El insondable foso del conformismo
¿Hasta dónde, hasta cuándo hasta qué límites y medidas puede el hombre resistir el hambre, las privaciones, el atropello, la sed, los abusos, las penurias, las injusticias, las torturas, las promesas incumplidas, las mentiras, la desesperanza, el caos? Primo Levi, en un libro estremecedor, con razón calificado como una de las obras cumbres de la literatura testimonial del Siglo XX, Se questo è un uomo, Si esto es un hombre, intentó dar la respuesta. Vivió con los ojos abiertos y una conciencia indomable la más aterradora experiencia que les haya sido dada vivir a los hombres: Auschwitz. De la que, sepa Dios gracias a qué conjunciones del destino, logró salir con vida. En rigor sin otra voluntad y otro propósito que tratar de narrar lo inenarrable: cuándo un ser humano desciende en la escala hasta ser despojado de todos los atributos que tras cientos de miles, tal vez millones de años le han convertido en el ser supremo de la escala animal, el hijo predilecto de Dios, posiblemente su creador y su máxima criatura.
La misma pregunta, sin el trágico perfil de la narración de Primo Levi que va describiendo paso a paso la metódica operación del nazismo alemán que tras elementales medidas de despojamiento, en pocos días, convertían a un ser humano en un estropajo, sin otra seña de identidad visible que un número tatuado en el antebrazo, nos la hicimos cuando intentamos definir el concepto de necesidad, para comprender al Marx de juventud y saber con un mínimo nivel de exactitud científica el significado de su prometeica promesa, la medida que una vez cumplida se habría alcanzado la felicidad plena: del hombre según sus capacidades y al hombre según sus necesidades. ¿Dónde comienzan y terminan sus capacidades? ¿Dónde, sus necesidades? ¿Bastan algunas horas de trabajo para medir la capacidad del hombre? ¿Basta un mendrugo de pan y un vaso de agua para saciar sus necesidades? ¿No se trata, antes bien, de variables históricas, mudables, reducibles al mínimo imaginable, ampliables al infinito de sus deseos?
Auschwitz fue la última frontera del nacionalsocialismo. Como los campos de concentración y el Archipiélago Gulag fueron la última frontera del totalitarismo soviético. En ambos extremos, Hitler y Stalin. Pero allí, al cabo de algunas millas náuticas, del otro lado del mar, millones de cubanos dan lo que pueden y reciben lo que se les arroja. ¿Dan de sus capacidades? ¿Suplen sus necesidades? Ni lo uno ni lo otro: han aprendido a sobrevivir practicando el arte del conformismo: sudar lo mínimo y agradecer lo que se les tire. Por lo visto, al pueblo de cimarrones le basta con muy poco. Y ese poco le basta menos. Están en el fondo del pozo del conformismo y en el colmo de la alienación creen que los que no tienen qué comer son los otros, a quienes les sobra, y que ellos pueden dar su sangre hasta el heroísmo por una siniestra ficción.
Venezuela lleva dieciséis años aprendiendo en cámara lenta, ahora con mayor velocidad, cuánto y hasta dónde aguanta. ¿Cuántos asesinatos resisten los barrios populares? ¿25.000 por año? ¿O pueden ser más? ¿Cuántos presos políticos? ¿100, 200, 1.000? ¿O pueden ser más? ¿Cuánta inflación? ¿El 200%? ¿O puede ser más? ¿Cuánto desabastecimiento? ¿Leche, harina, huevos, queso, medicinas? ¿O puede ser más? ¿Cuánto fraude, cuánto engaño, cuánta mentira? ¿Un referéndum revocatorio, cuatro elecciones presidenciales, varias parlamentarias y municipales? ¿O pueden ser más? ¿Cuántas toneladas de cocaína traficada por las autoridades? ¿5 a la semana o pueden ser más? ¿Cuánta tiranía, cuánto maltrato, cuánta humillación, cuánta injusticia?
Las dictaduras comunistas, es decir: aquellas que pretenden eternizarse hasta pulverizar las instituciones, lo divino en lo humano, la dignidad de los ciudadanos, la grandeza de sus pueblos y el orgullo de sus naciones logran sus propósitos amaestrando a los hombres, exactamente como un hombre obtiene lo que quiere de un león o de un chimpancé con algunos terrones de azúcar y el chasquido amenazante de un látigo. Temo que el terrón de azúcar sean los votos y el chasquido del látigo nuestros presos políticos. Temo que una fecha en un calendario sea más importante que el sol luminoso que esperamos de ese, como de cualquier otro día. Temo que hayamos comenzado a dejar de ser lo que fuimos. Temo que nos estemos hundiendo en el foso insondable del conformismo.
