lunes, 28 de abril de 2014

¿Para quién trabaja la MUD? por Jesús Petit Da Costa

lunes, 28 de abril de 2014

¿Para quién trabaja la MUD?

Liberación Nacional y No-Reelección (71)

Para que usted mismo se responda la pregunta le hago una breve introducción al tema
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En 2002 no existía la MUD, porque los partidos acobardados estaban huyendo desde 1.999 cuando entregaron mansamente las instituciones democráticas, incluido el Congreso. La lucha contra la tiranía comunista, que apenas comenzaba, era sostenida por la sociedad civil, que al efecto formó una alianza de clases, así: CTV-Trabajadores (Carlos Ortega), GENTE DEL PETRÓLEO-Clase media profesional (Juan Fernández) y FEDECÁMARAS-Empresarios (Pedro Carmona). Bajo esta dirección la sociedad civil, transformada en alianza cívico-militar, logró la inmensa victoria, nunca más repetida, de obligar a Chávez a renunciar. El error estuvo en que los mantuanos o amos del valle quisieron repetir lo mismo que hicieron en 1.810: tomar el gobierno para sí, olvidando las consecuencias que entonces trajo. El fracaso se hubiera evitado si la alianza de clases se hubiera reflejado en una junta de gobierno tripartita.
Aquel suceso le enseñó a Chávez que la sociedad civil es inmanejable, porque no la puede comprar con cargos y contratos. Entonces procedió a reconocerle el liderazgo de oposición a los partidos. En contrapartida éstos se han sumado a la campaña de desprestigio de la rebelión popular de 2002, sólo comparable, guardando la distancia y la dimensión, con la del 19 de abril. Los partidos la han condenado, calificándolo de un error que no se debe repetir. ¿A quién beneficia la condena de la rebelión cívico-militar como salida en una situación como la que vivimos? A la tiranía comunista, por añadidura títere de Cuba. ¿A quién perjudica esta condena? Al pueblo, porque le amputa una de las manos con la cual golpear y barrer a los opresores.
Decepcionado el pueblo por el fraude en el referéndum revocatorio, anunció mediante las encuestas que se abstendría en las elecciones parlamentarias de 2005. Así lo hizo. Los partidos no aprovecharon esta oportunidad para otra rebelión contra la tiranía. Al contrario, imploraron misericordia. Y, a partir de entonces, iniciaron una campaña de desprestigio contra la abstención como medio de lucha inserta dentro de una estrategia insurreccional. La efectividad de la abstención como antesala de la rebelión cívico-militar había sido probada en diciembre de 1957 contra la anterior dictadura y más recientemente en Perú para derrocar a Fujimori. Aquí no ha funcionado por culpa de los partidos, cuya sargentería sólo saca cuentas de los puestos y negocios que pierde.
¿A quién beneficia la renuncia a la abstención masiva como factor de desestabilización, que sirve de antesala a la rebelión cívico-militar? A la tiranía comunista, por añadidura títere de Cuba. ¿A quién perjudica? Al pueblo, al cual se le cierran todas las salidas distintas a la electoral.
Dejemos para otro día lo sucedido desde 2006 hasta 2012. Situémonos en 2013. La MUD aceptó todas las inconstitucionalidades sumadas desde el 8 de diciembre de 2012, última vez que se vio vivo al ahora difunto. No cuestionó el misterio, aún sin revelar, de su enfermedad y muerte. Llevó a votar en las condiciones más adversas. Denuncia el fraude. Luego retrocede. Da esta excusa: “no convocamos a la calle porque habrá muertos.” Entonces ni rebelión, ni abstención desestabilizadora, ni protestas en la calle. Sólo diálogo, negociación, entreguismo, votar para perder.
A la pregunta: ¿para quién trabaja la MUD?, sólo hay una respuesta: para la tiranía comunista, para mayor vergüenza títere de Cuba. Es el instrumento colaboracionista de la tiranía, encargada de arriar a los electores como borregos al matadero electoral, un callejón sin salida. 
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Ya está en las librerías el libro: CHÁVEZ Y LA PERVERSIÓN DEL EJÉRCITO, tesis doctoral de mi hijo, Vladimir Petit Medina, que mereció del jurado el veredicto: “excelente y publicación.” Me ahorran el elogio interesado, de padre orgulloso, el comentario del catedrático Dr. Demetrio Boersner: “un trabajo excepcional para la cabal comprensión de lo que ha sucedido todos estos años.” Y del Dr. Fernando Falcón, Coordinador del Doctorado en Ciencias Políticas-UCV: “Lo que retrata y analiza Petit fue lo que efectivamente pasó…un trabajo histórico en el cual, con herramientas gerenciales, llega a conclusiones verdaderas.”
Jesús Petit Da Costa




miércoles, 23 de abril de 2014

La Filosofía de la Libertad. (Video)

"Lograr una sociedad libre requiere valor para pensar, para hablar, para actuar. Especialmente, cuando es más fácil no hacer nada"





viernes, 18 de abril de 2014

Crímenes sin castigo: Un enigma llamado Nairobi



VIERNES, 18 DE ABRIL DE 2014



Un enigma llamado Nairobi

*En los secuestros con fin político, la víctima puede ser portadora de un mensaje. Pero a veces el mensaje es la propia víctima



@javiermayorca







Uno no puede más que alegrarse ante el regreso de Nairobi Rosalinda Pinto a su casa. Por verla con los suyos, sana y salva. Pero con ella no ha regresado la verdad. Solo silencios y ocultamiento.

La periodista de 32 años de edad se ha tomado un tiempo para meditar sobre lo que le sucedió. Salir del shock, superar el estrés postraumático. Allegados a ella me indican que casi no sale de su residencia en Los Chaguaramos. Al momento de publicar estas líneas, aún no ha vuelto a su trabajo en Globovisión.

Todo eso es consistente con la situación anímica de alguien que pasó una semana en cautiverio. Quizá ella misma ni siquiera sepa con certeza qué fue lo que le sucedió. Salir de ese encierro para decir que se la llevaron por “un tema de inseguridad’’ luce bastante simplista.

Pongamos las cosas en su sitio. Nairobi Pinto ha sido la víctima de secuestro más resonante desde que se llevaron al vicepresidente del Banco Venezolano de Crédito Germán García Velutini en 2009. Un altísimo perfil, propio de banqueros, diplomáticos y representantes de transnacionales. No de una periodista, por más que sea jefa de corresponsalías de un canal de noticias como Globovisión, recientemente adquirido por capitales afines al oficialismo.



Pinto, luego del trago amargo



Pinto venía del Canal I para asumir el referido cargo, en medio de  una crisis ocasionada por las renuncias de corresponsales. En otros términos, cuando ella llegó a la estación de La Florida ya el conflicto estaba planteado. Ella no lo ocasionó. Cuando la secuestraron, apenas tenía una semana en esa posición. Por lo tanto, queda descartado que su cautiverio tenga algo que ver con sus decisiones en el ámbito laboral.

La periodista es hija del también comunicador radial Luis Pinto, quien con mucho esfuerzo ha levantado a su familia a pesar de las adversidades. El mismo fue una de los afectados por el deslave del estado Vargas en diciembre de 1999. Su vivienda en Macuto quedó muy impactada y tuvo que mudarse al edificio Las Brisas de Los Chaguaramos, justo donde secuestraron a su hija el domingo 6 de abril a las 4 30pm. Hasta el segundo gobierno de Rafael Caldera, ese inmueble fue sede central de la Disip. Cuando la policía política se mudó de allí al Helicoide, la estructura fue remozada y revendida por el Centro Simón Bolívar.

