La inmundicia moral de Podemos
EDITORIAL de Libertad Digital
Ciertamente, la votación en el Parlamento Europeo sobre la represión del criminal régimen venezolano tiene escasas, por no decir nulas, consecuencias prácticas: la resolución no lleva aparejada ningún tipo de sanción y a estas alturas ni siquiera puede decirse que sirva para informar de algo que la mayoría de los europeos tiene más que claro: la Venezuela chavista no es una democracia sino una tiranía con pretensiones totalitarias.
Precisamente por esa ausencia de consecuencias reales el voto en contra de los diputados de Podemos es más revelador: cuál no será suvinculación ideológica, intelectual o de otro tipo con el régimen de Caracas que ni siquiera pueden abstenerse en una declaración de condena de sus más evidentes desmanes.
Como viene ocurriendo con buena parte de la intelectualidad europea de los últimos doscientos años, los líderes de Podemos disfrutan de todas las ventajas que les procura el sistema que vilipendian mientras otros sufren lo indecible bajo el yugo de los regímenes que aquellos jalean.
Es muy fácil ser chavista o castrista desde la prosperidad y la seguridad de Europa, donde las tiendas están perfectamente surtidas y los Estados de Derecho, con todos sus defectos, son precisamente eso, no sanguinarias y caóticas repúblicas bananeras en manos de criminales de la peor especie. Es muy fácil apoyar a Maduro o a los Castro cuando los que sufren la represión y la miseria son otros y uno, lejos de sufrir las consecuencias de tal infame alineamiento, saca de ello réditos de todo tipo. Y es muy fácil, pero aún más miserable, dar cobertura a un régimen criminal incurso en plena ola de terror represivo desde los confortables escaños de un Parlamento democrático y encima presentarse como luchadores por la libertad y los derechos humanos.
La inmundicia moral de Podemos es especialmente nauseabunda porque, al contrario que IU –que por supuesto también ha votado en contra de la resolución de la Eurocámara–, los de Pablo Iglesias tratan de presentarse ante la opinión pública como un movimiento transversal, más allá del eje derecha-izquierda, o, como mucho, socialdemócrata al estilo escandinavo.
Nadie quiere que España se convierta en Venezuela, un país hundido en la miseria y con unos niveles de violencia e inseguridad intolerables. Nadie salvo Iglesias y sus secuaces, que han vuelto a mostrar este jueves su verdadera cara apoyando al despreciable régimen de Caracas. Nadie lo olvide, nadie se engañe.
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