miércoles, 10 de abril de 2013



¿Existe un centro fantasma de totalización?  I



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Autor: Nelson Ramírez ..., publicado el 
Se observa una campaña que busca establecer la pulcritud del sistema electoral venezolano. Los estrategas intentan que el estribillo se convierta en la insistencia dominante y que no exista perturbación con otras certezas.
Con ese rumbo, Juan Escalona (El Mundo, 27-3-13) escribió que “Las elecciones venezolanas han tenido reconocimiento nacional-mundial y la oposición nunca ha demostrado que haya habido fraude, sólo escandaliza”.
Con el mismo objeto, Carenne Ludeña, licenciada en matemáticas, de la Red de Observación Electoral de la Asamblea de Educación, afirmó (Noticiero Digital, 27-3-13): “No hay evidencia de fraude electrónico masivo, de alteraciones del RE y el voto es secreto”. Ella es de las que dice que lo que existe es “uso abusivo hasta el asco de los recursos del Estado”.
Asegura Ludeña que “Los mecanismos puestos en marcha para el control y seguridad del proceso lo hacen, en este aspecto, muy seguro”; “el software y el hardware utilizado es revisado minuciosamente por técnicos de los partidos e independientes”; “la utilización de códigos de seguridad sobre todo el software utilizado aseguran que el mismo no puede ser cambiado durante las elecciones”; “la verificación sobre una proporción elevada de todos los centros electorales del apego de las actas y los datos presentados por el CNE”; y “en la auditoría ciudadana que sobre una muestra correspondiente al 54% del total de urnas señalan que los resultados evaluados hasta ahora en más de 9 procesos no evidencian disparidad entre lo totalizado por las actas en número de votos y lo escrutado manualmente”.
Ludeña no sólo se atrevió a dar por probado lo que debería probar (sus afirmaciones no tienen soporte), sino que osó al
elogiar la “verificación de las actas” y las auditorías, cuando lo cierto es que el porcentaje es tan bajo que puede decirse que no existen.
Independientemente de las irregularidades que ocurren desde que comienza la votación hasta su culminación en el centro de votación, la inquietud de varios observadores coloca el foco en el tiempo transcurrido desde que los resultados llegan al CNE, más o menos a las 6 de la tarde, hasta que éste comienza a anunciar los resultados, 4 ó 5 horas después. Surgió la sospecha, no del todo fundamentada, de que existe un centro fantasma (CF) en el que, en ese ínterin, se adulteran los resultados para que triunfe la corriente oficialista.
El primer indicio de ello apareció cuando el experto en informática Nelson Rodríguez Caballero afirmó (El Nuevo País, 23-6-12) que “Para realizar un fraude en computación necesitas tener unas cuatro a cinco horas para alterar registros digitales y tapar posibles focos de detección de trampas. El modus operandi cambió porque ya no se pierde tiempo contando las papeletas. El fraude está en la sala de totalización y no en los centros de votación”.
El segundo indicio de que existe un CF está en esta declaración del ingeniero tachirense Adonirám Pernía (El Nuevo País, 9-10-12): “El domingo 7 de octubre, cuando llegaron los datos a la sala de totalización del CNE, este organismo no procedió de inmediato a sumar automáticamente los votos en tiempo real a medida que iban llegando, como ocurre en otros países. A pesar de que la transmisión electrónica sólo tarda unos segundos, extrañamente se inició una larga y tediosa espera en Teleport, en el Paseo Colón en Caracas, en donde está prohibido portar celulares o computadoras, para evitar la filtración de información mientras se represan los datos”.
Pernía agregó: “Mientras en el edificio Teleport se espera, debe existir un centro de datos fantasma donde los resultados se van contabilizando a medida que llegan. De acuerdo a las estadísticas, cuando se tiene un aproximado del 40% de los votos escrutados, ya existe una tendencia irreversible del resultado real, lo que sería utilizado para proyectar el maquillaje en las mesas que no han sido auditadas. Es el momento en el que se empieza a envenenar las actas electrónicas de las mesas cuyas cajas no serán abiertas”.