La imagen de Luis Pinto el domingo 13 de abril, pidiendo de rodillas por la liberación de su hija, habla de un padre legítimamente angustiado. Fue entonces cuando me permití darle un primer consejo, que no siguió: pedir públicamente una fe de vida. Luego me explicaría que él también pensó hacerlo pero que los funcionarios de Antiextorsión y Secuestros de CICPC le indicaron lo contrario durante una entrevista llevada a cabo el día anterior.

Y llegamos a uno de los puntos clave de este caso: si se trataba de un secuestro extorsivo, es decir, con fines económicos ¿por qué no solicitar una prueba de vida? Es lo básico, elemental y lógico, más aún viniendo de un padre angustiado por no tener noticias de la cautiva.

Ese domingo, el caso de Nairobi Pinto rompió nuevamente los moldes de lo convencional. De los 65 secuestros reportados en el país durante 2014, sólo ocho han tenido más de cinco días de duración. En todos ellos los captores han solicitado sumas millonarias de dinero, incluso en moneda extranjera (dólares, euros y pesos colombianos). Estas peticiones han sido directamente a la familia del cautivo, sin buscar intermediarios que puedan ocasionar un ruido en las negociaciones.

La liberación de la periodista el lunes 14 de abril fue cuando menos sorprendente. Ocurrió cuando 3.000 funcionarios de cuerpos de seguridad (cifra del titular del MRI) hacían la toma de Ciudad Betania 5, un desarrollo urbanístico del Gobierno en Ocumare del Tuy, a 10 minutos en carretera del sitio donde la dejaron.

Datos extraoficiales indican que la víctima fue trasladada por sus captores en un vehículo a alta velocidad por aproximadamente 40 minutos antes de ser abandonada frente a la sede de Protección Civil del municipio Urdaneta, en Cúa. Entonces, si suponemos que los captores se trasladaban a 100 kilómetros por hora promedio es probable que la tuvieran en algún lugar a 65 kilómetros de distancia con respecto al sitio donde la dejaron. ¿Es que los militares y policías que iban al desalojo no pensaron que por allí podría estar la secuestrada que era centro de atención nacional e internacional? ¿Qué clase de “presión policial” es esa en la que realmente no se presiona?

Finalmente, las declaraciones sobre este caso por parte del titular de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, mayor general Miguel Rodríguez Torres, solo han contribuido a generar más confusión. Cuando la periodista tenía cinco días cautiva, el funcionario se apresuró a descartar el móvil político para salir al paso a las afirmaciones en ese sentido por parte de la dirigente estudiantil y amiga muy cercana de la víctima, Gabriela Arellano. Pero el lunes, luego de la liberación, aconsejó a los periodistas preguntarse a quién convenía este secuestro. ¿Por qué tantas ambigüedades si el fin fuese solamente obtener dinero?

El problema cuando las cosas no se dicen con claridad es que los rumores se multiplican. Llama la atención la actitud discreta del canal para el que Pinto trabajaba. Eso fue motivo de especulación en las redes sociales hasta después de la liberación de la periodista. ¿Es posible que la empresa hubiese recibido una exigencia de rescate por su empleada? Esto es duro de creer, tomando en cuenta el bajísimo perfil de Pinto y su poco tiempo en la organización. Cualquier persona que viva en Venezuela sabe que los medios de comunicación no operan como las transnacionales, que incluso disponen de seguros y partidas para pagos de rescate. Nairobi Pinto, quede claro, no es la primera periodista secuestrada en Venezuela. En el país ningún sector se salva. Pero los casos reportados hasta ahora (incluido un reportero de Globovisión) se han resuelto luego de un máximo de tres días de cautiverio. Ella, en cambio, fue tratada como si fuese depositaria de una gran fortuna.

Pensar en un secuestro con fines políticos, en cambio, nos coloca en otro campo, con referencias totalmente distintas. Si en el plagio extorsivo los captores buscan la mayor ganancia con el menor gasto y riesgo, en los casos políticos la exposición de ellos ante la víctima no importa en demasía. El punto en estos casos es que la persona cautiva se convierta en portadora de un mensaje, una vez en libertad. No necesariamente se trata de un texto escrito, un comunicado, como ocurrió en el caso del futbolista Alfredo Di Stéfano en 1963. A veces, la víctima en sí misma es el mensaje. Y lo recibe con mucha contundencia el sector al que va dirigido, aunque para el resto de la sociedad no sea percibido con claridad.



PUBLICADO POR JAVIER MAYORCA EN 12:02



Crímenes sin castigo: Un enigma llamado Nairobi




martes, 8 de abril de 2014

¿A que no se atreven a molestar a Maduro? por Jesús Petit da Costa

Jesús Petit da Costa
Dos misterios afectan la legitimidad de Maduro: su partida de nacimiento y las de sus padres, y el acta de defunción de su antecesor junto el certificado médico que debe acompañarla. Los colaboracionistas no se atreven a exigírselos. ¿Porqué será?

Ya están deslindados los campos. De un lado, el gobierno títere de Cuba acompañado por los colaboracionistas que le sirven de comparsa. Y, enfrente, los patriotas, con los estudiantes de vanguardia, que luchamos para liberarnos de Cuba, de la tiranía de sus títeres y del comunismo empobrecedor del pueblo. Son dos bloques irreconciliables por ser incompatibles patriotismo y traición, comunismo y democracia, tiranía y libertad. Los patriotas, todavía sin comando estratégico, han logrado una gran victoria política: han desnudado a la tiranía comunista, servil a Cuba, para que el mundo entero vea cuán inhumanos y bárbaros son los traidores a la patria. Han desenmascarado también a los colaboracionistas, que habían inducido a la pasividad sembrando el miedo. Al mismo tiempo, han despertado la simpatía de los demócratas del mundo entero. Esta primera gran victoria política es obra de los estudiantes, que se han echado sobre sus hombros el peso de la dignidad nacional. Honor a ellos, dignos herederos de las juventudes del 28 y del 58.

Nos hubiésemos ahorrado un año de barbarie si el 14 de abril de 2013 los colaboracionistas, que se habían presentado como los redentores del pueblo, hubiesen convocado a la calle gritando fraude, que lo hubo de verdad. Entonces Maduro estaba caído. Faltaba sólo un empujón para que se derrumbara. Pero los colaboracionistas no podían dejar que cayera. Desconvocaron la salida a la calle y desmovilizaron a la gente pensando sólo en los carguitos municipales. Para los colaboracionistas no hay otra motivación que un cargo público y sólo una campaña electoral justifica salir a la calle.

Pues bien, aquí tienen dos razones para la celebración de una elección presidencial este mismo año. Primera, plantear a UNASUR que exija a Maduro la exhibición de su partida de nacimiento y las de sus padres para determinar con certeza si es exclusivamente venezolano por nacimiento, tal como lo requiere la Constitución, y en caso contrario, como se presume del misterio que rodea a su nacionalidad originaria, sea apartado del cargo lo que obligaría a una elección presidencial sin Maduro en treinta días. Para que Maduro no se moleste con ellos, los colaboracionistas pueden decir que motiva su exigencia acabar de una vez por todas con la campaña en contra de los agitadores de oficio, sobre todo después de la investigación hecha por Walter Márquez.

