a los delegados: «Lo primero es no dejarse deslumbrar por la victoria y no envanecerse de ella; lo segundo,consolidar el éxito obtenido; lo tercero, rematar al enemigo, porque sólo está batido y dista aún mucho de haber sido rematado». Se burlaba, mordaz, de los delegados que afirmaban, a la ligera: «Se ha acabado para siempre con los mencheviques», Al él le fue fácil demostrar que los mencheviques tenían todavía raíces en el movimiento obrero y que había que combatirlos con habilidad, evitando por todos los medios la sobreestimación de las fuerzas propias y,sobre todo, el menosprecio de las fuerzas del enemigo.

«No envanecerse de la victoria»: éste es el rasgo peculiar del carácter de Lenin que le permitía medir con ponderación las fuerzas del enemigo y poner al Partido a salvo de cualquier eventualidad.

La fidelidad a los principios
Los jefes de un partido no pueden menospreciar la opinión de la mayoría de su partido. La mayoría es una fuerza que un jefe no puede dejar de tener en cuenta. Lenin lo comprendía tan bien como cualquier otro dirigente del Partido. Pero Lenin nunca fue prisionero de la mayoría, sobre todo cuando la mayoría no se apoyaba en una base de principios.Hubo momentos en la historia de nuestro Partido en los que la opinión de la mayoría o los intereses momentáneos del Partido chocaban con los intereses fundamentales del proletariado. En tales casos, Lenin, sin vacilar, se ponía resueltamente al lado delos principios, en contra de la mayoría del Partido. Es más; en tales casos no temía luchar, literalmente, solo contra todos, estimando, como decía a menudo, que«una política de principios es la única política acertada»

A este respecto, son particularmentecaracterísticos los dos hechos siguientes:
Primer hecho. Período de 1909-1911, cuando el Partido, derrotado por la contrarrevolución, estaba en plena disgregación. Era un período de falta de fe en el Partido, un período en que no sólo los intelectuales, sino también parte de los obreros,desertaban en masa del Partido, un período en que se rechazaba toda actividad clandestina, un período de liquidacionismo y desmoronamiento. No sólo los mencheviques, sino también los bolcheviques, estaban divididos entonces en numerosas fracciones y tendencias, en su mayoría desvinculadas del movimiento obrero. Es sabido que fue precisamente en aquel período cuando nació la idea de liquidar por completo las actividades clandestinas del Partido y organizar a los obreros en un partido legal, liberal-stolipiniano. Lenin fue entonces el único que no se dejó ganar por el contagio general y que mantuvo en alto la bandera de la lucha en pro del Partido,reuniendo con una paciencia asombrosa, con un tesón sin precedentes, las fuerzas del Partido, dispersas y deshechas, combatiendo todas las tendencias hostil es al Partido en el seno del movimiento obrero,defendiendo el Partido con un valor extraordinario y una perseverancia inaudita.

Es sabido que, más tarde, Lenin salió vencedor deaquella lucha por el Partido.

Segundo hechoPeríodo de 1914-1917, en plena guerra imperialista, cuando todos los partidos socialdemócratas y socialistas, o casi todos, llevados por la embriaguez patriotera general, se habían puesto al servicio del imperialismo de sus respectivos países. Era el período en que la II Internacional inclinaba sus banderas ante el capital, en que incluso hombres como Plejánov, Kautsiky, Guesde, etc. no resistieron a la oleada de chovinismo. Lenin fue entonces el único, o casi el único, que emprendió la lucha decidida contra el socialchovinismo y el socialpacifismo, puso al desnudo la traición de los Guesde y de los Kautsiky y estigmatizó la actitud equívoca de los «revolucionarios» que nadaban entre dos aguas. Lenin comprendía que sólo le seguía una minoría insignificante, pero esto no tenía para él una importancia decisiva, porque sabía que la única política acertada, a la que pertenece el porvenir, es la del internacionalismo consecuente; porque sabía que una política de principios es la única política acertada.

