Opinión Antonio Sánchez García NDUn fraude contìnuo y permanenteDios hizo lo suyo. Ahora nos toca a nosotros hacer lo nuestro.
"It is the tale, told by an idiot, signifying nothing" Macbeth
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Fue el lúcido y sagaz Fausto Masó el primer analista político en descubrir y resaltar hace ya muchos años la debilidad congénita de la oposición democrática: ser capaz de arrinconar al régimen hasta tenerlo contra las cuerdas, sin saber rematar la faena. Momento postrero en el cual el caudillo, campeón en convertir derrotas flagrantes en clamorosas victorias, encontraba la salida de las cuerdas para recuperarse y terminar victorioso en lances que ya todos le daban por perdidos.
Antes de proseguir anticipo mi diagnóstico con una primera consideración: asimetría de la consciencia histórica de los protagonistas. Incomprensión de las fuerzas democráticas venezolanas acerca de la profunda gravedad y envergadura de la crisis – una crisis existencial en que se juega el destino de la democracia misma – y perfecta conciencia del caudillo y su régimen por su verdadero y único objetivo: aniquilar a la democracia y entronizar un régimen totalitario castrocomunista. Para lo cual han contado consciente o inconscientemente con un auxilio extremadamente poderoso: las fuerzas de la izquierda venezolana, que se ha negado sistemáticamente a comprender la naturaleza dictatorial y totalitaria del proyecto castro chavista. ¡Si uno de sus líderes históricos abomina del término Castro Comunismo, que considera mera patraña mantuana!
Agrego una segunda consideración: la clave de esa estrategia de asalto totalitario en una sociedad carente de fuerzas sociales verdadera y objetivamente revolucionarias, conscientes y organizadas, tras un partido y una ideología marxista leninista, así como favorecida por condiciones objetivas, ha sido una persona, un hombre, un caudillo: Hugo Rafael Chávez Frías. No ha sido el sistema el que ha podido salvarse del Knock Out: ha sido su líder y único sostén. Chávez, para usar símiles, ha sido un Lenin sin bolcheviques ni proletariado. Un Stalin sin Leningrado. Un Castro sin la Sierra Maestra. Por eso, Fidel Castro, que lo sabía, pidió que lo protegieran, pues sin él desaparecía como por encanto la sedicente revolución bolivariana.
Una tercera consideración: La muerte de ese factor decisorio echa por los suelos un proyecto autocrático, resquebraja al régimen en su base estructural y restablece las condiciones del enfrentamiento en sus términos objetivos y reales: la democracia renovadora contra la dictadura restauradora. Sin Chávez, el socialismo del siglo XXI sólo puede sobrevivir mediante la entronización de una satrapía personal, cubano castrista y militarista. Sin respaldo de masas. Cuyos restos se irán desgajando de esa entelequia a una velocidad pasmosa. El 14 de abril apareció la punta del iceberg. Pronto saldrá a flote el Iceberg entero.
Última consideración preliminar: en un país democrático, como se ha comprobado de manera fehaciente y aplastante en todas las mediciones cruciales, las fuerzas de la barbarie están en aplastante minoría. En estado latente de volver a ser lo que realmente siempre fueron: un 5% histórico.
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A los efectos de ilustrar las consideraciones anteriores y demostrar la persistencia de la crisis existencial sobre la que actuamos, quisiera poner de relieve algunos momentos cruciales en que esa grave crisis social, política y económica salió a flote y sólo el avieso contubernio de las fuerzas armadas – corrompidas hasta el tuétano – con el aparato de estado bajo control directo del caudillo y la pasividad de la oposición democrática pudo resolverlos. Ellos son: a) la rebelión del 11 de abril de 2002; b) el fraude continuado del Referéndum Revocatorio que va del 15 de agosto de 2003 al 15 de agosto de 2004 y que culmina con la brutal falsificación de los resultados por el CNE controlado por Jorge Rodríguez bajo anuencia de las Fuerzas Armadas, el Centro Carter, la OEA y la insólita pasividad de las fuerzas opositoras; c) el desconocimiento por parte del régimen del rechazo plebiscitario a su proyecto de modificación de la Constitución el 2 de diciembre de 2007; d) la victoria derrota de las elecciones parlamentarias de diciembre de 2010; y e) la burda falsificación de los resultados de la elección presidencial de este 14 de abril de 2013, aparentemente en veremos.
Remitámonos a los hechos. La crisis del 11 de abril de 2002 hubiera debido resolverse con la salida del poder de Hugo Chávez y su expulsión del país, el establecimiento de un breve gobierno de transición con participación de todas las fuerzas vivas de la Nación y el llamado a nuevas elecciones en condiciones absolutamente transparentes y equitativas. La derrota de los factores constitucionalistas de las FAN, la entrega del Poder a Fidel Castro y la hegemonía de las fuerzas castro comunistas del chavismo, que el fracaso de esa salida democrática requirió e hizo posible, determinó un hecho definitorio que ha marcado los 12 años transcurridos desde entonces: la consolidación de una crisis excepcional nunca resuelta y la naturaleza írrita, ilegítima y fraudulenta del caudillo y su gobierno en todas sus fases.