Segunda, exigir a Maduro la exhibición del acta de defunción del difunto, junto con el certificado médico que la debe acompañar, para develar el misterio que los rodea, lo que hace presumir el ocultamiento de hechos tan graves, tal vez un magnicidio disfrazado de eutanasia, que viciaría de nulidad la sucesión presidencial con todos los actos de gobierno posteriores al 8 de diciembre de 2012 cuando se vio vivo al difunto por última vez. Desde luego, esta nulidad obligaría a convocar elecciones sin Maduro en treinta días. Para que Maduro no se moleste, ni su corte de vándalos, los colaboracionistas pueden excusarse echándole la culpa a los propagadores de falsedades, que andan con el cuento de que el difunto no murió aquí sino en La Habana, que no falleció el 5 de marzo de 2013 sino en diciembre de 2012, y que se le practicó eutanasia justificándola por la muerte cerebral, lo que no se puede hacer con un presidente en ejercicio porque sería un magnicidio, a menos que haya sido autorizada por los titulares de los poderes públicos visto el dictamen de los médicos.

Desde luego, los colaboracionistas se expondrían a que Maduro no les diese el puestecito en el CNE que se vienen bregando ni un puestecito en cada Sala del TSJ que ya se están repartiendo. Nada importa que maten y humillen a estudiantes, ni que haya presos políticos, ni que dos alcaldes hayan sido destituidos y detenidos, ni que María Corina Machado pierda la diputación arbitrariamente, ni que el país se hunda en el colapso y en el empobrecimiento general. Nada de esto perturba a los colaboracionistas. Su vista está puesta en el racimito de cambures que le ha puesto Maduro ante sus ojos.

http://jesuspetitdacosta.blogspot.com

petitdacosta@yahoo.com

@petitdacosta



Noticiero Digital :: Ver tema - Jesús Petit da Costa: ¿A que no se atreven a molestar a Madu

lunes, 7 de abril de 2014

Estudiantes del mundo envían mensaje de apoyo a Venezuela: ¡No están solos!

Eficiencia y Eficacia de las protestas por Gustavo Coronel


Gustavo Coronel 


Eficiencia y Eficacia de las protestas

“Matar de un martillazo a una mosca parada sobre un vidrio puede ser ineficiente, pero eficaz”.

Tiene razón Moisés Naím cuando dice que, con frecuencia, el resultado de las protestas y marchas no guarda relación con la intensidad del esfuerzo. Yo lo viví en carne propia durante 2002-2003, cuando marché muchas veces en medio de una inmensa multiud que portaba banderas, pancartas, gritaba entusiasmada y me hacía sentir, en el momento, que estaba contribuyendo decisivamente al cambio deseado. Ello no fué exactamente así. El régimen montaba al día siguiente su propia manifestación, con gente traída en autobuses, vestida de rojo, a quienes le daba efectivo y un paquete con comida y caña. Empataba el juego, al menos ante los ojos del mundo. Solo nosotros sabíamos que ello no era así, que la verdadera anotación era otra. Reuters, EFE y la AP reseñaban ambas marchas de similar manera: “centenares de partidarios de Chávez marcharon ayer” y “centenares de venzolanos de oposición manifestaron ayer”. Como decía Cantinflas: cero mata cero y no llevo nada.

Fue esta aparente futilidad de marchar y bailotear y cantar, además de la loable vocación de nuestro pueblo por salir a votar, lo que llevó a una estrategia orientada a lo electoral. Y se hicieron progresos, lentos progresos. Pero nuestro progreso andaba por las escaleras mientras la destrucción nacional llevada a cabo por el régimen iba en ascensor. A esa tasa de progreso, se comenzó a pensar, ganaríamos el poder cuando ya no existiera nada que salvar. Por 15 años soportamos humillaciones de todo tipo, abusos de poder, expropiaciones, prisión y muerte para muchos, colapsos financieros y sociales, la progresiva aniquilación de la clase media. La oposición siguió votando bajo un sistema viciado de ilegalidades y ventajismo, sin pedir rectificación alguna, en condiciones de abierta inferioridad, en un ambiente electoral esencialmente controlado por el régimen.

Puede extrañarle a alguien, entonces, que la gente se haya ido a la calle? Lo que es de extrañar es qué ello no haya ocurrido mucho antes. Por mucho tiempo el derroche financiero del régimen pudo mantener a muchos venezolanos contentos, incluyendo gente que desaprobaba politicamente del régimen pero que era mojada por la lluvia de real. La inercia social y capacidad de adaptación del pueblo han sido inmensas.

Sin embargo, cuando se genera una masa crítica de gente descontenta y la inercia es finalmente vencida por el cúmulo de abusos, entonces sucede lo que está sucediendo. Estas protestas y marchas de ahora tienen una diferencia con respecto a las anteriores. Son contínuas, incesantes, sin bailoterapia o rostros sonrientes. Ahora hay dureza en los rostros, indignación como combustible, decisión de perseverar hasta que algo se rompa. A pesar de que las protestas tienen un bajo coeficiente de eficiencia ante un régimen apuntalado por unas fuerzas armadas prostituídas y por bandas de forajidos, los venezolanos en la calle están decididos a continuarlas. Y ese es el ingrediente que hace temblar al régimen y que las hace probablemente eficaces como agente de cambio.

Ello es así porque el régimen es mucho menos monolítico de lo que muchos asumen. La ideología no es su fuerte, su fuerte ha sido la ambición de hacer dinero, la codicia y el ansia de poder. Ahora que muchos boliburgueses tienen los bolsillos repletos, desean irse con su dinero mál habido a otra parte. Sectores de las fuerzas armadas se resienten de que solo unos pocos se han beneficiado de la prodigalidad del régimen y piensan, como sucedió en 1958, que esto no puede seguir así. Hay valores y principios adormecidos que se están despertando en mucha gente. Y, sobre todo, hay un ímpetu extraordinario de la juventud venezolana, esa punta de lanza que se movió en contra de Gómez, en contra de Pérez Jiménez y ahora se mueve contra este régimen de horror. Por su parte, la Iglesia comienza a pronunciarse con mucho vigor, como lo prueban la tajante opinión de Monseñor Ovidio Pérez Morales pidiendo un gobierno de transition ya y la reciente declaración de la Conferencia Episcopal. Los abusos y la represión reciente no han hecho más que endurecer el popósito de quienes protestan.

Es cierto que el régimen se mueve con astucia. Su falsos llamados a la paz, a un tinglado llamado Conferencia de la Paz próximo a instalarse han engatusado a algunos empresarios y hasta a algunos miembros de la oposición, quienes ven ventajas individuales, aunque fuesen temporales, en la preservación del status quo. La gusanera de la OEA y de UNASUR sirve de comparsa a esas maniobras. En USA afloran grupúsculos de profesores universitarios y artistas de Hollywood, incluyendo algunos pagados obscenamente por el régimen, para cabildear a su favor. La batalla de la opinión está en plena ebullición dentro y fuera de Venezuela. Hay todavía gente importante aún sentada en la barrera, como si el problema no fuera también de ellos. Están resignados a creer que la regla de oro es que quien tiene el oro impone las reglas.

Las protestas pueden ser ineficientes pero seran probablemente eficaces en moverle el piso a este régimen. Y es que, además, queridos amigos, no hay alternativas a la vista!

