lunes, 22 de octubre de 2012

TIEMPO DE PALABRA - Opinión - EL UNIVERSAL


TIEMPO DE PALABRA

"Tan fraude es cambiar el resultado global como obligar a emitir un voto que favorece a B"

CARLOS BLANCO |  EL UNIVERSAL

Radicales y viejos
El ex candidato presidencial democrático Henrique Capriles ha dicho en sus intervenciones post 7-O que logró derrotar tanto a los radicales como a la vieja política. Esta discusión podría ser inútil si no fuera porque vienen más elecciones y del acierto de la estrategia opositora dependerá que se logren más derrotas o, en su lugar, deseables victorias. 

Interesa mucho saber quiénes son los radicales. Deben ser los que los bien pensantes suelen desechar cuando -satisfechos- dicen que los extremistas de "lado y lado" han sido derrotados en función de la corriente principal que, al parecer, está "en el centro". Si se observa bien, no parece haber nadie que defienda un golpe de estado contra Chávez, lo cual sería una manifestación obvia de radicalismo; tampoco hay, después de 2005, quienes llamen a la abstención, actitud que podría tal vez ser catalogada de extrema; no hay promotores de una insurrección popular, al menos que se sepa. Entonces, ¿quiénes son los radicales? Al explorarse el asunto se descubre que los radicales son los que tienen un pensamiento crítico dentro de la oposición y cometen la osadía de expresarlo públicamente. 

Al escrutar un poco más se descubre que los radicales son quienes desde hace mucho tiempo, luego en las primarias y en la campaña electoral insistieron en algunos temas. ¿Acaso fue un llamado a derrocar a Chávez con un golpe militar como el del 4 de febrero? No; de ninguna manera. Lo que los llamados radicales hicieron fue protestar en contra de las condiciones electorales existentes y llamar a impedir el fraude electoral. Sin embargo, ocurrió un escándalo político y semántico: no se debía hablar de fraude porque... Sigue aquí una breve historia.

La dirección opositora denunció que el Referéndum Revocatorio fue ganado por el gobierno en 2004 a través de un fraude. En 2005 más del 83% de los votantes registrados se abstuvo de votar. De allí los jefes actuales de la oposición llegaron a la conclusión de que denunciar un fraude equivalía a llamar a la abstención, lo cual ni es lógico ni es cierto. A partir de ese momento no se podía hablar de fraude y la palabra fue desterrada del vocabulario opositor (hay otras palabras también desterradas, pero éste es otro tema... ) Se asumió la prohibición a regañadientes, hasta llegar a esta situación medio ridícula que es decir que ventajismo, atropello, intimidación, chantaje, soborno sólo es ventajismo, atropello, intimidación, chantaje, soborno, pero no fraude, pues éste sólo es cambiar el resultado global de las elecciones. Así, sólo se podría hablar de fraude en la experiencia reciente si Capriles hubiese ganado con votos y Chávez se hubiese alzado con la victoria; lo cual es completamente falso: tan fraude es cambiar el resultado global como cambiar el resultado de un sector del electorado que quiere un resultado A y se ve obligado a emitir un voto que favorece a B. 

Pero convéngase que la palabra "fraude" está demasiado cargada de historia y polémica. Hablemos de ¿estafa? ¿Usurpación? ¿Trampa? Entonces los radicales han devenido en los que sugieren la lucha por cambiar las condiciones electorales. Ante esta posición algunos jefes opositores afirman que esta proposición conduce a la abstención porque de no cambiarse esas condiciones lo que quedaría -para los demandantes- es la abstención. Falso. 

Falso por dos razones. La primera es que denunciar las condiciones electorales conduce a la lucha por cambiarlas. Si se obtienen, muy bien; si no, se vota pero se denuncia lo que haya que denunciar. La segunda razón es que la abstención espontánea, azarosa, no conduce a ninguna parte; sólo una abstención organizada dentro de un plan de elevación de las luchas, puede tener sentido; y tal acción hoy no es viable después de la orfandad que se produjo luego de la abstención de 2005. 

Esos son los radicales. Fueron marginados de la campaña, pero han sido reivindicados ahora porque son los que creen que hay que caminar y mascar chicle al mismo tiempo, "a Dios rogando y con el mazo dando". 



LOS DE LA VIEJA POLÍTICA. Otro asuntillo predilecto de Capriles y algunos de sus aliados fue el ataque a "la vieja política". Antes de entrar en materia debe recordarse que esta expresión la popularizó uno de los próceres del chavismo, ya fallecido, Guillermo García Ponce, el del Diario VEA. "La vieja política" ha sido el nombre-código para referirse a AD, Copei y en menor medida al MAS y otros grupos de lo que el chavismo denomina la IV República. 

Al diferenciarse de "la vieja política", el candidato lo que hizo fue excluir a los partidos más tradicionales y a sus representantes; sólo algunos ex dirigentes podían participar pero discretamente para no levantar acusaciones del contrario que, de todos modos, las hizo. 

Al rechazar a los partidos tradicionales y a sus dirigentes pueden haber obtenido los votos de sus militantes pero no el trabajo coordinado, conjunto y entusiasta de sus jefes, a quienes se mandó a la leprosería de la política. ¿Podría haberse obtenido la mayoría de votos para ganarle a Chávez de haberse incorporado activamente a "los radicales" y a los de "la vieja política"? Nadie lo sabe; pero sólo puede decirse que la exclusión política hacia unos no fue compensada con la apertura hacia otros. En efecto, la campaña se deslizó en forma notable hacia el chavismo "light" al que supuestamente se atraería con la incorporación de los ex chavistas. "El Gato" Briceño fue más solicitado que AD, Copei y el MAS. El resultado está a la vista: el ex chavismo no logró atraer a los chavistas pero sí tuvo éxito en apartar a buena parte de los que enfrentan a Chávez, no desde ahora sino desde el 4 de febrero de 1992. 

Sin duda hay razones para ser críticos de los partidos, de los viejos y de los nuevos; algunos "nuevos" han reproducido en menor tiempo y en forma más terrible los vicios de los viejos, pero, en todo caso, una cosa es la crítica y otra el sectarismo que ha prevalecido. No hay liderazgo sin organizaciones que lo respalden; los 6.5 millones de votantes están dispersos tras el 7-O porque las multitudes se mueven en momentos críticos y por un tiempo acotado cuando la victoria puede rozarse con los dedos: antes y después queda -si existe- el andamiaje organizado, las estructuras. 



NOTA FINAL. Nadie está tirando la toalla y los ex jefes de la campaña debían ser más recatados en sus filípicas. Más bien es indispensable reclamar que cesen las prácticas que condujeron al desastre. Estas prácticas fueron arrogancia, sectarismo, nepotismo, continuismo, exclusión, y cierta ceguera histórica. Hoy es indispensable responder la pregunta clave: ¿cómo se reemplaza a un régimen que por medios pacíficos o violentos, legales o ilegales, está organizado política, militar y financieramente para impedir su relevo? 

Por cierto, confiar en la enfermedad presidencial para el logro de ese objetivo es seguir sin entender nada... 

www.tiempodepalabra.com 

Twitter @carlosblancog



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