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A un año de la debacle del 11A y cuando se planteara la realización del Referéndum Revocatorio, que de cumplirse siguiendo de manera irrestricta las pautas constitucionales debió ocurrir en Septiembre/Octubre del 2003, sin otro requisito que la presentación de las firmas requeridas y sin otro objetivo electoral que superar con un solo voto los obtenidos por Chávez en las elecciones de diciembre de 1998, hubiera implicado una aplastante derrota de Chávez y su inmediata salida del gobierno. Tiene lugar entonces el fraude más descomunal cometido en la historia de Venezuela, que consistió: 1) en postergar la realización del Referéndum por un año completo; 2) en desvirtuar su naturaleza revocatoria y transformarlo en un acto plebiscitario; 3) permitir que la ingeniería castrista se ocupara de montar las llamadas misiones, corrompiendo hasta la médula la disposición político electoral de los sectores marginalizados de la población; 4) corromper y manipular el REP, inscribiendo en el mismo a extranjeros por centenas de miles y dotando de multicédulas a los activistas del régimen; 5) montar el sistema automatizado con maquinitas capta huellas para dominar electrónica y fraudulentamente el proceso durante todas sus etapas; 6) exclusión de observadores de la oposición democrática del sistema y proceso de totalización; 7) desconocimiento de la auditoria necesaria para dar por buenos unos resultados que, a todos luces, torcieron la voluntad popular por márgenes más que considerables.
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Todo lo anterior no hubiera sido posible sin la tácita o explícita convalidación de las fuerzas partidistas que hacían vida en la Coordinadora Democrática, que aceptaron desde la ominosa triquiñuela de las firmas planas hasta la desnaturalización del Referéndum y la sistemática postergación de su realización, ya convertido en Plebiscito. Ni sin la legitimación post festum del fraude por factores decisorios de la llamada oposición democrática. Aún así, la oposición obtuvo un margen infinitamente mayor de votos que el necesario para revocar a Hugo Chávez, pero al convertir un referéndum en un plebiscito permitió el fraude de la otra fuerza filtrada mañosamente en la contienda.
Tampoco hubiera sido posible si la comunidad internacional, y en especial la descarada injerencia del gobierno de Lula da Silva a través de su embajador en la OEA y su asesor in partibus Marco Aurelio García, hubiera mantenido un mínimo respeto a la voluntad del pueblo venezolano. Pero quizás el factor definitorio del fracaso radicó en la inexistencia de un liderazgo opositor que hubiera comprendido la naturaleza tiránica que albergaban los propósitos del régimen, hubiera aceptado la caracterización que hiciéramos del mismo – una autocracia populista con tendencias dictatorial totalitarias – y se hubiera puesto al frente de la indignación que bullía en el seno de las fuerzas democráticas, capaces bajo las peores condiciones de protagonizar gigantescas movilizaciones populares.
Todos los procesos electorales subsecuentes estuvieron manchados por la mácula del fraude, la perversión de sus resultados y la desnaturalización de sus objetivos. Desde las presidenciales del 2006 a las recientemente celebradas este 14 de abril. En diciembre de 2007 el pueblo rechazó el intento del régimen por modificar algunos artículos de la Constitución y, sobre todo, la pretensión reeleccionaria del caudillo. Quien lo desconoció de manera flagrante imponiendo otro plebiscito sobre causa ya juzgada – otra flagrante violación a la Constitución – para imponer su dictado. Le permitió presentarse a las presidenciales de 2012.
Las parlamentarias de 2010 llevaron el fraude que pervierte el frágil entramado democrático que solapa la voluntad totalitaria del chavismo e impide la auténtica expresión de la voluntad popular al clímax del absurdo: un 52% de los sufragios eligió sólo un 36% de los representantes. Experto en el arte del birlibirloque, el demiurgo convirtió la mayoría en minoría y la minoría en mayoría. Siempre hizo como en la ranchera: Jalisco nunca pierde.
No le sirvió su maña en la más crucial y definitoria de sus partidas políticas, donde no caben los fraudes: la lucha por la vida. Abusó del juego, apostó al perdedor, se arrimó a la peor sombra y se burló del gran jugador del Universo: perdió nada más y nada menos que su vida. ¿Entenderán las fuerzas opositoras que llegamos al final del juego, que no va más y que con la muerte del Gran Gatsby se acabó la partida de las triquiñuelas?
Dios hizo lo suyo. Ahora nos toca a nosotros hacer lo nuestro.
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"El único tirano que acepto en este mundo es mi propia voz interior." M.Gandhi