lunes, 7 de abril de 2014

Eficiencia y Eficacia de las protestas por Gustavo Coronel


Gustavo Coronel 


Eficiencia y Eficacia de las protestas

“Matar de un martillazo a una mosca parada sobre un vidrio puede ser ineficiente, pero eficaz”.

Tiene razón Moisés Naím cuando dice que, con frecuencia, el resultado de las protestas y marchas no guarda relación con la intensidad del esfuerzo. Yo lo viví en carne propia durante 2002-2003, cuando marché muchas veces en medio de una inmensa multiud que portaba banderas, pancartas, gritaba entusiasmada y me hacía sentir, en el momento, que estaba contribuyendo decisivamente al cambio deseado. Ello no fué exactamente así. El régimen montaba al día siguiente su propia manifestación, con gente traída en autobuses, vestida de rojo, a quienes le daba efectivo y un paquete con comida y caña. Empataba el juego, al menos ante los ojos del mundo. Solo nosotros sabíamos que ello no era así, que la verdadera anotación era otra. Reuters, EFE y la AP reseñaban ambas marchas de similar manera: “centenares de partidarios de Chávez marcharon ayer” y “centenares de venzolanos de oposición manifestaron ayer”. Como decía Cantinflas: cero mata cero y no llevo nada.

Fue esta aparente futilidad de marchar y bailotear y cantar, además de la loable vocación de nuestro pueblo por salir a votar, lo que llevó a una estrategia orientada a lo electoral. Y se hicieron progresos, lentos progresos. Pero nuestro progreso andaba por las escaleras mientras la destrucción nacional llevada a cabo por el régimen iba en ascensor. A esa tasa de progreso, se comenzó a pensar, ganaríamos el poder cuando ya no existiera nada que salvar. Por 15 años soportamos humillaciones de todo tipo, abusos de poder, expropiaciones, prisión y muerte para muchos, colapsos financieros y sociales, la progresiva aniquilación de la clase media. La oposición siguió votando bajo un sistema viciado de ilegalidades y ventajismo, sin pedir rectificación alguna, en condiciones de abierta inferioridad, en un ambiente electoral esencialmente controlado por el régimen.

Puede extrañarle a alguien, entonces, que la gente se haya ido a la calle? Lo que es de extrañar es qué ello no haya ocurrido mucho antes. Por mucho tiempo el derroche financiero del régimen pudo mantener a muchos venezolanos contentos, incluyendo gente que desaprobaba politicamente del régimen pero que era mojada por la lluvia de real. La inercia social y capacidad de adaptación del pueblo han sido inmensas.

Sin embargo, cuando se genera una masa crítica de gente descontenta y la inercia es finalmente vencida por el cúmulo de abusos, entonces sucede lo que está sucediendo. Estas protestas y marchas de ahora tienen una diferencia con respecto a las anteriores. Son contínuas, incesantes, sin bailoterapia o rostros sonrientes. Ahora hay dureza en los rostros, indignación como combustible, decisión de perseverar hasta que algo se rompa. A pesar de que las protestas tienen un bajo coeficiente de eficiencia ante un régimen apuntalado por unas fuerzas armadas prostituídas y por bandas de forajidos, los venezolanos en la calle están decididos a continuarlas. Y ese es el ingrediente que hace temblar al régimen y que las hace probablemente eficaces como agente de cambio.

Ello es así porque el régimen es mucho menos monolítico de lo que muchos asumen. La ideología no es su fuerte, su fuerte ha sido la ambición de hacer dinero, la codicia y el ansia de poder. Ahora que muchos boliburgueses tienen los bolsillos repletos, desean irse con su dinero mál habido a otra parte. Sectores de las fuerzas armadas se resienten de que solo unos pocos se han beneficiado de la prodigalidad del régimen y piensan, como sucedió en 1958, que esto no puede seguir así. Hay valores y principios adormecidos que se están despertando en mucha gente. Y, sobre todo, hay un ímpetu extraordinario de la juventud venezolana, esa punta de lanza que se movió en contra de Gómez, en contra de Pérez Jiménez y ahora se mueve contra este régimen de horror. Por su parte, la Iglesia comienza a pronunciarse con mucho vigor, como lo prueban la tajante opinión de Monseñor Ovidio Pérez Morales pidiendo un gobierno de transition ya y la reciente declaración de la Conferencia Episcopal. Los abusos y la represión reciente no han hecho más que endurecer el popósito de quienes protestan.

Es cierto que el régimen se mueve con astucia. Su falsos llamados a la paz, a un tinglado llamado Conferencia de la Paz próximo a instalarse han engatusado a algunos empresarios y hasta a algunos miembros de la oposición, quienes ven ventajas individuales, aunque fuesen temporales, en la preservación del status quo. La gusanera de la OEA y de UNASUR sirve de comparsa a esas maniobras. En USA afloran grupúsculos de profesores universitarios y artistas de Hollywood, incluyendo algunos pagados obscenamente por el régimen, para cabildear a su favor. La batalla de la opinión está en plena ebullición dentro y fuera de Venezuela. Hay todavía gente importante aún sentada en la barrera, como si el problema no fuera también de ellos. Están resignados a creer que la regla de oro es que quien tiene el oro impone las reglas.

Las protestas pueden ser ineficientes pero seran probablemente eficaces en moverle el piso a este régimen. Y es que, además, queridos amigos, no hay alternativas a la vista!

La situación actual del régimen es muy delicada. Cualquier pronunciamiento, cualquier actor importante que se manifieste claramente en este momento, puede inclinar la balanza a nuetro favor y dar al traste definitivo con la pesadilla que vive Venezuela desde hace 15 años. Puede ser en el área petrolera, en el área política o geopolítica, en el area económica o, inclusive, en el área militar.

La liebre o más de una liebre parecen a punto de saltar.

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