miércoles, 15 de mayo de 2013

Empresas Polar y la dictadura de la pobreza - Antonio Sánchez García


Opinión
Antonio Sánchez García
ND


Empresas Polar y la dictadura de la pobreza

Existe un modelo ejemplar de desarrollo, motorizado por la propiedad privada, favorecido por la libertad y capaz como ningún otro de generar riqueza social: Empresas Polar. De allí el odio que despierta en quienes hacen de la miseria su objetivo y de la pobresía su clientela. Defenderla de la rapacidad de los incompetentes es un imperativo categórico. Impedir que la acosen, la invadan y la destruyan, una obligación moral de nuestras mayorías.



Sobran los ejemplos: la pobreza universalizada es mucho peor que una pandemia irremediable. Es un perverso objetivo político. Consciente y metódicamente fraguado. Pues desde que las utopías bíblicas y los ensueños platónicos demostraran ser meros espejismos religiosos o delirantes construcciones filosóficas, la única manera de llevar a la práctica esos espejismos – desde el llamado socialismo científico de Marx y Engels hasta los montajes teórico prácticos de Lenin, Stalin, Mao y los Castro – fue instaurando regímenes totalitarios, dominados por pequeñas vanguardias de asaltantes de la cosa pública a cargo de Estados macrocefálicos, sometiendo y controlando gigantescos ejércitos de pobres. Sometidos bajo el yugo dictatorial del partido y obligados a creer en la nueva religión: la estatolatría.



Fabricar pobres se convirtió así en un objetivo de alta política. Lo advirtió con su perspicaz y genial agudeza el Cardenal Bergoglio, antes de ascender al papado: "A la gente la empobrecen para que luego vote por quienes los hundieron en la pobreza." Pensaba, como lo dijo de seguidas, en Hugo Chávez. Pero también en todos los gobernantes que sirven a la economía política de la miseria. Incluida desde luego los Kirchner. Para someterlos así al yugo de una dependencia material y existencial controlada por el llamado Estado socialista – amo y señor de cuanto existe – un propósito cuyo perfecto cumplimiento cerraría el círculo vicioso de la dependencia: a mayor pobres, más Estado. A más Estado, más pobres.

Poseer se convierte en un delito. No ser pobre, en un crimen. Diferenciarse, en un pecado merecedor de los peores castigos. Como que Hitler gasificó a 6 millones de judíos y los cremó por ser diferentes a lo que él consideraba ser igualitario y perfecto: un ario. Los comunistas siguen el mismo criterio, decidiendo erradicar la riqueza y masacrar a quienes no se les someten. Todos reducidos por la fuerza de las armas en manos del partido al mínimo común múltiplo: todos universalmente pobres de misericordia. He allí la fórmula matemática del comunismo. He allí la ideología sobre que descansa el régimen imperante. Empobrece e impera: “Paupera et Impera”.

 El archipiélago GULAG se llevó por delante no a 6, sino a más de 20 millones de ciudadanos de todas sus nacionalidades. Es la barbarie del totalitarismo empobrecedor.

Poco importa que tras miles y miles de años de civilización y lucha contra la barbarie, tras épicos esfuerzos de acierto y error, los hechos hayan demostrado que cuanto hemos llegado a ser ha sido producto del denodado esfuerzo individual y colectivo por producir riqueza con el fin de poseerla y emplearla para el progreso y la prosperidad de las sociedades y naciones. Vale decir: que la propiedad privada ha sido la palanca del desarrollo humano. Como la libertad de ejercer dicha palanca, convertida en derecho inalienable, la mejor respuesta organizada para multiplicarla. Por la sencilla razón de que el sentido de la propiedad es un instinto natural y el poseer una pulsión que expresamos desde que nos aferramos a los pechos de nuestras madres.

Es cuando surge, de la mano del liberalismo, la democracia. No se explica el gigantesco progreso de la humanidad sin el esfuerzo individual, el emprendimiento personal y grupal, la libertad económica y política.

 La mejor aunque aún imperfecta adecuación de nuestras pulsiones naturales con la necesidad racional de organizar nuestra sobrevivencia como entidad colectiva y atender a la especie. Por ello mismo: no hay enemigos más tenaces y poderosos del derecho de propiedad, de la libertad política y del individuo – valga decir: de las democracias - que esas autoproclamadas vanguardias fanatizadas de individuos al asalto del Poder bajo las rojas banderas del socialismo. Movidos por el extravío ideológico, el rencor visceral, la desmedida ambición sólo victoriosa si aparejada con el crimen y el terror de Estado. Y para quienes crear pobres y mantenerlos eternamente pobres se convierte en un objetivo primordial e imprescindible. Al mismo tiempo que saquear las riquezas de las naciones para su enriquecimiento personal, como sucede en la Argentina de los Kirchner, en la Venezuela de los Chávez, en la Cuba de los Castro. Al costo de hambrunas, campos de concentración y justicia del horror. Al costo de aplastar la libertad de expresión, convertir a los parlamentos en circos de los poderosos y perseguir a las disidencias.



Sólo un irracional extravío puede poner de modelo de desarrollo al país menos desarrollado del continente, sólo comparable a Haiti, un país al borde de la extinción. Cuba es el modelo perfecto del empobrecimiento llevado a cabo como sistema por el castrismo. En un mismo nivel de desarrollo que Chile en 1958, hoy se diferencian por un abismo insalvable. Cuelga Cuba del Tercer Mundo a punto de caer a una innominada región de la turbia y vil miseria del Cuarto Mundo. Mientras Chile está a un paso de ingresar al exclusivo club de quienes pertenecen al Primer Mundo. 

Existe en Venezuela, en ese mismo sentido, un modelo ejemplar de desarrollo, motorizado por la propiedad privada, favorecido por la libertad y capaz como ningún otro de generar riqueza social: Empresas Polar. De allí el odio que despierta en quienes hacen de la miseria su objetivo y de la pobresía su clientela. Defenderla de la rapacidad de los incompetentes es un imperativo categórico. Impedir que la acosen, la invadan y la destruyan, una obligación moral de nuestras mayorías.

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