Sabido es que también en aquella lucha por una nueva Internacional, Lenin resultó vencedor.

«Una política de principios es la única política acertada»: ésta es precisamente la fórmula que ayudaba a Lenin a tomar por asalto nuevas posiciones «inexpugnables», ganando para el marxismo revolucionario a los mejores elementos del proletariado.

La fe en las masas
Los teóricos y los jefes de partido que conocen la historia de los pueblos y que han estudiado detalladamente, desde el principio hasta el fin, la historia de las revoluciones, padecen a veces una enfermedad indecorosa. Esta enfermedad se llama temor a las masas, falta de fe en la capacidad creadora de las masas. A veces, esa enfermedad origina cierta actitud aristocrática de los jefes hacía las masas, poco iniciadas en la historia de las revoluciones, pero llamadas a destruir lo viejo y a construir lo nuevo. El temor a que los elementos puedan desencadenarse, a que las masas puedan«hacer demasiados estropicios», el deseo derepresentar el papel de ayas que se esfuerzan por instruir a las masas de un modo libresco, pero que no quieren aprender de las masas; tal es el fondo de semejante actitud aristocrática.

Lenin era la antítesis de semejantes jefes. No conozco a ningún revolucionario que haya tenido una fe tan profunda en las fuerzas creadoras del proletariado y en el acierto revolucionario de su instinto de clase como la que tenía Lenin. No conozco a ningún revolucionario que haya sabido flagelar tan implacablemente a los presuntuosos críticos del «caos de la revolución», y de la «bacanal de los actos arbitrarios de las masas» como los flagelaba Lenin. Recuerdo que, en una conversación, Lenin replicó sarcásticamente a un camarada, que había dicho que «después de la revolución debía establecerse un orden normal»: «Malo es que quienes desean ser revolucionarios olviden que el orden más normal en la historia es el orden de la revolución».

De aquí su desdén hacia todos los que miraban a las masas por encima del hombro e intentaban instruirlas de un modo libresco. Por eso, Lenin enseñaba incansablemente que había que aprender delas masas, comprender el sentido de sus acciones,estudiar atentamente la experiencia práctica de su lucha.

La fe en las fuerzas creadoras de las masas: tal era el rasgo peculiar de la actividad de Lenin que le permitía comprender el sentido del movimiento espontáneo de las masas y orientarlo por el cauce dela revolución proletaria.

El genio de la revolución
Lenin había nacido para la revolución. Fue realmente el genio de los estallidos revolucionarios y el gran maestro en el arte de la dirección revolucionaria. Nunca se sentía tan a gusto, tan contento, como en la época de las conmociones revolucionarias. Con esto no quiero decir, de ninguna manera, que Lenin aprobaba toda conmoción revolucionaria o que se pronunciara siempre y en cualquier circunstancia a favor de los estallidos revolucionarios. De ningún modo. Quiero decir solamente que nunca la clarividencia genial de Lenin se manifestaba con tanta plenitud, con tanta precisión, como durante los estallidos revolucionarios. En los días de virajes revolucionarios, parecía literalmente, un hombre nuevo, se convertía en un vidente, intuía el movimiento de las clases y los zigzags probables dela revolución, como si los leyese en la palma de la mano. Con razón se decía en el Partido: «Ilích sabe nadar entre las olas de la revolución como el pez en el agua».

De aquí la «asombrosa» claridad de las consignastácticas de Lenin y la «vertiginosa» audacia de sus planes revolucionarios.