La situación actual del régimen es muy delicada. Cualquier pronunciamiento, cualquier actor importante que se manifieste claramente en este momento, puede inclinar la balanza a nuetro favor y dar al traste definitivo con la pesadilla que vive Venezuela desde hace 15 años. Puede ser en el área petrolera, en el área política o geopolítica, en el area económica o, inclusive, en el área militar.

La liebre o más de una liebre parecen a punto de saltar.

El milagro por Antonio Sánchez García


Antonio Sánchez García 

El milagro


Cuatro prejuicios ya inveterados fueron derrumbados en horas por la acción espontánea de una juventud indignada por los atropellos de la dictadura, cometidos con absoluta impunidad, en despoblado y con alevosía, como la brutal agresión a una joven universitaria de los Andes venezolanos que encendiera la mecha del polvorín. Podemos articularlos en torno a cuatro dimensiones: la dimensión temporal, la espacial, la social y la político-ideológica.
La decisión de un joven líder, asumida luego de un silencioso periplo que lo llevó a recorrer el país sondeando el ánimo de la ciudadanía y midiendo su temperatura política mientras articulaba un pequeño pero voluntarioso partido, terminó por inclinar definitivamente la balanza del amañado equilibrio de poder impuesto por la dictadura y acatado en silencio por una oposición catalépticas y carente de una estrategia de recambio hasta voltear el rumbo a futuro del país en 180 grados. Es lo que merece ser considerado un giro copernicano en nuestra historia contemporánea. En efecto: luego del 12 de febrero, ni nuestra visión de país ni la que el mundo tenía del conflicto venezolano volverá a ser como antes.
La dimensión temporal, en primer lugar. Todos los factores políticos del establecimiento habían asumido que el 2014 sería un año sabático. Una suerte de hibernación dada la inexistencia de procesos electorales, causa y efecto del accionar de nuestras élites.
¿Qué hacer en un año sin elecciones, ser y sentido de la unidad de la oposición venezolana que considera blasfemia cualquier acción que no se subordine a la resolución de esta crisis por medios pacíficos, electorales y constitucionales, habiéndosele extirpado a la Constitución los artículo 333 y 350 y su imperativo categórico moral: combatir por todos los medios a quienes la violaran con fines espurios? ¿Incluidas las fuerzas armadas, obligadas por esa misma Carta Magna a mantenerse en la más estricta neutralidad partidista y sin otro fin supremo que la defensa y resguardo de la soberanía de la Nación y la preservación de la vigencia del régimen constitucional?
La dimensión espacial, en segundo lugar. Se había extendido y convertido en prejuicio indiscutible del establecimiento opositor que una barrera infranqueable separaba a ricos y pobres, a desheredados y acomodados, a lo que dos metáforas oprobiosas denominan casi con asco “el Este” y el “Oeste”, mientras extrapoladas bajo el mismo prejuicio al país entero daba por hecho que el interior le pertenecía al régimen y la capital a la oposición. La conquista de “los espacios territoriales” estaba decidida a favor del régimen y los llamados espacios institucionales no parecían poder modificarse en el corto plazo, salvo por medios electorales. Lo que en el 2014 no podía suceder. Ergo: a dormir la siesta del chivo.
Del prejuicio social ya hemos adelantado algunas consideraciones: la épica electorera le regalaría al régimen, encuestas amañadas mediante, el monopolio de “los pobres” mientras la oposición se encontraría condenada al bastión de los ricos. El prejuicio aceptado universalmente por la oposición tradicional era que la conquista de la pobresía era prácticamente imposible sin un trabajo lento, metódico, silencioso y de zapa.
El prejuicio que contrariaba toda argumentación en contrario sostenía que Internet y la protesta no subían cerro, toda vez que además de limitarse al laptop, al Este y muy en particular a la Plaza Altamira, “los radicales” ni siquiera pensaban en reivindicaciones más sentidas por los sectores populares: el desempleo, la carestía de la vida, la inseguridad, el desabastecimiento. Mientras los llamados radicales no dejaran de ser radicales y golpistas, no salieran de Plaza Altamira, fueran hijos de papá, olieran a godarria, no treparan cerro ni fueran capaces de agitar con los únicos temas que podrían sensibilizar a la pobresía, estarían dando palos de ciego. Con esos radicales, decían nuestras dirigencias arriscando la nariz, ni a misa. Un prejuicio inveterado de 14 años de edad que condenaba a los radicales a ser una élite minoritaria absolutamente desconectada. Acorralada desde los sucesos del 11 de abril de 2002.
Hemos adelantado los puntos extremos de la cuarta dimensión, la político ideológica: para convencer a los pobres, para terminar de convencer a la clase media y roncarle en la cueva al régimen, además de subir cerro y abandonar todo lenguaje y aposturas elitescas, extremas, radicales y golpistas había que dejar otros temas absolutamente sellados en la urna de cristal de los tabúes de una sociedad filo socialista y proto comunista hasta la médula desde los tiempos inmemoriales de la Generación del 28: no hablar de comunismo, de Libertad, de colonialismo, No rozar a Cuba ni con el pétalo de una rosa ni, desde luego, a los principios del igualitarismo castrocomunista. No digamos del clientelismo populista: para subir cerro había que cargar las mochilas con tarjetas Mi Negra, barriles de petróleo, mercales cinco estrellas, misiones urbanización adentro, ofertas mejores y más abundantes que las del chavismo. La causa propiamente política: la denuncia del castrocomunismo dictatorial en proceso de entronización, si es que se la consideraba en ciertos conciliábulos, se daba por perdida.
En suma: los cuatro pecados capitales se sintetizaban en leyes inmutables: no tocar al régimen, sino sólo y exclusivamente a su gobierno. Respetar a los cubanos presentes en nuestro país en misión samaritana. Elogiar los planes pergeñados en La Habana, ampliarlos y darles más estatus. Digamos: institucionalizarlos, hacerlos más clientelares, más populistas, más socialistas e igualitarios. La estrategia victoriosa radicaba en ser más chavistas que Chávez. Y si fuera el caso, más castristas que Castro. Los moderados hablaban de salidas de centro. Los más osados prometían casarse con la izquierda.
Fueron las pautas de todas nuestras confrontaciones electorales, desde la tristemente célebre campaña presidencial impuesta por Julio Borges y Teodoro Petkoff en 2006 en torno a Manuel Rosales hasta las subsiguientes con Henrique Capriles como mascarón de proa del intento por seducir al chavismo con sus mismas armas, ganar en buena lid, sin la más mínima consideración al hecho indiscutible y palpable que la vía electoral había sido sellada, condenada y castrada. Ante lo cual, en vez de denunciarlo había que atacar a los denunciantes. Escarnecidos por instigadores del fracaso de los “abstencionistas”. Y culpables de la conformación del CNE.
El resultado fue la resignación. Puesto que todos estos prejuicios tenían lugar en un contexto sistémico en que si no perdíamos, éramos ineluctablemente derrotados y si ganábamos éramos sistemáticamente jibarizados debíamos prepararnos para una travesía larga y prolongada, elección tras elección, dejarnos derrotar hasta que se les fracturaran los puños, verlos envejecer hasta que hartos del Poder soltaran las riendas y les pidieran a nuestros nietos el favor de reemplazarlos. ¿No fue lo que sucedió con la Unión Soviética, que desfalleció solita tras setenta años de tiranía y campos de concentración? Gradualismo y santa paciencia.
Por lo tanto: a esperar a las parlamentarias del 2015 y a prepararnos para las presidenciales del 2019. Esas eran las perspectivas que pintaba el futuro para las más fúnebres navidades de nuestra historia, adobadas con el Dakazo y el brutal y desalmado asesinato de Mónica Spear y su esposo. La absoluta omnipotencia del régimen, ahora corporeizado en Maduro, que según nuestros pitonisos con un golpe de mano y el asalto a algunas tiendas de electrodomésticos recuperó en un santiamén todos sus puntos perdidos y volvió a ganarnos por tres cuerpos. Porque he allí la guinda de la torta: sus victorias habrían sido limpias, inmaculadas, transparentes. Habíamos menospreciado el talento del heredero. La dictadura – con perdón de algunos compañeros que detestan el calificativo – no nos ganaría por ser tramposa y más lista, sino porque nosotros somos más tontones y pendejos. Pregúnteselo a Vladimir Villegas.
Y sucedió el milagro. Todas esas baratijas de quienes hemos considerado “nuestro liderazgo” yacen esparcidas por los suelos. No hay rincón del país ni clase social ni urbanización, plaza, barrio o cerro, ni Este ni Oeste ni rico ni pobre que no sepa que ésta es una dictadura. Y aún cuando algunos insistan en reprimir el término hasta la Iglesia ha comenzado a hablar de totalitarismo. La indignación ha brotado como un tsunami derribando todas las compuertas, todos los tajamares, todos los tópicos y lugares comunes de quienes sueñan con ser presidentes, pero sin ofender a nadie ni cambiar nada de nada.
Los temas no son los que nuestros políticos del establecimiento quisieran: son reivindicaciones estricta y rigurosamente políticas: Libertad, Respeto, Dignidad, Soberanía, Derechos Humanos, Patria, Moral. Claro que se exige seguridad, abastecimiento, leche, pan, aceite, azúcar, harina, salarios dignos, agua, electricidad pero también decencia, moralidad, independencia, grandeza, honestidad, honradez, Instituciones, Estado. Para mayor escarnio del régimen, sus esbirros han asesinado a jóvenes de nuestro pueblo, sin pedirles árbol genealógico.
En horas, aunque al precio del sacrificio de decenas de vidas que recién se asomaban a la adultez, el mundo supo como por un fogonazo que Maduro es un dictador, un títere de los Castro, un rufián y su gobierno una cabilla de facinerosos sin retorno. La siesta colonial se hizo pedazos y el mundo contiene el aliento ante las atrocidades de una dictadura ahíta de abusos, de indecencia, de sangre, de estupro, de corrupción, de muerte, de iniquidades.
Nadie puede asegurar que sucederá esto o aquello, que la revolución democrática en curso triunfará como obedeciendo a nuestros deseos o se detendrá a tomar un segundo aliento para volver a renacer con mayor fuerza y mayores ímpetus. Pero Venezuela ha dado un giro de 180 grados. Copernicano. Nada será como antes. Y sin pretender ser un profeta del desastre: la cobardía, la pusilanimidad, el oportunismo, el tercerismo, la complicidad y el acomodo están llegando a su fin. Demasiado tiempo. Ya era hora.
@sangarccs