@sangarccs
¿Hasta dónde, hasta cuándo hasta qué límites y medidas puede el hombre resistir el hambre, las privaciones, el atropello, la sed, los abusos, las penurias, las injusticias, las torturas, las promesas incumplidas, las mentiras, la desesperanza, el caos? Primo Levi, en un libro estremecedor, con razón calificado como una de las obras cumbres de la literatura testimonial del Siglo XX, Se questo è un uomo, Si esto es un hombre, intentó dar la respuesta. Vivió con los ojos abiertos y una conciencia indomable la más aterradora experiencia que les haya sido dada vivir a los hombres: Auschwitz. De la que, sepa Dios gracias a qué conjunciones del destino, logró salir con vida. En rigor sin otra voluntad y otro propósito que tratar de narrar lo inenarrable: cuándo un ser humano desciende en la escala hasta ser despojado de todos los atributos que tras cientos de miles, tal vez millones de años le han convertido en el ser supremo de la escala animal, el hijo predilecto de Dios, posiblemente su creador y su máxima criatura.
La misma pregunta, sin el trágico perfil de la narración de Primo Levi que va describiendo paso a paso la metódica operación del nazismo alemán que tras elementales medidas de despojamiento, en pocos días, convertían a un ser humano en un estropajo, sin otra seña de identidad visible que un número tatuado en el antebrazo, nos la hicimos cuando intentamos definir el concepto de necesidad, para comprender al Marx de juventud y saber con un mínimo nivel de exactitud científica el significado de su prometeica promesa, la medida que una vez cumplida se habría alcanzado la felicidad plena: del hombre según sus capacidades y al hombre según sus necesidades. ¿Dónde comienzan y terminan sus capacidades? ¿Dónde, sus necesidades? ¿Bastan algunas horas de trabajo para medir la capacidad del hombre? ¿Basta un mendrugo de pan y un vaso de agua para saciar sus necesidades? ¿No se trata, antes bien, de variables históricas, mudables, reducibles al mínimo imaginable, ampliables al infinito de sus deseos?
Auschwitz fue la última frontera del nacionalsocialismo. Como los campos de concentración y el Archipiélago Gulag fueron la última frontera del totalitarismo soviético. En ambos extremos, Hitler y Stalin. Pero allí, al cabo de algunas millas náuticas, del otro lado del mar, millones de cubanos dan lo que pueden y reciben lo que se les arroja. ¿Dan de sus capacidades? ¿Suplen sus necesidades? Ni lo uno ni lo otro: han aprendido a sobrevivir practicando el arte del conformismo: sudar lo mínimo y agradecer lo que se les tire. Por lo visto, al pueblo de cimarrones le basta con muy poco. Y ese poco le basta menos. Están en el fondo del pozo del conformismo y en el colmo de la alienación creen que los que no tienen qué comer son los otros, a quienes les sobra, y que ellos pueden dar su sangre hasta el heroísmo por una siniestra ficción.
Venezuela lleva dieciséis años aprendiendo en cámara lenta, ahora con mayor velocidad, cuánto y hasta dónde aguanta. ¿Cuántos asesinatos resisten los barrios populares? ¿25.000 por año? ¿O pueden ser más? ¿Cuántos presos políticos? ¿100, 200, 1.000? ¿O pueden ser más? ¿Cuánta inflación? ¿El 200%? ¿O puede ser más? ¿Cuánto desabastecimiento? ¿Leche, harina, huevos, queso, medicinas? ¿O puede ser más? ¿Cuánto fraude, cuánto engaño, cuánta mentira? ¿Un referéndum revocatorio, cuatro elecciones presidenciales, varias parlamentarias y municipales? ¿O pueden ser más? ¿Cuántas toneladas de cocaína traficada por las autoridades? ¿5 a la semana o pueden ser más? ¿Cuánta tiranía, cuánto maltrato, cuánta humillación, cuánta injusticia?
Las dictaduras comunistas, es decir: aquellas que pretenden eternizarse hasta pulverizar las instituciones, lo divino en lo humano, la dignidad de los ciudadanos, la grandeza de sus pueblos y el orgullo de sus naciones logran sus propósitos amaestrando a los hombres, exactamente como un hombre obtiene lo que quiere de un león o de un chimpancé con algunos terrones de azúcar y el chasquido amenazante de un látigo. Temo que el terrón de azúcar sean los votos y el chasquido del látigo nuestros presos políticos. Temo que una fecha en un calendario sea más importante que el sol luminoso que esperamos de ese, como de cualquier otro día. Temo que hayamos comenzado a dejar de ser lo que fuimos. Temo que nos estemos hundiendo en el foso insondable del conformismo.
@sangarccs
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"El único tirano que acepto en este mundo es mi propia voz interior." M.Gandhi