Me vienen a la memoria dos hechos que subrayan particularmente esta peculiaridad de Lenin.
Primer hecho. Período en vísperas de la Revolución de Octubre, cuando millones de obreros,campesinos y soldados, empujados por la crisis en la retaguardia y en el frente, exigían la paz y la libertad;cuando el generalato y la burguesía preparaban una dictadura militar para hacer la «guerra hasta el fin»; cuando toda la sedicente «opinión pública» y todos los sedicentes «partidos socialistas» estaban contra los bolcheviques y los calificaban de «espías alemanes»; cuando Kerenski intentaba hundir al Partido Bolchevique en la ilegalidad y ya lo había conseguido en parte; cuando los ejércitos, todavía poderosos y disciplinados, de la coalición austro-alemana se alzaban frente a nuestros ejércitos cansados y en estado de descomposición, y los«socialistas» de la Europa Occidental seguían,tranquilamente, en bloque con sus gobiernos, para hacer «la guerra hasta la victoria completa».

¿Qué significaba desencadenar una insurrección en aquel momento? Desencadenar una insurrección en tales condiciones, era jugárselo todo. Pero Lenin no temía el riesgo, porque sabía y veía con su mirada clarividente que la insurrección era inevitable, que la insurrección vencería, que la insurrección en Rusia prepararía el final de la guerra imperialista, que la insurrección en Rusia pondría en movimiento a las masas exhaustas del Occidente, que la insurrección en Rusia transformaría la guerra imperialista en guerra civil, que de esta insurrección nacería la República de los Soviets, que la República de los Soviets serviría de baluarte al movimiento revolucionario en el mundo entero.

Sabido es que aquella previsión revolucionaria de Lenin había de cumplirse con una exactitud sin igual.

Segundo hecho. Primeros días después de la Revolución de Octubre, cuando el Consejo de Comisarios del Pueblo intentaba obligar al faccioso general Dujonin, el Comandante en Jefe, a suspenderlas hostilidades y entablar negociaciones con los alemanes a fin de concertar un armisticio. Recuerdo como Lenin, Krilenko (el futuro Comandante en Jefe) y yo fuimos al Estado Mayor Central, en Petrogrado, para ponernos en comunicación con Dujonin por cable directo. Era un momento angustioso. Dujonin y el Cuartel General se habían negado categóricamente a cumplir la orden del Consejo de Comisarios del Pueblo. Los mandos del ejército se encontraban enteramente en manos del Cuartel General. En cuanto a los soldados, se ignoraba lo que diría aquel ejército de catorce millones de hombres, subordinado a las llamadas organizaciones del ejército, que eran hostiles al Poder de los Soviets. En el mismo Petrogrado, como es sabido, se gestaba entonces la insurrección de los cadetes. Además, Kerenski avanzaba en tren de guerra sobre Petrogrado. Recuerdo que, después de un momento de silencio junto al aparato, el rostro de Lenin se iluminó de una luz extraordinaria. Se veía que Lenin había tomado ya una decisión. «Vamos ala emisora de radio -dijo Lenin-; nos prestará un buen servicio: destituiremos, por orden especial, al general Dujonin, nombraremos Comandante en Jefe al camarada Krilenko y nos dirigiremos a los soldados por encima de los mandos, exhortándoles a aislar a los generales, a cesar las hostilidades, a entrar en contacto con los soldados austro-alemanes y a tomarla causa de la paz en sus propias manos».

Era un «salto a lo desconocido». Pero Lenin no tenía miedo a aquel «salto»; al contrario, iba derecho a él, porque sabía que el ejército quería la paz y quela conquistaría barriendo todos los obstáculos puestos en su camino, porque sabía que aquel modo de establecer la paz impresionaría, sin duda alguna, a los soldados austro-alemanes y daría rienda suelta al anhelo de paz en todos los frentes, sin excepción.

Es sabido que también esta previsión revolucionaria de Lenin había de cumplirse con toda exactitud.

Clarividencia genial, capacidad de aprender y adivinar rápidamente el sentido interno de los acontecimientos que se avecinaban: éste era el rasgo peculiar de Lenin que le permitía elaborar una estrategia acertada y una línea de conducta clara en los virajes del movimiento revolucionario.

Publicado el 12 de febrero de 1924 en el núm. 34 de «Pravda».