El milagro : Noticiero Digital

viernes, 4 de abril de 2014

Bicicletas, cigarrillos, cinturones de seguridad y la falacia de la "Seguridad Social"

Bicicletas, cigarrillos, cinturones de seguridad y la falacia de la "Seguridad Social"


Ilustración contra Estatismo
Decía el pensador socialdemócrata Tony Judt que el gran tema de nuestro tiempo no es la lucha de la libertad frente a los totalitarismos sino el papel del Estado. Como si lo primero no estuviera relacionado con lo segundo, como si el crecimiento del intervencionismo estatal no significase una reducción de la libertad negativa con la excusa del incremento de la libertad positiva[1]. La inflación del Estado ha corrido en paralelo con la disminución de la libertad y, por tanto, con el auge del totalitarismo. Un totalitarismo difuso, lightfuzzy pero no por ello menos invasivo de las vidas privadas, del libre albedrío de los individuos, del proyecto ilustrado de unas vidas autónomas tal y como lo planteó Kant.
Sobre Kant, en los comentarios habituales del establishment filosófico español, escorados sistemáticamente hacia la izquierda, se destaca que menciona explícitamente a la Iglesia y al Ejército, pero se olvida que también pone como ejemplo a la hacienda pública. En efecto, la Hacienda es el equivalente secularizado y laico de las iglesias tradicionales. Allí donde las diversas instituciones religiosas cobraban el diezmo, la hacienda estatal cobra el IVA, el IRPF, el impuesto de patrimonio, el impuesto de sucesiones, el impuesto de sociedades y todo tipo de tasas obligatorias.
Para la ilustración no se requiere más que la libertad; y por cierto la menos dañina de todas las que se puedan llamar libertad, o sea aquella para poder hacer uso público de la razón en todos los asuntos. Pero por todas partes oigo ahora la llamada: "¡No razonad!" El oficial dice: "¡No razonad, sino haced la maniobra!". El recaudador de impuestos dice: "¡No razonad, sino pagad!". El guía espiritual dice: "¡No razonad, sino creed!"[2].
En este párrafo de su célebre opúsculo "¿Qué es la Ilustración?" Kant sitúa en el corazón de la Modernidad filosófica a la libertad como valor máximo. Libertad en su sentido moderno de libertad negativa, en contraposición a "la libertad de los antiguos", que sería mejor denominar solidaridad política en lugar de genuina libertad. Esta libertad kantiana es fundamentalmente individual porque la autonomía de la razón se basa en el consentimiento de cada uno a su propia reflexión. Pero sin embargo Kant señala, como indicábamos, a tres instituciones como paradigmáticas del ejercicio de la coacción sobre los individuos para impedirles pensar por ellos mismos: el Clero, el Ejército y la Hacienda. Dos siglos después, en Europa, las diversas iglesias y los ejércitos han perdido casi todo su poder intimidador, pero, por el contrario, el peso, la influencia, la extensión y el poder coactivo de la hacienda pública no ha hecho más que crecer. La Hacienda tasa e impone todo tipo de obligaciones fiscales a los ciudadanos; y no se olvide el poder omnímodo de los bancos centrales, que se han hecho independientes de cualquier control democrático y detentan (en sentido estricto) el poder monetario sobre unos individuos a los que tratan, como diría Kant, más bien como súbditos que como ciudadanos.
En el mismo sentido de Kant, Benjamin Constant nos advertía del conflicto en la época moderna entre la búsqueda de la felicidad y la realización de la libertad, es decir, la libertad liberal (o de los modernos) en contraposición a la libertad socialista o conservadora (o de los antiguos):
Los depositarios de la autoridad nos animan a ello continuamente. ¡Están completamente dispuestos a ahorrarnos cualquier preocupación, excepto la de obedecer y la de pagar! Nos dirán: ¿cuál es en definitiva el objetivo de vuestro esfuerzo, de vuestro trabajo, de todas vuestras esperanzas? ¿No es acaso la felicidad? Pues bien, dejadnos hacer y os daremos esa felicidad. No, señores, no les dejemos hacer, por muy conmovedor que resulte tan entrañable interés; roguemos a la autoridad que permanezca en sus límites, que se limite a ser justa. Nosotros nos encargaremos de ser felices.
Pero los impuestos económicos son sólo una parte. Porque también cabe señalar la imposición de impuestos morales y políticos, que hacen que el ciudadano se sienta con síndrome de abstinencia respecto al Estado. En este sentido, prolifera tanto en ámbitos conservadores como socialistas, naturales amigos del Estado, la falacia de la Seguridad Social, que veremos a continuación.
De la obligatoriedad del cinturón de seguridad al casco en la bicicleta
En el momento que escribo estas líneas, la Dirección General de Tráfico del Ministerio del Interior ha presentado una reforma del Reglamento General de Circulación, entre cuyas propuestas ha sido destacada por los medios de comunicación la reducción de la velocidad en la mayor parte de las vías convencionales y el aumento de la misma hasta los 130 km/h, sólo en algunos tramos de las autopistas y las autovías, cuando las condiciones de la calzada y el tiempo lo permitan, siguiendo el nuevo concepto vial de velocidad variable. Más allá de estas reformas está la voluntad legislativa del Parlamento Europeo, que quiere reducir a la mitad el número de muertes para 2020. El caso es que, como sostiene Tomás Santa Cecilia, director de Seguridad Vial del RACE, el riesgo viene dado por la situación del pavimento y las condiciones climáticas, no tanto por la velocidad. Pero la mayor parte de los Estados, como el español, ha preferido la vía prohibicionista, limitando la libertad en lugar de incrementar la inversión en tecnología, mantenimiento y señalización. Una correcta indicación variable de los límites haría más que la cultura prohibicionista a través miedo que pretende inculcar la maquinaria propagandística de la DGT.
En la lista de motivos que aduce la DGT para la reducción del límite de la velocidad en las carreteras que no son autovías ni autopistas destaca "la pacificación del tráfico, la potenciación de la bicicleta y la reducción de accidentes". Precisamente es la posible obligación de llevar casco en las bicicletas por las zonas urbanas lo que muestra más claramente el carácter intervencionista del Estado "de Bienestar" de la entente social-conservadora. Porque mientras que medidas como el límite de la velocidad podrían entenderse como una coacción necesaria para proteger las vidas de terceros, la obligatoriedad del cinturón de seguridad o el casco para (moto)ciclistas es una imposición para salvar al individuo de sí mismo, coartando su libertad y tratándolo como un menor, lo que reduce la legitimidad del Estado, que, en consecuencia, ya no puede esperar ni respeto ni obediencia de unos ciudadanos que son tratados como súbditos.
En este sentido, el filósofo y jurista Javier Gomá defiende que imponer multas por circular en un coche sin el cinturón abrochado "constituye un uso totalitario de la ley", pues el tratar de protegerme "a mí de mí mismo" me degrada automáticamente como ser moral racional, negándome la capacidad de decidir autónomamente y rebajándome políticamente de ciudadano a súbdito. Como describía Kant a los tutores bienintencionados (en el mejor de los casos) que ejercían de déspotas ilustados, la DGT, a través de su propaganda, dice: "No pienses, obedece y ponte el cinturón de seguridad". El cinturón de seguridad se convierte así en una mordaza de la libertad[3]. La contraposición entre seguridad y libertad va a ser el quicio de las diversas opciones político-legales. Javier Gomá, al modo kantiano liberal, lo expresa así[4]:
Las democracias liberales, por el contrario, reconocen a cada ciudadano, cuando alcanza su mayoría de edad, autonomía moral y competencia cognitiva suficiente para buscar la felicidad a su manera sin obligación de aceptar tutela alguna, pública o privada, sobre las decisiones relevantes atinentes a su estilo de vida.
