Escalofrío
Santiago Abascal
Tal vez sea esa la palabra que mejor defina la sensación de muchos al contemplar los nuevos gobiernos locales.
La dejadez de unos y las políticas de pactos de otros han puesto al mando de nuestros ayuntamientos, y de parte de nuestros destinos, a personas con escasa o nula capacidad de gestión y, lo que es peor, en algunos casos de nula catadura moral, con comentarios e ideas irreproducibles contra judíos, víctimas de ETA y niñas violadas, como en el caso del nuevo concejal de cultura (sic) de Podemos en Madrid, cuya inmediata dimisión espera cualquier español de bien.
Pero ¿cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo puede pasar un país de estar gobernado por una gran mayoría absoluta a ceder buena parte del poder a los extremismos hasta producirnos semejante escalofrío?
Es el momento de preguntarnos cuánto se parecen las huestes y las ideas de Pablo Iglesias a las de Hugo Chávez, que han llevado a la ruina y al colapso a Venezuela. Sí, es el momento. Pero es también la hora de preguntarnos cuánto se parece la España corrupta de Zapatero, Rajoy y Mas a la Venezuela corrupta previa a Chávez; la de Carlos Andrés Pérez y compañía. Porque lo que Podemos ofrece es demencial, por supuesto. Pero es la consecuencia de la degradación moral. El padre de Pablo Iglesias es la corrupción y su madre la destrucción de las clases medias. El sirviente de Zapatero, Rajoy, nos ha traído el virus y ahora nos mete miedo y se ofrece como salvador. Pero el antídoto lo tenemos otros; los que nos atrevemos a dar la batalla de las ideas a la izquierda, al relativismo, al populismo y al totalitarismo podemita.
Será, por otra parte, el tiempo el que juzgará duramente no sólo lo que lleguen a hacer de nuestra España los nuevos dirigentes, sino a los causantes de su venida, con políticas acomplejadas que han enfadado a su electorado de toda la vida, o maltratado a unas clases medias empujadas cada vez más hacia una verdadera pobreza.
¡Cuántas veces habremos levantado la voz –tantos– diciendo que el rumbo era equivocado! Que no se podía pretender apalear a los tuyos y que te siguieran votando de cualquier manera, con la nariz tapada.
Esta es la realidad, pero no hay que ceder al desánimo: toda realidad puede cambiarse.
Estamos en un país que ha sabido llegar a lo mejor, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Es la hora de los valientes, de los decentes, de los que van de frente, de la media España que no se resigna a morir políticamente, de todos aquellos que aún quieren un futuro mejor para ellos, para sus hijos o sus nietos.
Tal vez se haya cedido el poder local, pero apostando a nivel nacional por opciones coherentes y sin complejos, que no tengan miedo a defender y gestionar con eficacia lo que tanto nos ha costado conseguir, llevaremos aún el barco a buen puerto.
Lo sabe bien esa marea de personas que se nos acerca ahora cada día con la firme esperanza de cambiar las cosas; antiguos votantes de otros partidos, simpatizantes desengañados ya con las nuevas formaciones que se han convertido en sostenes de la vieja política, ya sea en Andalucía o Madrid, o gente que nunca antes había tenido interés por la política y ahora ve el momento y asume la responsabilidad de apoyar a su país frente a la deriva actual.
A todos ellos, y a tantos otros, les animamos a no ceder al desánimo, a tomar con nosotros el timón de nuestro futuro y cambiar el rumbo de las cosas.
Porque en Vox somos los tuyos. Los de siempre. Sin complejos.
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