Gustavo Coronel
Una reunión llevada a cabo en Caracas en la cual Leonardo Padrón leyó su bello artículo sobre quienes se quedan en Venezuela, titulado La Casa Grande, incluyó una intervención de Jorge Roig de unos siete minutos (ver aquí).
En esa intervención Roig quiso hacer una profesión de amor al país a fin de inspirar en otros compatriotas el deseo de quedarse. Aunque no podemos dudar de sus buenas intenciones y sinceridad, algunas de las cosas que dijo suenan demagógicas y contribuyen a exacerbar el falso y artificial clivaje que el régimen comenzó a crear desde los días del difunto, ese que dice: “los buenos se quedan y los malos se van”.
Para comenzar, Roig dijo algo que fue recibido con aplausos: ”Respeto a quienes se van pero les pido que no hablen mal del país". Yo considero esta frase muy torpe y de un soberano mal gusto.
¿Por qué habrá dicho esto Roig? Que yo sepa no existe entre los venezolanos que se han ausentado del país una tendencia a “hablar mal del país”. Lo que sí existe es una tendencia a hablar mal del régimen, pero eso es lo esperable, habida cuenta de que quienes se han ido lo han hecho por no estar dispuestos a aceptar los abusos de poder de la pandilla chavista.
Lo que también se oye a veces, por parte de algunos miembros de la diáspora venezolana, es críticas al diálogo que pide Fedecámaras con el gobierno o contra ciertas posiciones timoratas del grupo de empresarios que están cuidando sus churupos mediante el apaciguamiento y la mansedumbre, esperando ser - como decía Churchill – los últimos que se coma el cocodrilo. Pero esta crítica no es exclusiva de Diego Arria o de mi persona, sino que también se oye desde los grupos de venezolanos que están en el país. Esta expresión de Roig no me pareció en absoluto elegante.
Jorge dice, como si ello fuera determinante en la decisión de irse o de quedarse, que a él le gustan mucho las arepas y el chivo en coco. A mí también me gustan estos dos componentes de la gastronomía venezolana pero los disfruto donde vivo, igualito que si me los estuviera comiendo en San Fernando de Atabapo. También dice que no se va porque él prefiere hablar por teléfono y no por Skype.
Para decir que uno prefiere quedarse no es necesario decir que el que se va es un mal venezolano. Roig nos dice: “quienes se van piensan que no le deben nada al país…. Tienen una visión de corto plazo”, o algo parecido. Por qué es necesario decir esto para justificar quedarse?
En Venezuela tenemos un enemigo común: un régimen arbitrario, ladrón, narcotraficante, mentiroso e inepto. Tratar de separar a quienes tienen un mismo pensamiento y un mismo objetivo es una torpeza. Lo peligroso de esto es que si uno no dice nada para no “alborotar el avispero” permite que este tipo de opiniones, a lo Roig, se vayan consolidado en el país, convirtiéndose en dogma.
Y eso no debe suceder. Venezolano es venezolano donde esté. Y desde donde esté puede opinar sobre su país. Hay buenos venezolanos en Venezuela y en el exterior. Los hay malos aquí y allá.
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