De lo que podemos deducir que las democracias occidentales cada vez son menos liberales, salvo las apariencias y las proclamas, y más utilitaristas. Porque la justificación para la extensión en tamaño y atribuciones del Estado se esparce tanto entre conservadores como entre socialistas, del PP y del PSOE, ambos siempre a favor de argumentos pragmáticos. Desde dicho punto de vista, lo que importa siempre es la perspectiva estadística, que bajo la máscara de las cifras globales hace desaparecer la circunstancia individual. En estadística lo relevante son los datos construidos de un perfil medio colectivo, para el que lo único pertinente es el individuo típico,normal, la abstracción matemática, no la persona de carne y hueso, el individuo concreto. Gomá se da cuenta del truco utilitarista.
(...) puede que tengas razón en un plano teórico, pero el cinturón positivamente salva vidas, ahí están las estadísticas.
Aunque cuando aduce que la consecuencia lógica del argumento pragmático es absurda no parece darse cuenta de que, efectivamente, vamos de cabeza y a toda velocidad a un mundo legislado, en el que sea la estadística la que marque las prohibiciones, de la bebida al tabaco, pasando por las modalidades de amor.
Además, Gomá reconoce el otro argumento liberticida, lo que denomino en este artículo la falacia de la Seguridad Social, según la cual, dado que todos nos beneficiamos de las prestaciones médicas del Sistema Público de Salud, entonces se podría obligar a cumplir unas condiciones y conductas a los que se benefician de dicho sistema de mutualidad para tener los gastos controlados, sobre todo en un contexto en el que todo el sistema está amenazado de quiebra. La falacia reza: como la Seguridad Social la pagamos entre todos, se pueden imponer condiciones de seguridad bajo la coacción del bien común.
Pero, claro, argumenta Gomá si el Estado puede intervenir en mi conducta y mis pensamientos porque se podría dar un perjuicio indirecto al conjunto de la sociedad, entonces se estaría justificando incluso el control de la natalidad, como sucede en China. Pero el problema es precisamente que estamos en dicha vía. La falacia de la Seguridad Social no estaría tanto en el corolario de que la obligación del cinturón de seguridad –o ahora el casco en las bicicletas, o antes la prohibición de fumar en espacios públicos– llevaría a un intervencionismo total en todas las facetas privadas, sino en el hecho de que es el Estado el que te obliga a pertenecer a dicho sistema de la Seguridad Social, y posteriormente te impone también una serie de condiciones para cumplir un contrato que no te es permitido rechazar para buscarte un seguro de salud privado que te permita los hábitos que prefieras, sabiendo ambas partes el riesgo en el que se incurre.
De hecho, si el sistema es inviable no es por la razón de que algunos miembros del mismo tienen conductas de riesgo, sino por una estructura elefantiásica. No hay control de gasto, ni evaluación de los resultados ni transparencia en la gestión. En la misma expresión Seguridad Social anida el huevo de la serpiente: Seguridad, por un lado; Social, por otro. Cuanta más seguridad, menos libertad. Cuanto más social, menos individualidad.
Más cascos, menos bicicletas
Es paradójico que uno de los objetivos declarados de la reforma del código de circulación[5] sea la promoción del uso de la bicicleta, cuando una de sus medidas podría ser la obligación del casco para los ciclistas también en ciudades (actualmente es obligatorio fuera de ellas, en los trayectos interurbanos).
Artículo 179. Otras normas.
1. Los ciclistas, y en su caso los ocupantes, estarán obligados a utilizar cascos de protección homologados o certificados según la legislación vigente. Los ciclistas en competición y los ciclistas profesionales en entrenamiento o en competición, se regirán por sus propias normas.
Lo que tendrá como efectos colaterales la disminución del uso de la bicicleta como medio de transporte (sobre todo entre las mujeres[6]) y será un ataque frontal a los incipientes sistemas de alquiler público de bicicletas (ya que haría falta implementar un sistema complementario de alquiler de cascos). De nuevo, se aduce que habría una relación causal entre el uso del casco y la seguridad de los ciclistas, lo que legitimaría una vez más la intromisión del Estado en la esfera privada de decisiones personales
Pero el caso es que en esta ocasión ni siquiera es el caso. Como tantas otras veces, el argumento que relaciona el casco con mayor seguridad es únicamente de sentido común (ese "conjunto de prejuicios acumulados", como lo definió Einstein). Porque los datos muestran que los ciclistas no sufren mayor proporción de daño craneal que pasajeros de coches y peatones, por lo que si los ciclistas se ven obligados a ir con casco, también se debería extender la obligación ¡incluso a los automovilistas![7]. Aunque, como en la acusación de ingenuidad a Javier Gomá, también podríamos estar pecando de lo mismo y que esa sea la próxima fase: la obligación de llevar casco, rodilleras y coderas a los peatones. E incluso más protección a los que viajan en coche, que deberían ir como si fuesen conductores de Fórmula 1.
Porque cuando se hace uso de las estadísticas en serio y no de una forma sesgada, las conclusiones suelen ser sorprendentes... para los usuarios de lo prejuicios acumulados. Así, Levitt y Dubner atacaron en su libro Freakonomics[8] un error habitual de la sabiduría convencional(otra forma de denominar a esos prejuicios en forma de sentido común que Kenneth Galbraith describía como la confusión entre la verdad y la conveniencia), que sostiene que hay que prohibir la tenencia de armas porque constituyen un riesgo sin tener en consideración que, en coherencia estadística, tendríamos que prohibir también... ¡las piscinas! Levitt y Dubner sostienen que las estadísticas lo que muestran es que mientras que se produce una muerte de niños por cada 11.000 piscinas, sólo se produce una muerte por disparo por cada millón y pico de armas, por lo que la probabilidad de morir en una casa con piscina es aproximadamente cien veces mayor que la de morir jugando con el arma que hubiese en otra casa.
Como en el caso de las armas y las piscinas, el riesgo percibido es muy diferente del riesgo real. Ir en bicicleta es asimilado a ir en motocicleta en el imaginario colectivo, cuando sería más real vincularlo con ser un peatón (esto también depende de las circunstancias. En Alemania, el uso del casco sólo es obligatorio cuando se usan las bicicletas eléctricas que permiten superar los 45 km/hora).
Esta falsa percepción del riesgo es incrementada por el Estado, que promueve la cultura del miedo para poder vigilar y controlar más fácilmente a los ciudadanos. Para ello hace falta el uso torticero de las estadísticas. Cuando la directora de la DGT, María Seguí[9], fue entrevistada por Pepa Bueno y le preguntó por la posible obligatoriedad del casco, la funcionaria del Estado respondió[10]:
Me permitiría hacer una reflexión, y es que en este caso hay un grupo fundamental que es el del lesionado de traumatismo craneoencefálico, que tiene graves problemas cognitivos, y que no puede hablar. Ese es un colectivo que cada año en nuestro país acumula cinco mil personas más por estar involucradas en un accidente de tráfico y sufrir un daño cerebral que les incapacita, que les discapacita, para el resto de su vida. Repito, es mucho menos vociferante porque no puede hablar, pero no por eso hay que ignorarlo. Por esto hay que conseguir que esto no siga ocurriendo y que esa cifra disminuya.
¿Cinco mil ciclistas sufren anualmente traumatismos craneoencefálicos? Pero si sólo murieron 67 ciclistas el año pasado (casi todos en carreteras, es decir, llevarían seguramente el casco). Esta respuesta es un buen ejemplo de falacia ignoratio elenchi o de elusión de la cuestión. Seguí trata de confundir respondiendo con unas cifras que no tienen nada que ver, haciendo, además, un chantaje emocional. Porque la inmensa mayoría de los traumatismos craneoencefálicos tiene que ver con los accidentes de coches. Y, después, con caídas en la calle de peatones, sobre todo personas ancianas. Siguiendo la lógica de su argumento, tendría que obligar a llevar casco a los automovilistas y a los ancianos.