El tercer indicio es la conducta del CNE de no permitir que los resultados se conozcan públicamente en el mismo momento en el que los recibe, luego de ser transmitidos por las máquinas de votación. Vale decir, conocer inmediatamente cuántos votos obtuvo cada opción, de modo que las 4 ó 5 horas misteriosas no se constituyan en sospecha de la presunta adulteración.
El cuarto es el silencio del CNE frente a quienes dicen que se presume el funcionamiento de un CF, como ocurrió cuando Pernía denunció lo expuesto.
El quinto, que el día de las elecciones el CNE haya prohibido, como señaló Pernía, el uso de celulares y computadoras en los centros de totalización.
El sexto indicio, a su vez la primera prueba de que en Venezuela se adulteran electrónicamente los resultados, es la Ley de Newcomb-Benford (explicada por la ONG Esdata, Luis Manuel Aguana y otros), la cual, en síntesis, indica que los procesos electorales, desde el año 2004, vienen siendo adulterados (anormalidad en la repetición de los números), mientras que al mismo tiempo señala el comportamiento normal de los resultados correspondientes a la oposición.
El séptimo indicio consiste en que, el 16-12-12 fue descubierto en el este de Caracas (en una calle diagonal a la avenida Rómulo Gallegos) un búnker telemático usado por el CNE, constituido por un amplio edificio de varios pisos, repleto de computadoras, de cuya existencia no tenían conocimiento los veedores aceptados por el CNE ni el comando de campaña de Capriles Radonski.
El octavo, que el CNE no informó a nadie de la existencia del susodicho búnker.
El noveno, que el clandestino lugar, al ser ubicado por la ONG Asamblea de Educación, se encontraba insólitamente custodiado por un pelotón de la GNB al mando de un general de brigada. Esto fue informado en Twitter por los periodistas Rafael Poleo y Francisco Poleo. Después, un insólito silencio rodeó el asunto. Cuando indagó Omar López, jefe de campaña de Capriles, el rector Vicente Díaz le informó que “Ahí está funcionando para las elecciones un centro de llamadas (call center) del CNE”.
El décimo indicio, la obvia inferencia de que allí se estaba custodiando algo mucho más importante que el oro y las reservas de Venezuela, pues las bóvedas del BCV no están custodiadas por la GNB con dotación de guerra. Un call center del CNE jamás ameritaba tal protección.
El undécimo que ni siquiera la sede principal del CNE ni los centros de totalización ubicados en el edificio Teleport, en la sede central del CNE y en la Universidad Bolivariana, en Los Chaguaramos, han sido custodiados por un grupo tan numeroso de la GNB y menos al mando de un general.
El duodécimo es el que el pelotón de la GNB permaneció todo el día (16-12-12) oculto tras los muros del edificio con el propósito de no ser visto desde la calle.
El décimo tercero, que a 60 metros de distancia del edificio (para que no se pensara que estaba custodiado) permaneció estacionada una camioneta de la Policía Nacional Bolivariana con trece funcionarios uniformados. Es de presumir que se trataba de un primer anillo de seguridad.
El décimo cuarto indicio es que el aludido general no permitió el acceso al búnker de los representantes de la mencionada ONG. Los atendió a través de la reja.
El décimo quinto radica en el hecho de que el rector Vicente Díaz no haya respondido la continuada pregunta, a través de Twitter, acerca de cuál dependencia del CNE funcionaba en dicho búnker.
Para tranquilizar a los venezolanos, el CNE debe explicar qué puso a funcionar en el búnker, si es que le importa lograr lo opuesto de lo que logra con el incumplimiento de sus deberes y convertirse en lo contrario de lo que hasta ahora es.

http://diariodecaracas.com/blog/204

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