De hecho, la idea no es tan peregrina o, al menos, ya se le ha ocurrido a alguien. Los cascos para automovilistas han sido diseñados dentro de un estudio llevado a cabo por las universidades de Adelaida y Monach, en Australia, tras un estudio del Gobierno australiano que argumentaba que se podrían ahorrar unos 400 millones de dólares reduciendo los traumatismos craneoencefálicos en los accidentes de coche[11]. Aunque quizás de nuevo esté tirando contra mi tejado, dando ideas a la DGT...
Tanto la industria de los cascos como las empresas de seguros y los fabricantes de coches están muy interesados en la obligatoriedad del casco para ciclistas. La razón es que la cultura emergente de las bicicletas es una amenaza real para la posición dominante de los automóviles en las ciudades. Es significativo que la directora de la DGT, que promueve una medida como el aumento de la velocidad en las autopistas y autovías que beneficia a la venta de automóviles, al mismo tiempo trate de perjudicar y desincentivar el uso de la bicicleta. De este modo, no sólo propaga una cultura del miedo, sino que lo hace en un sentido muy preciso: beneficiando a un lobby tan poderoso como el de la industria del automóvil, que percibe innumerables ayudas por parte del Estado.
El chantaje del miedo, de Hacienda al BCE pasando por la DGT
En un afilado aforismo-twitter el politólogo Miquel Rosselló denunciaba:
Hay 3 organizaciones letales para la libertad, la trinidad estatista: Banco Central, Hacienda y la DGT.
Efectivamente, si tanto Hacienda como el Banco Central se basan en el miedo para imponer sus absurdos tipos impositivos o rescates a la banca en quiebra, en la DGT se usa la cultura del miedo, que se concretó en la anterior reforma del Reglamento General de Circulación, que obligaba a llevar casco en las vías interurbanas, como si el uso de la bicicleta fuese un deporte de alto riesgo y muy peligroso (pero no se obliga a los excursionistas a llevar casco, cuando la comparación de riesgo es similar; y, en cualquier caso, tienen más probabilidad de sufrir un accidente que quien pasea por la ciudad). Se trata de una retórica de culpabilización de la víctima, ya que el Estado, en lugar de eliminar los desperfectos de las calzadas, que son los que causan gran parte de los accidentes, prefiere desviar la responsabilidad hacia colectivos más débiles y con menor capacidad de hacer presión institucional. Lo que mejor define tanto la mentalidad conservadora como la socialdemócrata es la banalidad del bien. El reverso luminoso, pero también ominoso, de su fatal arrogancia. Banalidad del bien y fatal arrogancia que conducen a coacciones estatales paternalistas tan bienintencionadas como perversas y contraproducentes.
Si la DGT tuviera más interés en la salud real de los ciudadanos y menos en la salud contable de las empresas automovilísticas tendría en consideración que el índice de siniestralidad ciclista se rebaja precisamente cuando aumenta la cantidad de ciclistas en las vías[12]. Y es que aquí entra en juego la seguridad de los números; es decir, cuando se consigue una masa crítica de usuarios de un sistema, ese sistema impone sus reglas a los demás. Por tanto, una masa crítica de ciclistas consigue que sus derechos sean respetados con mucha mayor efectividad, por lo que un cambio en la ley como el que promueve la DGT, al disminuir el número de ciclistas, incidirá negativamente en el tipo de seguridad que se ha demostrado más efectiva: la que procuran los ciclistas inundando las calles.
Para más inri, incluso la Dirección General de Tráfico sostuvo en un informe[13]:
No se pudo establecer la relación existente entre el uso del casco y el tipo de lesión sufrida a nivel craneal. Las diferencias encontradas pueden haberse debido al azar. Tampoco se pudo establecer, a partir de los datos de que se dispone en este estudio, las ventajas del uso del casco frente al tipo de lesión craneal sufrida (traumatismo frente a fractura).
El intervencionismo estatalista en España está aumentando en todos los sectores. Es frecuente invocar paralelismos con otros países de nuestro entorno para justificar las legislaciones prohibicionistas, como ocurrió en el caso del tabaco, pero se silencian casos como el de la anomalía del casco obligatorio para las bicis, que ha sido declarada un error obsoleto en toda Europa –sobre todo en los países con gran tradición ciclista, como Dinamarca, Holanda y Alemania–, y sólo es posible encontrar dicho intervencionismo paternalista, que va en contra de toda la evidencia estadística, en Israel, Australia y algunos estados de EEUU.
El conjunto de medidas de la DGT contra el ciclismo como medio alternativo al paradigma dominante automovilístico sólo se explica en un contexto de grupos de presión que tienen capturado al regulador. Si la industria del automóvil es subvencionada a discreción por el Estado, ¿por qué no habría este de plegarse a una normativa que beneficia a dicha industria, poniendo en jaque a la emergente de las bicicletas? Porque no es sólo el absurdo de la obligación del casco, también otras medidas anunciadas, como que los ciclistas deban ir por el lado derecho de la carretera (está claro quiénes son los amos de las mismas...), que sólo se permitan los remolques de bicicleta en vías urbanas y en carriles bici (un golpe muy duro para el cicloturismo, que es una industria prometedora), o que los menores de 14 años deban ir acompañados de un adulto. Como irónicamente ha explicado el experto en planificación urbanística Ceri Woolsgrove, estas son las mejores leyes posibles para cargarse el tráfico en bici[14]Quid pro quo?
Conclusiones
En España, la bicicleta sigue siendo un vehículo estigmatizado. Me han llegado a decir que ir en bicicleta es de pobres y/o de progres... Pero no parece que Dinamarca, Holanda o Alemania sean países especialmente pobres o decididamente progres. Dicho estigma sólo se puede eliminar a través de leyes que incentiven la compra y uso de bicicletas en un entorno de seguridad para los ciclistas, en lugar de penalizar y poner trabas a los que en España nos atrevemos a romper el mito de que la bici es una cosa de pobres (los ricos siempre podrán presumir de comprarlas a seis mil euros) o el dogma de que es de progres (por ejemplo, Boris Johnson, el muy conservador, aunque iconoclasta, alcalde tory de Londres se desplaza a su lugar de trabajo en bicicleta)[15]. Por otra parte, si lo que de verdad buscase la DGT fuese más seguridad, promovería y facilitaría el uso de la bicicleta, en vez de tratar de intimidar y de propagar una cultura del miedo en torno a la bicicleta, porque cuantos más ciclistas haya, más seguro será moverse en bicicleta.
El uso de la bicicleta implica hacer ejercicio y está asociado a llevar una vida saludable, lo que repercute en la sostenibilidad del sistema de Seguridad Social que tanto dicen defender y que en la práctica, sin embargo, tanto socavan, con medidas arbitrarias y contraproducentes basadas tanto en la ignorancia como en la defensa de espurios intereses, como muestra el argumento demagógico y falaz empleado por la directora general de la DGT[16].
La labor del Estado es la de respetar los puntos de vista de los ciudadanos y ofrecerles un sistema de normas que en el uso de su libertad repercuta en su mayor seguridad. Pero nunca intercambiar falazmente libertad por seguridad, en aras de incrementar su cuota de poder. Por eso tiene sentido que haga campañas informativas[17], pero no que tome medidas de coacción contra los ciudadanos en esferas que sólo son de la propia incumbencia del afectado, llevado por esa soberbia del poder ejecutivo que le lleva a imponer un paternalismo propio del despotismo ilustrado, no de lo que Kant definía como el único sistema legítimo: un Estado libre.

[1] Por libertad negativa se entiende que un individuo es libre en la medida en la que nadie restringe su acción. Por el contrario, la libertad positiva supondría la capacidad de cualquier individuo para poder, de facto, ejercer su voluntad. De esta forma puede haber un conflicto entre ambos conceptos de libertad en cuanto que la ley podría restringir la libertad negativa de los individuos para favorecer las libertades positivas. Isaiah Berlin analizó dicho conflicto en "Dos conceptos de libertad".
[2] Immanuel Kant, "¿Qué es la Ilustración?", (1783).
[3] Como en el caso de la propuesta de legalización del tráfico de drogas diferentes al alcohol, cuyo objetivo es aumentar la libertad de elección no el consumo de dichas sustancias, la crítica a la DGT no es una invitación a circular sin cinturón de seguridad.
[4] Javier Gomá, "Abrochado a la dulzura de vivir", El País, 06-11-2010.
[5] Borrador del Reglamento General de Circulación, Título VI "De la circulación de las bicicletas".
[6] Como afirmaba Elizabeth Rosenthal en su artículo para el New York Times "To encourage biking, Cities lose the helmets", el test para comprobar si un programa de incentivación del uso de la bicicleta es efectivo es cuando el número de mujeres ciclistas al menos iguala al de los hombres.
[7] Sécurité routière, ONISR annual report, mencionado en http://www.fubicy.org/spip.php?article191#hautpage
[8] Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner, Freakonomics. Ediciones B, 2006.
[9] El email de la directora de la DGT es secretaria.directora@dgt.es, para decirle que obligar a llevar casco con la bici es estúpido y antiliberal.
[11] Robert W GAnderson, Kirsten White y Jack McLean, "The Development of a Protective Headband for Car Occupants", Road Accident Research Unit, University of Adelaide.
[12] El Periódico de Aragón, 14 de marzo de 2013.
[13] Citado por Juan Merallo, "Tres años de casco obligatorio en España. Algunos resultados de una ley inconveniente", texto presentado en el Congreso Velocity, Munich, junio 2007.
[14] Ceri Woolsgrove, "The pain in Spain, revisited".
[15] Posicionamiento de la Red de Ciudades por la Bicicleta en torno a las modificaciones del Reglamento General de Circulación, disponible enhttp://www.ciudadesporlabicicleta.org/content/posicionamiento-de-la-red-de-ciudades-por-la-bicicleta-entorno-las-modificaciones-del-reglam
[16] No es una medida aislada. Incluso pretende María Seguí que los médicos se conviertan en delatores de sus pacientes, rompiendo la confidencialidad entre ambos:http://www.elmundo.es/elmundomotor/2013/03/19/conductores/1363713695.html
[17] Publicidad de la DGT meramente informativa sobre cómo circular correctamente en bicicleta:http://www.redciclista.com/pg/videos/play/javigs/79112/me-apunto-a-moverme-en-bici




Santiago Navajas - Bicicletas, cigarrillos, cinturones de seguridad y la falacia de la "Seguridad Social" - La Ilustración Liberal - Revista española y americana